“La gran fuerza comunicativa de Juan Pablo II, era, en realidad el valor de su mensaje, la verdad toda entera donada a los pueblos del mundo.
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Nos hallamos en su caso ante una comunicación que encierra en si toda la potencia propia del Cristianismo, toda su atemporalidad dtemporal, toda su modernidad indeclinable.
El pontificado de Juan Pablo II en ese sentido, ha sido indudablemente el primero dominado por la centralidad absoluta del fenómeno comunicativo, transformado inevitablemente en mundial y globalizado. Si bien el Papa Wojtyla no fue el primero en darse cuenta de la importancia de este hecho, si fue, por cierto, el primer Papa de la historia en transferir, sin perder nada de su significado originario, toda la carga explosiva y provocativa del mensaje cristiano en el mundo de los medios de comunicación.
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La opinión pública mundial quedaba atónita frente a él, casi espantada por la irreverencia y la espontaneidad de sus gestos, así como la comunidad de Efeso había quedado estupefacta ante san Pablo.
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Juan Pablo II no ha sido, sin embargo, un técnico de la comunicación. Ha sido más bien la riqueza de aquello que decía y su autenticidad y sinceridad que lo hacían comunicativo.
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”El dominaba la televisión simplemente ignorándola” Finalmente la televisión no solo no ha ignorado al Papa, sino que le ha brindado la posibilidad de cambiar la naturaleza misma de las comunicaciones, abriendo nuevos horizontes. Los signos, como decía san Agustín, son “cosas reales y visibles, que no significan sino otras más profundas e invisibles”, y también la Iglesia hoy, gracias a Juan Pablo II ha aprendido a no tener miedo de utilizarlos, aun cuando en apariencia sean poco relevantes”.
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Nos hallamos en su caso ante una comunicación que encierra en si toda la potencia propia del Cristianismo, toda su atemporalidad dtemporal, toda su modernidad indeclinable.
El pontificado de Juan Pablo II en ese sentido, ha sido indudablemente el primero dominado por la centralidad absoluta del fenómeno comunicativo, transformado inevitablemente en mundial y globalizado. Si bien el Papa Wojtyla no fue el primero en darse cuenta de la importancia de este hecho, si fue, por cierto, el primer Papa de la historia en transferir, sin perder nada de su significado originario, toda la carga explosiva y provocativa del mensaje cristiano en el mundo de los medios de comunicación.
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La opinión pública mundial quedaba atónita frente a él, casi espantada por la irreverencia y la espontaneidad de sus gestos, así como la comunidad de Efeso había quedado estupefacta ante san Pablo.
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Juan Pablo II no ha sido, sin embargo, un técnico de la comunicación. Ha sido más bien la riqueza de aquello que decía y su autenticidad y sinceridad que lo hacían comunicativo.
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”El dominaba la televisión simplemente ignorándola” Finalmente la televisión no solo no ha ignorado al Papa, sino que le ha brindado la posibilidad de cambiar la naturaleza misma de las comunicaciones, abriendo nuevos horizontes. Los signos, como decía san Agustín, son “cosas reales y visibles, que no significan sino otras más profundas e invisibles”, y también la Iglesia hoy, gracias a Juan Pablo II ha aprendido a no tener miedo de utilizarlos, aun cuando en apariencia sean poco relevantes”.
(tomado del articulo del Dr. Navarro Valls titulado Las imágenes y los gestos de Karol Wojtyla, publicado en Totus Tuus Nr. 4 abril 2008).
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