En palabras sencillas, personales y tiernas, como gran parte de
sus recuerdos, nos confiaba el Santo Padre Juan Pablo II en su libro ¡Levantaos!
¡Vamos! “tengo una devoción especial al Ángel de la Guarda. Desde niño,
probablemente como todos los niños, repetí tantas veces esta plegaria: “Ángel
de Dios, que eres mi custodio, ilumíname, custódiame, dirígeme y gobiérname…”
Mi Ángel de la Guarda sabe lo que estoy haciendo. Mi confianza en él, en su
presencia protectora, crece en mi continuamente” . Y allí mismo también
reconoce que en sus oraciones invocaba con frecuencia a los arcángeles San
Miguel, San Gabriel y san Rafael y nos recuerda “el hermoso tratado de santo Tomas sobre los ángeles,
espíritus puros”.
“Creador de las cosas visibles e invisibles”
“Creador de los ángeles, seres libres”
“Creador de las cosas “invisibles”: los ángeles”
“La participación de los ángeles en la historia de la
salvación”
Alli mismo nos presenta varias citas de los libros sagrados: “ "Pues te
encomendará a sus ángeles para que te guarde en todos tus caminos, y ellos te
levantarán en sus palmas para que tus pies no tropiecen en las piedras"
(Sal 90/91, 11-12). Jesús mismo, hablando de los niños y amonestando a no
escandalizarlos, se apela a "sus ángeles" (Mt 18, 10). “Además -
sigue diciendo el Santo Padre - , atribuye a los ángeles la función de testigos
en el supremo juicio divino sobre la suerte de quien ha reconocido o renegado a
Cristo: "A quien me confesare delante de los hombres, el Hijo del hombre
le confesará delante de los ángeles de Dios. El que me negare delante de los
hombres, será negado ante los ángeles de Dios" (Lc 12, 8-9; cf. Ap. 3,
5)….”
En el apartado 7 el Santo Padre nos sigue dando ejemplos “Entre los libros del Nuevo Testamento, los Hechos de los Apóstoles nos hacen conocer especialmente algunos episodios que testimonian la solicitud de los ángeles por el hombre y su salvación. Así, cuando el ángel de Dios libera a los Apóstoles de la prisión (cf. Act 5, 18-20), y ante todo a Pedro, que estaba amenazado de muerte por la mano de Herodes (cf. Act 12, 5-10). O cuando guía la actividad de Pedro respecto al centurión Cornelio, el primer pagano convertido (Act 10, 3-8; 11, 12-13), y análogamente la actividad del diácono Felipe en el camino de Jerusalén a Gaza (Act 8, 26-29)”…y continúa “la Iglesia confiesa su fe en los ángeles custodios, venerándolos en la liturgia con una fiesta especial, y recomendando el recurso a su protección con una oración frecuente, como en la invocación del "Ángel de Dios". Esta oración parece atesorar las bellas palabras de San Basilio: "Todo fiel tiene junto a sí un ángel como tutor y pastor, para llevarlo a la vida" (cf. San Basilio, Adv. Eunomium, III, 1; véase también Santo Tomás, S.Th. I, q. 11, a.3)”En el punto 8 explica el culto litúrgico a los Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael.
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