Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

miércoles, 15 de julio de 2009

Quo vadis Europa?


“¿Cómo es la Europa de nuestros días? ¿Cuáles son sus rasgos característicos? La Europa de hoy presenta caras diferentes y bajo algunos aspectos contradictorias. Está la Europa de las grandes ilusiones y las grandes esperanzas de progreso, de libertad y democracia, de bienestar, de solidaridad y de paz. En una palabra, la Europa soñada por sus fundadores como casa común de los pueblos europeos desde el Atlántico hasta los Urales.
Y está la otra Europa, la que engendra preocupación y fuerte perplejidad[1]. Es la Europa de los nuevos muros divisorios, de democracias cada vez más frágiles, tocadas por una profunda crisis de valores y amenazadas por antiguas y nuevas ideologías, entre las que destaca la ideología del “políticamente correcto”. Basada sobre el relativismo nihilista, esta ideología genera una cultura hostil al hombre desde diversos puntos de vista, especialmente en el ámbito del respeto de la dignidad de la persona humana, del derecho a la vida, de la institución familiar, de la libertad educativa. Es la Europa opulenta que está perdiendo su alma; el continente de la “apostasía silenciosa” de una humanidad harta que vive como si Dios no existiese[2] , y en el que la secularización asume forma institucional, convertida en un neopaganismo combatiente con dogmas propios y misioneros aguerridos. La cultura dominante de nuestro tiempo ha infiltrado en las mismas instituciones europeas un fuerte prejuicio anticristiano. Lo reconocen incluso observadores que se autodefinen “laicos”, uno de los cuales escribe al respecto: «El prejuicio anticristiano es el pórtico de la secularización ya profusamente consumada en Europa. En el espacio público de la Europa secularizada, los cristianos pueden ser tolerados sólo si son “transigentes” con las ideologías dominantes»[3]. Tenemos aquí la Europa del pluralismo sin límites y sin brújula, que renegando sus raíces cristianas pierde cada vez más su identidad.

Entonces: ¿Adónde vas Europa? Quo vadis Europa? Esta pregunta se la ponen hoy , con profunda inquietud, muchos ciudadanos europeos. Nos la ponemos también nosotros al final de este Congreso. Y la ponemos aquí, en España, de dónde en el ya lejano 1982 partió aquel grito profético de Juan Pablo II:
«Yo Obispo de Roma y Pastor de la Iglesia universal, desde Santiago de Compostela, grito con amor a ti, antigua Europa: ¡Renueva tus raíces! Vuelve a vivir los valores auténticos que han hecho gloriosa tu historia y fecunda tu presencia en los otros continentes [...]. Tú puedes ser aún faro de civilización y estímulo de progreso para el mundo. Los otros continentes te miran y esperan de ti la respuesta que Santiago le dio a Cristo: “Lo puedo”»[4]..”

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