Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

jueves, 22 de septiembre de 2022

El cardenal Deskur (amigo de Karol Wojtyla) revela la relación entre Wojtyla y el Padre Pio

 


Wlodzimierz Redzioch / La Brújula Cotidiana entrevista al director de Padre Pio TV, Stefano Campanella, que recogió en su momento las confidencias de Deskur 

 

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¿Qué papel jugó el cardenal Deskur en las relaciones entre Juan Pablo II y el Padre Pío?
El 30 de enero de 2004 tuve el honor de entrevistar al cardenal Deskur en su apartamento en el Vaticano y preguntarle sobre la relación entre Juan Pablo II y el Padre Pío. El cardenal fue testigo directo de algunos de los acontecimientos que unen al Papa y al fraile y es también una persona que pudo recoger otros hechos de la voz de Juan Pablo II, porque estaba vinculado al Santo Pontífice por una profunda y larga amistad que había comenzado en el seminario de Cracovia. Deskur me dijo que los compañeros del seminario de Wojtyla se dieron cuenta de que estaban tratando con un joven especial. Descubrieron, de hecho, que tenía el don de la “contemplación infusa”: “Durante la hora de meditación todos se giraban, mirando quién entraba y quién salía. Él era el único que nunca se movía”. Deskur también reveló que Wojtyla siempre fue “muy reservado en todo lo relacionado con su vida espiritual”.

 

Tras el seminario, los caminos de Deskur y Wojtyla se separaron.
Sí, pero se volvieron a ver durante los años del Concilio Vaticano II. Monseñor Deskur –que en 1952 había sido llamado al servicio de la Santa Sede con el cargo de Subsecretario de la Comisión Pontificia de Cinematografía, Radio y Televisión- tenía asignado un apartamento en el Vaticano, donde ocasionalmente alojaba a su amigo el Arzobispo de Cracovia. Una noche, por casualidad, Deskur encontró al futuro Papa en la habitación que se usaba como capilla. Estaba tendido en el suelo frente al tabernáculo, con los brazos abiertos en forma de cruz, profundamente inmerso en la oración. Esta forma de sumergirse en un profundo diálogo con el Señor continuó incluso después de su elección al trono papal. Quienes han leído la Positio de la causa de beatificación y canonización de Juan Pablo II también han contado que al menos dos testigos dijeron que habían visto al Pontífice en una oración tan intensa que parecía un diálogo con alguien invisible que estaba antes que él: una vez en los Jardines Vaticanos y la otra ante la Virgen Negra de Czestochowa.

 

El primer episodio que vincula a Wojtyla, Padre Pío y Deskur también se remonta al período del Concilio.
Sí, porque en noviembre de 1962 monseñor Wojtyla, que estaba en Roma, recibió la noticia de la grave enfermedad de Wanda Poltawska, su hija espiritual y amiga. Entonces Wojtyla se acordó del Padre Pío, al que ya había conocido en 1948, y pensó en pedirle oraciones por la mujer, madre de cuatro hijas. Fue el mismo Deskur quien le permitió establecer correspondencia con el Padre Pío. El 17 de noviembre de 1962 Wojtyla le escribió una primera carta, que Deskur envió a San Giovanni Rotondo a través del mecanógrafo de la Secretaría de Estado, Angelo Battisti, que era hijo espiritual del Padre Pío. Battisti hizo llegar la carta al Padre Pío, quien después de haber leído el contenido pronunció la famosa frase: “No se le puede decir que no a esto”. Unos días más tarde, antes de la cirugía programada para eliminar la masa neoplástica, la mujer se sometió a un nuevo examen diagnóstico que mostró que el tumor había desaparecido completamente. Esta noticia llegó inmediatamente a Wojtyla, que se sintió obligado a dar las gracias al Padre Pío: el 28 de noviembre escribió la segunda carta que, de nuevo a través de monseñor Deskur y Battisti, fue entregada al Padre Pío. En esa ocasión el fraile dijo: “¡Alabado sea el Señor!”. Y le dio las dos cartas a Battisti, añadiendo: “Guarda estas cartas”. El empleado del Vaticano las puso en un cajón y las encontró por casualidad en el mismo mes y año en que el obispo que las había escrito se convirtió en Papa con el nombre de Juan Pablo II.

 

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Gracias al cardenal Deskur pudo descubrir muchos hechos extraordinarios sobre Juan Pablo II y su relación con el Padre Pío.
Deskur me contó sólo una parte de las cosas que sabía porque, como explicó, “otras cosas las he conocido a través de la confesión y no puedo contarlas”. Pero entre las cosas que me dijo había algunas muy significativas. Un día monseñor Jozef Michalik le preguntó al Papa algo más sobre su relación con el Padre Pío. Y Juan Pablo II le habló de una relación especial desde el principio. Cuando en los primeros días de abril de 1948 el joven sacerdote Wojtyla fue a San Giovanni Rotondo, el sacerdote capuchino le reveló lo que no le había confiado y no confiaría nunca a nadie, ni siquiera de sus confesores, y es que además de las cinco heridas de los estigmas y la de la transverberación, tenía también una sexta herida en el hombro, como la que Jesús sufrió llevando la cruz o el patibulum en el camino del Calvario. Era la plaga “que más dolía”, porque había “supurado” y nunca había “sido tratada por los médicos”.

 

En ese momento no pude publicar más, pero cuando Juan Pablo II fue beatificado, me sentí libre de publicar otras revelaciones: la primera, de la que ya he hablado, es el don de la contemplación infusa. El otro concierne a Nuestra Señora de Fátima. En 1997 Deskur fue a Coimbra, por mandato de Juan Pablo II, para reunirse con la hermana Lucía y preguntarle si el acto de consagración a María en 1984, hecho junto con todos los obispos del mundo, se había hecho de la manera deseada por Nuestra Señora. Al final de la entrevista, después de recibir las garantías solicitadas, el cardenal preguntó a la religiosa si debía “informar de algo al Santo Padre” en nombre de Nuestra Señora. Y sor Lucía respondió: “No es necesario, porque la Virgen le habla directamente”. Y esto es una confirmación más del carácter místico de Juan Pablo II.

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