Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

jueves, 5 de marzo de 2009

Dignidad matrimonial: una vocación (2da parte)


Dignidad matrimonial: una vocación
Mensaje cuaresmal del Cardenal Karol Wojtyla en Cracovia, 1978 (2da parte)
(Su última Cuaresma en Cracovia)

(cont de 1)
Intentaremos ahora comprender en su plenitud el amor que ha movido a Dios a ordenar «no cometerás adulterio», y a la luz de estas palabras sencillas pero fuertes, trataremos de analizar nuestros pensamientos, actitudes y palabras. Intentemos considerar también el reverso del sexto mandamiento – fundamental ley moral – según las palabras de Cristo: «Por sus frutos conoceréis…no puede un árbol bueno dar frutos malos»(Mt 7,17-17.
Preguntémonos ahora: si ignoramos este mandamiento le prestamos un servicio al hombre, a la familia, al pueblo o les hacemos daño? Sabemos la respuesta – no obstante cualquier pretensión que intentase filtrarse - desgastan los valores fundamentales en el hombre: abusos, intereses, libertinajes avasallan el amor y la honestidad, y en todo ello se pone en juego el autentico valor del hombre.
Es verdad que Cristo se puso del lado de la mujer adúltera…«quien se halle sin pecado, que tire la primera piedra…» pero también es cierto que después le dijo: « ve y de ahora en adelante no peques mas» (Jn 8,11).
Haciendo así quiso salvar al ser humano de la vergüenza y del desprecio, para reclamarle luego el respeto de su propio valor y de la propia dignidad.
Situemos ahora la elocuencia de estas palabras en nuestra época, y recordemos que todo aquello que no responde al sexto mandamiento es amenaza latente para la dignidad del hombre.
Se equivocan quienes aseguran: «a quien ama todo le es permitido», no es verdad: el verdadero amor – al obrar bajo su influencia positiva – no permite que se lo separe del profundo sentido de responsabilidad por todo aquello que comporta. Y es siempre responsabilidad con respecto al cónyuge. Y por consiguiente de los derechos de los hijos en depositar su confianza en los padres, y en la reciproca fidelidad matrimonial que ellos se deben.
Los padres, y con ellos todos los adultos, deben merecer esta confianza, sin la cual llegan a destruirse lazos tan sagrados: la confianza se convierte en desconfianza, la seguridad en amenaza latente, creando a menudo una atmósfera de cinismo.
Pero estas son solo algunas, si bien no menos dolorosas consecuencias que conllevan ignorar el sexto mandamiento. Las palabras de Jesús a la mujer adultera «ve y de ahora en adelante no peques mas» (Jn 8,11) y a la samaritana «aquel que tienes ahora no es tu marido…..porque has tenido cinco»" (Jn 4,17-18), tienen profundo sentido también hoy que tenemos tantos divorcios.
Cambiar con facilidad de mujer o marido es síntoma de disolución social, y no estamos pagando con ello la inobservancia del sexto mandamiento? Esta relajación se anida con facilidad en los corazones de los jóvenes; la falta de respeto por la pureza matrimonial a menudo no tarda en conducirlos a epílogos trágicos. Ahora los jóvenes menores, entran en “su” vida, destruyendo aquella que han traído del regazo materno. No vemos, en tales resultados, la supresión de la voz del Amor eterno, con la cual Dios ha ordenado «no cometerás adulterio»? « Por sus frutos los conoceréis»”

2 comentarios:

eligelavida dijo...

¡Qué sabio era Juan Pablo II! Por suerte, nos han quedado sus enseñanzas y el testimonio de su vida.

Ludmila Hribar dijo...

Gracias por tu visita. Si sabio, valiente y audaz. Por algo dijo Andre Frossard al ver al "nuevo Papa" "Este no es un Papa de Polonia es un Papa de Galilea"