Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

sábado, 31 de mayo de 2014

Dos santos con el mismo “lema”: Totus Tuus (2 de 2) Ser más sabios que Salomón


Para ser, pues –en cierta forma-, más sabios que Salomón, coloquemos en manos de María cuanto poseemos y el mismo tesoro de los tesoros que es Jesucristo, a fin de que Ella nos lo conserve. Somos vasos demasiado frágiles; no pongamos en ellos tan precioso tesoro ni este celestial maná. Muchos enemigos nos rodean y son demasiado astutos y experimentados; no confiemos en nuestra prudencia ni en nuestra fuerza. La dolorosa experiencia que tenemos ya de nuestra inconstancia y natural ligereza nos obligan a desconfiar de nuestra prudencia y fervor.

María es prudente; pongámoslo todo en sus manos. Ella sabrá disponer de nosotros y de cuanto nos pertenece para mayor gloria de Dios.
María es caritativa; nos ama como a hijos y servidores suyos. Ofrezcámosle todo. No perderemos nada, ya que todo lo hará redundar en provecho nuestro.
María es generosa; devuelve más de lo que se le confía. Démosle cuanto poseemos sin reserva alguna y recibiremos el ciento por uno: por cien huevos, un buey, según reza el refrán.
María es poderosa; nadie puede arrebatarle lo que se le ha confiado en depósito. Pongámonos en sus manos, que Ella nos defenderá y nos hará triunfar sobre nuestros enemigos.
María es fiel; no deja perder ni extraviar lo que se le confía. Es la Virgen fiel por excelencia a Dios y a los hombres. Conservó cuanto Dios le había confiado, sin perder ni una partícula, y sigue conservando con particular esmero a quienes se colocan bajo su protección y cuidado.
Confiémoslo, pues, todo a su fidelidad. Agarrémonos a Ella como a una columna que nadie puede derribar, como a un áncora que nadie puede arrancar o, mejor, como a la montaña de Sión, a la que nadie puede conmover (Ver Sal 125(124),1; 46(45),6). Por muy ciegos, débiles e inconstantes que seamos por naturaleza y por muy numerosos y malignos que sean nuestros enemigos, jamás seremos engañados, ni nos extraviaremos, ni tendremos la desdicha de perder la gracia de Dios y el infinito tesoro de la Sabiduría eterna.”

(San Luis Maria Grignion de Monfort - del texto de "El Amor de la Sabiduría" Eterna, capítulo 17)

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