Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

miércoles, 3 de abril de 2024

Juan Pablo II y su compromiso con el Concilio Vaticano II

 



Queremos… desarrollar algunas líneas directrices que consideramos de capital importancia y que, por eso —como nos proponemos y; con la ayuda del Señor, esperamos— no sólo las tendremos en cuenta y adoptaremos, sino que también las impulsaremos constantemente para que, en la vida real de la Iglesia, se responda a ellas.

Ante todo queremos insistir en la permanente importancia del Concilio Ecuménico Vaticano II, y aceptamos el deber ineludible de llevarlo cuidadosamente a la práctica.

¿No es acaso este Concilio universal como una piedra miliar, o un acontecimiento del máximo peso, en la historia bimilenaria de la Iglesia, y consiguientemente, en la historia religiosa del mundo y del desarrollo humano?

Ahora bien, el Concilio, igual que no termina en sus documentos, tampoco se concluye en las aplicaciones que se han realizado en estos años. Por eso juzgamos que nuestro primer deber es promover, con la mayor diligencia, la ejecución de los decretos y normas directivas del mismo. Y esto lo haremos, desde luego, con una acción a la vez prudente y estimulante, procurando sobre todo que se logre antes que nada una adecuada mentalización: es decir, es necesario, en primer lugar, hacer que los espíritus sintonicen con el Concilio, para poder llevar luego a la práctica cuanto él dijo, y poder explicitar todo lo que en él se esconde, o —como suele decirse— se encuentra implícito en él, teniendo en cuenta las experiencias realizadas y las exigencias de las nuevas circunstancias.

Para decirlo brevemente, urge hacer madurar, con el estilo propio de lo que se mueve y vive, las fecundas semillas que los padres del Concilio Ecuménico, alimentados con la Palabra de Dios, sembraron en tierra buena (cf. Mt 13, 8. 23); es decir, los importantes documentos y las deliberaciones pastorales.

Este propósito general de fidelidad al Concilio Vaticano II y esta expresa voluntad, por parte nuestra, de aplicarlo, puede comprender varios sectores: el campo misional y ecuménico, la disciplina y organización; pero hay un sector en el que habrán de volcarse los mejores cuidados, a saber, el de la eclesiología.

Es necesario, venerables hermanos y amados hijos del orbe católico, que tomemos de nuevo en las manos la "gran carta" del Concilio, es decir, la Constitución Dogmática Lumen gentium para que meditemos con renovado y reforzado afán sobre la naturaleza y misión de la Iglesia. Sobre su modo de existir y actuar; y esto habrá que hacerlo no sólo para lograr aquella comunión de vida en Cristo de todos los que en él creen y esperan, sino también para contribuir a hacer más amplia y estrecha la unidad de toda la familia humana. 

(Juan Pablo II en suprimer mensaje a la Iglesia y al mundo martes 17 de octubre de 1978)

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