En este cuarto domingo de Adviento el evangelio de san Mateo
narra cómo sucedió el nacimiento de Jesús situándose desde el punto de vista de
san José. Él era el prometido de María, la cual «antes de empezar a estar
juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo» (Mt 1, 18). El Hijo de Dios, realizando una
antigua profecía (cf. Is 7, 14), se hace hombre en el seno de una
virgen, y ese misterio manifiesta a la vez el amor, la sabiduría y el poder de
Dios a favor de la humanidad herida por el pecado. San José se presenta como
hombre «justo» (Mt 1, 19), fiel a la ley de Dios, disponible a
cumplir su voluntad. Por eso entra en el misterio de la Encarnación después de
que un ángel del Señor, apareciéndosele en sueños, le anuncia: «José, hijo de
David, no temas tomar contigo a María, tu mujer, porque lo engendrado en ella
es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús,
porque él salvará a su pueblo de sus pecados» (Mt 1, 20-21). Abandonando el pensamiento de
repudiar en secreto a María, la toma consigo, porque ahora sus ojos ven en ella
la obra de Dios.
(del Ángelus del PapaBenedicto XVI el 19 de diciembre de 2010)


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