Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

martes, 15 de junio de 2010

Pedro Opeka en el Congreso Eucaristico en Eslovenia (3)

En el marco de los testimonios presentados en el Congreso Eucarístico en Eslovenia presento también su testimonio el padre Pedro Opeka, misionero en Madagascar.
He traducido algunos parrafos de su testimonio »La Eucaristía al servicio del hombre« El texto completo puede leerse en Testimonios RKC (solo en esloveno)

“El objetivo de los encuentros dominicales no es para que nos sintamos bien uno junto al otro, sino para que oremos uno para el otro, para todos, también para los hermanos y hermanas que no comparten nuestra fe y nuestra forma de pensar, que son diferentes a nosotros y que debido a la pobreza apenas subsisten. Lograremos esto si dejamos que Jesús nos conquiste con su espíritu y nos llene de su amor. La primera comunidad cristiana ponía todo su empeño en los pobres. Los pobres ocupaban un lugar importante entre ellos, que se reunían para partir el pan en el nombre de Jesús (prim. Apd 4,32)
Nuestro mundo coloca en primer lugar el ideal de competir y su consecuencia son los grandes desencuentros sociales, económicos y políticos. Marcados por el egoísmo, la violencia y las màs diversas formas de dependencia que debilitan nuestra disposición a la solidaridad y a la idea evangélica de servir. Es precisamente alli, en el servicio y la solidaridad que Jesús ve la realización del verdadero amor. Pero nuestro mundo consumista no valora a la persona por lo que es, sino por lo que posee. Mide al hombre por su fuerza, no por su solidaridad fraternal..
Los adelantos en ciencia y tecnología nunca fueron tan rápidos.. También la producción crece violenta y vertiginosamente. Sin embargo en los últimos siglos nadie se pregunta por el sentido de tanto avance y a quien sirve. Sus defensores lo han idolatrado como medida de humanidad. A la luz de los avances también el hombre se convirtió en numero, y la consecuencia de esta despersonalización son la apatía y la desesperación de nuestra sociedad. Pero el avance material – necesario y justificado sujeto al respeto de la naturaleza y su entorno – no es la última palabra. El hombre se desarrolla también en otros niveles, y el más profundo es su alma, su capacidad interior espiritual, la que le indica el sentido de su vida cotidiana. Por eso es tan necesaria la Eucaristía: porque llega hasta el alma. Podríamos debatir y hablar de ello largamente. Pero lo mas significativo es que estamos reunidos en nombre del Señor, que dijo: »Quien come de este pan, vivira eternamente« (Jn 6,58). El Espíritu Santo sabe convertir las diferencias y las divergencias para nuestro bien.
Hace veinte años que trabajo en los basureros, entre los más pobres y puedo decirles que alli soy testigo de los milagros que obra la eucaristía. Entre ellos he vivenciado una alegría celestial y una presencia divina, que no puedo explicar. Entre los pobres el espiritu eucarístico se vivencia como una gran fuerza, alegría y esperanza. Nuestras misas dominicales la integran cinco mil almas, hermanos y hermanas, que alaban al Señor, niños y jóvenes. Todos participan con su canto y su respuesta, con gestos y danzas. El alma tiene que revivir y abrirse a la gracia y al amor de Dios. . Y por otro lado – por medio de la eucaristía el Señor se integra a la cultura del pueblo entre quienes se ofrece. Todos estamos llamados, a revelar el amor de Dios, allí donde nos encontremos. Los pobres son amigos de Jesús y los más cercanos a Dios.
En una oportunidad durante una homilía les pedí a los fieles presentes que expresen que les significa la eucaristía. Se levantaron algunos, los que se atrevieron a testimoniarlo ante la multitud, porque testimoniar la intimidad espiritual no es fácil. Se presentaron seis adultos y una niña. Los adultos que hablaron eran considerados por el resto de la gente como “discapacitados” al menos así pensaban de ellos por lo bajo. Algunos en la Iglesia se sonrieron, pues que van a decir de inteligente estos »pobres y enfermos« Cada uno de ellos testimonio como lo había cambiado la Palabra de Dios y como le ayudaba la eucaristía en su sufrimiento y sus dificultades. Cuando uno a uno fueron testimoniando su fe y su convicción, como la Eucaristía de Jesús había cambiado su interior, que habían descubierto la alegría del trabajo y de la vida, toda la iglesia se unió en un fuerte aplauso, porque hablaban desde el corazón, con sencillez y profundidad. La ultima en hablar fue la niña que tuvo palabras profundas, con cuanto amor colaboran los niños en la eucaristía. Después de la misa me quede pensando quien era el mas »discapacitado«: si aquellos que se atrevieron a levantar su voz para declarar que había hecho la fuerza de Dios en ellos o aquellos que se consideraban normales, pero que no se atrevieron a expresar como viven la eucaristía. Los más pequeños y los más débiles nos dieron una lección de humildad y valor. Estoy convencido que los más postergados y los más débiles de nuestras comunidades cristianas están muy cerca de Dios.
Nos visitan turistas de todos los continentes que se acercan a nuestra eucaristía donde rezan los fieles más pobres. Los pobres convierten a los pudientes, que se van conmovidos y renovado su espíritu. En 2000 años de la historia de la Iglesia el evangelio de Jesús se propagó por todo el mundo y se puso al servicio del pobre. Defendió su igualdad con los demás hermanos y hermanas, y resaltó la verdad primordial que Dios creó los bienes para todos, no solo para algunos. Nuestra tierra es suficientemente rica, para alimentar los seis billones de personas en el mundo. Que hoy un billón de personas sufra hambre, es para el cristiano un gran desafío.
Hoy con tanta pobreza en el mundo, el llamado es aun más urgente para que vivamos y anunciemos el amor y la redención de Dios, destinados a todas las gentes. Vivamos el evangelio con respeto y humildad, con fe y decisión! Seamos la sal de la tierra, donde sea que vivamos y trabajemos. ! (Mt 5,13) Los misioneros que anunciamos el evangelio de Jesús entre diversos pueblos, nos damos cuenta cuan profundamente esta anclado Dios en el alma humana. Nos damos cuenta como Dios creo a los pueblos diferentes para que trabajen juntos y se amen según la ley de Jesús (Jn 13,31–35).
Hablo desde el centro mismo de los pobres. Soy consciente que la eucaristía cambia al hombre y lo libera de ídolos, le da vida y le regala nueva esperanza. Todo esto lo vivimos en cada eucaristía entre los pobres, entre quienes todo es tan sencillo y natural. Los misioneros celebramos la eucaristía entre otros pueblos, en sus lenguas, con tradiciones y costumbres diferentes. Vemos como llega el amor divino al corazón de estas gentes, que son hermanos y hermanas nuestros, nacidos en otras civilizaciones y tan cerca e Dios. Sin la eucaristía dominical nos faltaría algo. Es mas al mundo le faltaría algo, porque la eucaristía une a las personas de todos los rincones de la tierra en un solo pueblo de Dios. Al partir el pan nos damos cuenta, que también nosotros debemos compartir como Jesús entre los pobres. Todos los bienes del mundo están destinados a todos sin excepcion.. Y esta profunda verdad la vivimos cada vez que celebramos la eucaristía. Fuimos enviados para compartir con los pobres.
La Eucaristía es el sacramento de la redención y de la paz para toda persona, que busca el amor de Dios. No somos dueños de la eucaristía, sino que estamos al servicio de la eucaristía, que por si misma obra milagros en los corazones de los fieles. Deberíamos despertar y darnos cuenta cuan afortunados somos que Dios nos diera la fe en Jesucristo y que en su nombre vivimos la eucaristía en nuestras parroquias. Gracias a Dios por todos estos dones y las gracias, que hemos ido recibiendo a lo largo de los años y que deseamos dejar en herencia a las futuras generaciones. Que la Eucaristía siga iluminando nuestro camino. Los más pobres de nuestra sociedad son un ejemplo y nos llevan a la eucaristía.La eucaristía es la puerta para una ayuda fraterna más sincera, es esperanza sin límites para quienes se dejan invadir por el espíritu de las bienaventuranzas. La Eucaristía no es alejarnos de nuestras responsabilidades, no es encerrarse en si mismo en nuestras pequeñeces. La Eucaristía es el centro de la vida. Donde esta la Eucaristía allí esta Jesús, allí esta el amor y la bondad, allí la belleza y la sinceridad. Y finalmente en ella también esta la felicidad, aunque incompleta, porque en esta vida siempre estaremos limitados.”

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