La Carta Encíclica Veritatis Splendor El esplendor de la verdad, “sobre algunas cuestiones fundamentales de la enseñanza moral de la Iglesia” del Papa Juan Pablo II, firmada el 6 de agosto —fiesta de la Transfiguración del Señor— de 1993,fue citada brevemente por el Papa en su Ángelus del 17 de octubre de 1993 al regreso de sus viajes. Fue el Cardenal Joseph Ratzinger que la presento mas formalmente (ver Aceprensa y también Almudi:
¿Cuál
es el fin de este documento? Se preguntaba el Cardenal Ratzinger y respondia :
Existe un motivo interno y otro externo, que naturalmente son
inseparables. El motivo interno está ligado al mismo fin del cristianismo. En
sus primeros tiempos, antes incluso que se acuñara la palabra «cristianos», la
religión cristiana se llamaba simplemente «camino». En los Hechos de los
Apóstoles se encuentra no menos de seis veces esta designación. (…) Si el
cristianismo es llamado camino, significa que antes que nada indicaba una
determinada manera de vivir. La fe no es pura teoría, es sobre todo un
«camino», es decir, una praxis. Las nuevas convicciones que ofrece tienen un
contenido práctico inmediato. La fe incluye la moral, y eso quiere decir no
sólo ideales genéricos. Ella ofrece mucho más: indicaciones concretas para la
vida humana. Precisamente
a través de su moral los cristianos se diferenciaban de los otros en el mundo
antiguo; precisamente de ese modo su fe se hizo visible como algo nuevo, una
realidad inconfundible. Un cristianismo que no fuese ya un camino común, sino
que anunciase sólo ideales vagos, no sería ya el cristianismo de Jesucristo y
de sus discípulos inmediatos. (…)
A este motivo
interno se añade otro externo, que no por eso es exterior. La cuestión moral es
claramente hoy más que nunca una cuestión de supervivencia para la humanidad.
En la unitaria civilización técnica que se ha extendido ya a todo el mundo
contemporáneo, las antiguas certezas morales en las cuales se apoyaban hasta
ahora las grandes culturas singulares se han destruido en gran parte. La visión
tecnicista del mundo prescinde de los valores. Se pregunta sobre si es posible
hacer algo en la práctica, no sobre la licitud. (…) Cada vez más a menudo se
piensa que lo que es posible hacer, es lícito hacerlo.
Pero el verdadero
problema se plantea a un nivel todavía más profundo. Frente a las certezas
indiscutibles que se dan en las materias técnicas, todas las certezas morales
parecen frágiles y discutibles. Muchos consideran que lo razonable sería sólo
lo que se puede verificar de modo incontrovertible como las fórmulas
matemáticas o técnicas. ¿Pero cómo encontrar tal verificación en las realidades
típicamente humanas, en las cuestiones de la moral y del recto vivir humano? El
hecho de que en este ámbito las grandes culturas, aunque contengan importantes
elementos comunes, afirmen también a menudo algo distinto, hace que el
relativismo se haga cada vez más la opinión dominante. En el ámbito de la moral
y de la religión no habría, pues, ninguna certeza compartida. (…)
Y el Papa Juan Pablo II volvió sobre ella en su Ángelus del 12 de junio de 1994.
Con motivo del Congreso “Juan Pablo II : 25 años de pontificado. La Iglesia al servicio del hombre” en la Pontificia Universidad Lateranense (8-10 de mayo 2003) el Cardenal Ratzinger hacia una breve presentación de las catorce encíclicas del Santo Padre JuanPablo II. En su alocución decía con respecto a Veritatis Splendor:
Veritatis
splendor no sólo afronta la crisis interna de la teología moral en
la Iglesia, sino que pertenece al debate ético de dimensiones mundiales, que
hoy se ha transformado en una cuestión de vida o muerte para la humanidad.
Contra una teología moral que en el siglo XIX se había reducido de modo cada
vez más preocupante a casuística, ya en los decenios anteriores al Concilio se
había puesto en marcha un decidido movimiento de oposición. La doctrina moral
cristiana se debía formular nuevamente desde su gran perspectiva positiva a
partir del núcleo de la fe, sin considerarla como una lista de
prohibiciones.
La idea de la imitación de Cristo y el principio del amor se desarrollaron como las directrices fundamentales, a partir de las cuales podían organizarse los diversos elementos de la doctrina. La voluntad de dejarse inspirar por la fe como luz nueva que hace transparente la doctrina moral había llevado a alejarse de la versión iusnaturalista de la moral en favor de una construcción de perfil bíblico e histórico-salvífico.
El concilio Vaticano II había confirmado y reafirmado estos
enfoques. Pero el intento de construir una moral puramente bíblica resultó
imposible ante las demandas concretas de la época. El puro biblicismo,
precisamente en la teología moral, no es un camino posible. Así, de modo
sorprendentemente rápido, después de una breve fase en la que se
trató de dar a la teología moral una inspiración bíblica, se
intentó una explicación puramente racional del ethos, pero la
vuelta al pensamiento iusnaturalista resultó imposible: la corriente
antimetafísica, que tal vez ya había contribuido al intento biblicista, hacía
que el derecho natural pareciera un modelo anticuado y ya inadecuado.
Se quedó a merced de una racionalidad positivista que ya no
reconocía el bien como tal. "El bien es siempre -así decía entonces un
teólogo moral- sólo mejor que...". Quedaba como criterio el cálculo de las
consecuencias. Moral es lo que parece más positivo, teniendo en cuenta las
consecuencias previsibles. No siempre el consecuencialismo se aplicó de modo
tan radical. Pero al final se llegó a una construcción tal, que se disuelve lo
que es moral, pues el bien como tal no existe. Para ese tipo de racionalidad ni
siquiera la Biblia tiene algo que decir. La sagrada Escritura puede
proporcionar motivaciones, pero no contenidos.
Pero si las cosas fueran así, el cristianismo como "camino"
-así debería y quisiera ser- resultaría un fracaso. Y si antes desde la
ortodoxia se había llegado a la ortopraxis, ahora la ortopraxis se convierte en
una trágica ironía: porque en el fondo no existe.
El Papa, por el contrario, con gran decisión volvió a dar legitimidad a la perspectiva metafísica, que es sólo una consecuencia de la fe en la creación. Una vez más, partiendo de la fe en la creación, logra vincular y fundir antropocentrismo y teocentrismo: "la razón encuentra su verdad y su autoridad en la ley eterna, que no es otra cosa que la misma sabiduría divina. (...) En efecto, la ley natural (...) no es otra cosa que la luz de la inteligencia infundida en nosotros por Dios" (Veritatis splendor, 40). Precisamente porque el Papa es partidario de la metafísica en virtud de la fe en la creación, puede comprender también la Biblia como Palabra presente, unir la construcción metafísica y bíblica del ethos. Una perla de la encíclica, significativa tanto filosófica como teológicamente, es el gran pasaje sobre el martirio. Si ya no hay nada por lo que valga la pena morir, entonces también la vida resulta vacía. Sólo si existe el bien absoluto, por el que vale la pena morir, y el mal eterno que nunca se transforma en bien, el hombre es confirmado en su dignidad y nosotros nos vemos protegidos de la dictadura de las ideologías.”
Con ocasión del XXV aniversario del pontificado de Juan Pablo II y
del X aniversario de la encíclica Veritatis
Splendor se creó el 15 de octubre de 2003 la Cátedra Juan Pablo II de
la Pontificia Universidad Católica Argentina. La primera actividad de la
Cátedra consistió en la organización del Congreso Teòlogico Internacional La Verdad los hará
libres sobre la encíclica Veritatis
Splendor y fue desarrollado en Buenos Aires durante los días 23-24-25
de septiembre de 2004. Todas las actas fueron publicadas bajo el título del
Congreso por Ediciones Paulinas en conjnto con la Pontificia Universidad
Católica Argentina.
Aquel Congreso LA VERDAD LOS HARA LIBRES
sobre la Encíclica Veritatis Splendor concluyó con el discurso de clausura por
parte del Cardenal Jorge Mario Bergoglio que presentaba la Encíclica como de
una “enorme riqueza que habrá que seguir desentrañando y difundiendo” invitando
a los presentes a “profundizar y comunicar las vivencias y reflexiones
compartidas bajo tres perspectivas:
"La primera es la que nos ofrece la centralidad de la Gracia
en la vida moral, tal como es concebida a la luz de la Revelación.
La segunda es la perspectiva de la evangelización como
realidad indispensable, no solo porque existe un mandato del Señor, sino sobre
todo porque El nos ha comunicado una vida nueva, y la vida tiende y exige la
comunicación.
La tercera es la perspectiva de la relación entre el Evangelio de la gracia y
la vida cultural y política de los hombres"..
El cardenal Bergoglio finalizó su exposición centrada en la conclusión de la
encíclica donde el Papa se vuelve hacia la misericordia del Padre, comunicada
en su Hijo Jesucristo por el don del Espíritu, en la figura de Maria, Madre de
Dios y Madre de Misericordia:
- Maria es madre de misericordia, porque Jesús, su Hijo, es
enviado por el Padre como revelación y comunicación de su Misericordia, y ella
nos anima y nos guía a seguirlo.
- Maria es madre de misericordia porque Jesús, en la Cruz, le confía su Iglesia
y toda la humanidad.
- Maria es madre de misericordia como signo luminoso y ejemplo preclaro de vida
moral, al vivir la propia libertad donándose al Padre y acogiendo el don del
Padre.
- María es madre de misericordia porque invita a todo ser humano, en la
celebración de las bodas de su Hijo a lo largo de la historia, a acoger “la
Verdad que nos hará Libres” haciendo siempre lo que Él nos diga (cfr. Jn 2,5)”
Y concluia diciendo “Confiemos a Maria, madre de misericordia, las enseñanzas
de esta Carta Magna de la Libertad, la Veritatis Splendor, a fin
de que el Esplendor de la Verdad ilumine nuestras vidas, la de nuestras
comunidades eclesiales y la de toda la humanidad”.
“El hecho de que el Papa concluya la Encíclica
con una meditación sobre María, la Madre de la misericordia, es algo más que
una piadosa costumbre reflexionaba el Cardenal Ratzinger: El Papa
nos dice que la Virgen puede llevar este título «porque Jesucristo, su Hijo, es
enviado por el Padre como Revelación de la misericordia de Dios… No vino a
condenar sino a perdonar» Solo con esta afirmación se completa la
doctrina moral cristiana. De ella forma parte la grandeza de las exigencias que
derivan de nuestra semejanza a Dios, pero también la grandeza de la bondad
divina, de la cual el signo más puro es para nosotros la Madre de Jesús.”
Oración
conclusiva de la Encíclica Veritatis Splendor del Santo Padre
Juan Pablo II a Maria, madre de misericordia
María,
Madre de misericordia,
cuida de todos
para que no se haga inútil
la cruz de
Cristo,
para que el
hombre
no pierda el
camino del bien,
no pierda la
conciencia del pecado
y crezca en la
esperanza en Dios,
«rico en
misericordia» (Ef 2, 4),
para que haga
libremente las buenas obras
que él le asignó
(cf. Ef 2, 10)
y, de esta
manera, toda su vida
sea «un himno a
su gloria» (Ef 1, 12).
Invito leer el
articulo de Juan Pedro Rivero Gonzalez titulado: La Gramática del Don Una
aproximación teológica y didáctica a la Encíclica Veritatis Splendor en su
trigésimo aniversario.
“ El autor, partiendo de las fuentes de la teología sistemática, y
con el afán de desvelar la novedad propuesta para la vida personal y social,
analiza la enorme envergadura de Veritatis Splendor (1993) a lo largo de estas
tres décadas, el periodo más complejo de la historia del pensamiento ético.
Subraya, a tal fin, los criterios centrales del documento para vincularlos con
la didáctica del mensaje que transmite, de libertad y de bien para la sociedad
y la comunidad eclesial.”
Invito
también leer los varios posts etiquetados Veritatis
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