“Desde que el indio Juan Diego hablara de la dulce Señora del Tepeyac,
Tú, Madre de Guadalupe, entras de modo determinante en la vida cristiana del
pueblo de México. No menor ha sido tu presencia en otras partes, donde tus
hijos te invocan con tiernos nombres…”
“Este pueblo, que afectuosamente te llama “ la Morenita ”. Este
pueblo –e indirectamente todo este inmenso continente - vive su unidad
espiritual gracias al hecho de que Tú eres la Madre. Una Madre que, con su
amor, crea, conserva, acrecienta espacios de cercanía entre sus hijos.
¡Salve, Madre de México!
¡Madre
de América Latina!
Permite pues que yo, Juan Pablo II, Obispo de Roma y Papa, junto con mis hermanos en el Episcopado que representan a la Iglesia de México y de toda la América Latina, en este solemne momento, confiemos y ofrezcamos a Ti, sierva del Señor, todo el patrimonio del Evangelio, de la Cruz, de la Resurrección, de los que todos nosotros somos testigos, apóstoles, maestros y obispos.
¡Oh Madre! Ayúdanos a ser fieles dispensadores de los grandes
misterios de Dios. Ayúdanos a enseñar la verdad que tu Hijo ha anunciado y a
extender el amor, que es el principal mandamiento y el primer fruto del
Espíritu Santo. Ayúdanos a confirmar a nuestros hermanos en la fe, ayúdanos a
despertar la esperanza en la vida eterna. Ayúdanos a guardar los grandes tesoros
encerrados en las almas del Pueblo de Dios que nos ha sido encomendado.
VIAJE A LA REPÚBLICA DOMINICANA,MÉXICO Y BAHAMAS
(de la Homilía del
Papa Juan Pablo II en el Santuario de la Virgen de Guadalupe, Santuario del
pueblo de México y de toda América Latina, con ocasión de la Inauguración de la
III Conferencia del Episcopado Latinoamericano - Sábado 27 de enero de 1979)


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