El
año del Jubileo 2000 en su última visita a Fátima el Papa Juan Pablo II después de la oración en alabanza a la Virgen, en la
Capilla de las Apariciones, “entregó” un anillo a Nuestra Señora, dejando escrito su
mensaje: “Este anillo, con la efigie de Nuestra Señora y las palabras “Totus
Tuus”, me lo dio el Cardenal Stefan Wyszynski, en los primeros días de mi
Pontificado. Con mucha alegría, lo ofrezco a Nuestra Señora de Fátima en señal
de mi profunda gratitud por la protección que me tiene concedida”.
Recuerdo con cariño y
nostalgia (porque no he vuelto a ir) mi viaje, casi accidental a Fátima hace
muchos años. Estaba haciendo un curso en Londres y quería aprovechar para
visitar Fátima. Partí el viernes a la noche a Lisboa. Tenía dos días libres y
el domingo lo dedique a visitar el Santuario de Fátima. Resultó ser una visita muy especial porque – sin saberlo –
en Fátima celebraban los 100 años de la llegada de los claretianos a Portugal. Había
llegado temprano y pude visitar la capilla de las apariciones después de insistir
fuertemente que venía de lejos, porque – argumentaban – ese día solamente podrían
pasar quienes hubieran hecho una promesa. Yo no venia por una promesa pero con
muchas súplicas. Sin saberlo de antemano me vi envuelta en una multitud que
participaba con profunda devoción y emoción, mucha
gente humilde con el rostro curtido por el sol llenaba por completo la
explanada delante del Santuario para la celebración de la Misa. Una visita inolvidable. Por la tarde me
dedique a visitar los lugares santos cercanos.
Hoy buscando el enlace al
Santuario de Fátima me encontré en el sitio del Santuario - transmisiones envivo- con preparativos para una celebración y pude “presenciar” la Misa en la Capelinha presidida por el obispo emérito de Mercedes, Rubén Héctor Di Monte con quien concelebraban
sacerdotes de Argentina, Colombia y Mozambique. En su saludo final el Obispo Di
Monte invitó a rezar la oración a San Miguel Arcángel, recordando que hace algo más de un año cuando un Papa llegaba y otro se iba
inauguraron juntos en los jardines vaticanos una estatua en su honor. Ambos sabían
– dijo entre otros – del poder de Satanás y de la urgente necesidad de oración en
el mundo de hoy para luchar contra su influencia maligna.
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