En homenaje a Nuestra Señora de Guadalupe, que Juan Pablo II consideraba la Czestochowa de las Americas, cuya fiesta celebramos hoy y a San Juan Diego recordado el pasado 9 de diciembre, “indio sencillo y humilde que contempló el rostro dulce y sereno de la Virgen del Tepeyac”)
1. “¡Yo te alabo, Padre, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a la gente sencilla! ¡Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien!” (Mt 11, 25).
Santa María de Guadalupe en el Nican Mopohua (I)
"Y era sábado, todavía muy de mañana, venía en seguimiento de las cosas divinas y de todo lo que estaba mandado. Y vino a acercarse al cerrito, donde se llama Tepeyácac, ya relucía el alba en la tierra. Allí escuchó: cantaban sobre el cerrito, era como el canto de variadas aves preciosas. Al interrumpir sus voces, como que el cerro les respondía. Muy suaves, placenteros, sus cantos aventajaban a los del pájaro cascabel, del tzinitzcan y otras aves preciosas que cantan. Se detuvo Juan Diego, se dijo: ¿Es acaso merecimiento mío lo que escucho? ¿Tal vez estoy sólo soñando? ¿Acaso sólo me levanto del sueño? ¿Dónde estoy? ¿Dónde me veo? ¿Tal vez allá, donde dejaron dicho los ancianos, nuestros antepasados, nuestros abuelos, en la Tierra florida Xochitlalpan, en la Tierra de nuestro sustento, Tonacatlalpan, tal vez allá en la Tierra celeste, Ilhuicatlalpan?
Hacia allá estaba mirando, hacia lo alto del cerrito, hacia donde sale el sol, hacia allá, de donde venía el precioso canto celeste. Cesó el canto, dejó de escucharse. Ya entonces oyó, era llamado de arriba del cerrito. Le decían: Juanito, Juan Dieguito. Luego ya se atrevió, así ir allá, adonde era llamado. Nada inquietó su corazón, ni con esto se alteró, sino que mucho se alegró, se regocijó. Fue a subir al cerrito, allá va a ver donde lo llamaban. Y cuando llegó a la cumbre del cerrito, contempló a una noble señora, que allí estaba de pie."
"Y era sábado, todavía muy de mañana, venía en seguimiento de las cosas divinas y de todo lo que estaba mandado. Y vino a acercarse al cerrito, donde se llama Tepeyácac, ya relucía el alba en la tierra. Allí escuchó: cantaban sobre el cerrito, era como el canto de variadas aves preciosas. Al interrumpir sus voces, como que el cerro les respondía. Muy suaves, placenteros, sus cantos aventajaban a los del pájaro cascabel, del tzinitzcan y otras aves preciosas que cantan. Se detuvo Juan Diego, se dijo: ¿Es acaso merecimiento mío lo que escucho? ¿Tal vez estoy sólo soñando? ¿Acaso sólo me levanto del sueño? ¿Dónde estoy? ¿Dónde me veo? ¿Tal vez allá, donde dejaron dicho los ancianos, nuestros antepasados, nuestros abuelos, en la Tierra florida Xochitlalpan, en la Tierra de nuestro sustento, Tonacatlalpan, tal vez allá en la Tierra celeste, Ilhuicatlalpan?
Hacia allá estaba mirando, hacia lo alto del cerrito, hacia donde sale el sol, hacia allá, de donde venía el precioso canto celeste. Cesó el canto, dejó de escucharse. Ya entonces oyó, era llamado de arriba del cerrito. Le decían: Juanito, Juan Dieguito. Luego ya se atrevió, así ir allá, adonde era llamado. Nada inquietó su corazón, ni con esto se alteró, sino que mucho se alegró, se regocijó. Fue a subir al cerrito, allá va a ver donde lo llamaban. Y cuando llegó a la cumbre del cerrito, contempló a una noble señora, que allí estaba de pie."
*Fragmentos del Nican mopohua, relato en lengua náhuatl, traducción de Miguel León-Portilla, título original; Tonantzin Guadalupe. México, F. C. E., México, 2001
Tomado de Un Minuto con Maria - Marie de Nazaret
Rosas para Ella
Invito visitar:
y mis posts:
Juan Pablo II y su último viaje a México
Juan Pablo II y su último viaje a México
y los enlaces alli citados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario