Cracovia y Roma: Dos Iglesias hermanas (6)
5 de 10 “capitulos” de la ponencia de Mons. Stanislaw Rylko / Presidente del Consejo Pontificio para los Laicos
5. En los años difíciles del régimen comunista ateo, en la cuna de la memoria viva de san Estanislao, el Arzobispo de Cracovia Karol Wojtyla, fue un valiente defensor de los derechos fundamentales de la persona humana. Podríamos citar cantidades de ejemplos. Me limitaré, sin embargo, a algunos de los mas significativos. Una de las prioridades de su compromiso a favor del hombre fue la batalla por la defensa del derecho a la vida contra la ley del aborto. «Entre todas las heridas de la Iglesia y del pueblo católico en Polonia – escribió en 1974 – esta es sin lugar a dudas una de las mas dolorosas. Se trata de la interrupción del embarazo mediante el asesinato de niños no nacidos en el vientre de la madre. Una herida a la cual se agrega el temor por el futuro de toda una Nación, que en los últimos años debido a la violación del quinto mandamiento de Dios ha perdido millones de hijos e hijas. Una herida a la cual se une a su vez una profunda preocupación por las almas y por las conciencias cristianas expuestas no solo al peligro de terribles pecados, sino también al riesgo de la perdida de la sensibilidad moral» Acompañando el compromiso de Karol Wojtyla a favor de la vida siempre iba aquel a favor del matrimonio y la familia, de los cuales al entonas Arzobispo de Cracovia, Pastor atento a las necesidades de los esposos y padres, fue defensor intransigente.
Al régimen que trataba de sofocar la acción pastoral de la Iglesia, negándole permiso para construir iglesias en los nuevos barrios que iban surgiendo y para la construcción de iglesias en general, Karol Wojtyla recordaba intrépidamente: «En nuestra realidad social esta es una prueba concreta del respeto a los derechos civiles, a la libertad religiosa y al derecho constitucional de la Iglesia a cumplir su misión esencial» Un caso emblemático fue el barrio industrial de Nowa Huta proyectado como modelo de una ciudad socialista sin iglesias, donde fueron los mismos obreros que se rebelaron reclamando su derecho a la libertad religiosa.
Otro campo de batalla estratégico de Karol Wojtyla en tiempos del comunismo fue la juventud. Frente a los obstáculos impuestos a la enseñanza de la religión, el Arzobispo de Cracovia escribía a los jóvenes: «Recordad que la participación en las catequesis es la expresión de una libertad fundamental del hombre cristiano, la libertad religiosa y la libertad de conciencia son derechos básicos de la persona humana en la sociedad y en el Estado. Participando de las catequesis y de la vida religiosa en vuestras parroquias y en vuestras comunidades juveniles, ustedes contribuyen a la consolidación de este derecho en la vida de toda nuestra sociedad.»
Cuando el régimen ateo vuelve a eliminar las expresiones publicas del culto religioso, el Arzobispo de Cracovia reclama con fuerza el derecho al culto publico de la Eucaristía en Cracovia, afirmando: «Hace años que venimos pidiendo que la procesión de Corpus Christi, de antigua tradición, pueda llegar hasta la Plaza del Mercado de Cracovia. Lo exige el respeto a esta tradición y lo exige el respeto a los derechos de los creyentes que forman parte de los derechos del hombre reconocidos universalmente y reconocidos también en nuestra Constitución.» Lamentablemente este permiso nunca llego durante su permanencia en Cracovia. Pero hoy es oportuno volver a escuchar las palabras que el pronuncio durante el ultimo Corpus Christi celebrado en 1978 entre su gente y que, después de 25 años cobran asombrosa actualidad. Decía entonces:«Nosotros miramos por lo tanto a la causa de la paz a través de la causa del hombre y sostenemos que – si en el mundo no madura el sentido profundo del valor del hombre, si no madura la convicción que jamás debe ser privado de sus derechos, derechos innatos e inalienables, que no se lo debe limitar, atropellar, encarcelar por sus convicciones, que no se deben llevar a cabo actos de terrorismo que hacen temblar al mundo – si todo ello no madura desde la base a la cima, la causa de la paz se halla en peligro»
Otra fuerte batalla encarada por Karol Wojtyla, fue la de la formación académica del clero. Después de la clausura de la Facultad de Teología de la Universidad Jaguellonica en 1954, se instituyo una Facultad pontifica autónoma que sin embargo no fue reconocida, sino obstaculizada por el Estado. El Arzobispo no perdía ocasión de recordar a las autoridades que «la clausura de la Facultad de Teología de la Universidad Jaguellonica en Cracovia fue una dolorosa injusticia para la Iglesia y para la comunidad católica. Y al mismo una dolorosa injusticia para historia y la cultura polaca» En la Polonia de aquellos años todos – desde intelectuales, hombres de ciencia, personas de gran cultura hasta los obreros y la gente de los barrios populares – veían y reconocían en el Obispo un defensor inclaudicable de sus derechos fundamentales.
Todo lo dicho ayudara para que sea mas fácil entender las palabras que Juan Pablo II escribe en su primera encíclica programática Redemptor hominis: «[El] hombre es el primer camino que la Iglesia debe recorrer en el cumplimiento de su misión, él es el camino primero y fundamental de la Iglesia, camino trazado por Cristo mismo, vía que inmutablemente conduce a través del misterio de la Encarnación y de la Redención.»
5 de 10 “capitulos” de la ponencia de Mons. Stanislaw Rylko / Presidente del Consejo Pontificio para los Laicos
5. En los años difíciles del régimen comunista ateo, en la cuna de la memoria viva de san Estanislao, el Arzobispo de Cracovia Karol Wojtyla, fue un valiente defensor de los derechos fundamentales de la persona humana. Podríamos citar cantidades de ejemplos. Me limitaré, sin embargo, a algunos de los mas significativos. Una de las prioridades de su compromiso a favor del hombre fue la batalla por la defensa del derecho a la vida contra la ley del aborto. «Entre todas las heridas de la Iglesia y del pueblo católico en Polonia – escribió en 1974 – esta es sin lugar a dudas una de las mas dolorosas. Se trata de la interrupción del embarazo mediante el asesinato de niños no nacidos en el vientre de la madre. Una herida a la cual se agrega el temor por el futuro de toda una Nación, que en los últimos años debido a la violación del quinto mandamiento de Dios ha perdido millones de hijos e hijas. Una herida a la cual se une a su vez una profunda preocupación por las almas y por las conciencias cristianas expuestas no solo al peligro de terribles pecados, sino también al riesgo de la perdida de la sensibilidad moral» Acompañando el compromiso de Karol Wojtyla a favor de la vida siempre iba aquel a favor del matrimonio y la familia, de los cuales al entonas Arzobispo de Cracovia, Pastor atento a las necesidades de los esposos y padres, fue defensor intransigente.
Al régimen que trataba de sofocar la acción pastoral de la Iglesia, negándole permiso para construir iglesias en los nuevos barrios que iban surgiendo y para la construcción de iglesias en general, Karol Wojtyla recordaba intrépidamente: «En nuestra realidad social esta es una prueba concreta del respeto a los derechos civiles, a la libertad religiosa y al derecho constitucional de la Iglesia a cumplir su misión esencial» Un caso emblemático fue el barrio industrial de Nowa Huta proyectado como modelo de una ciudad socialista sin iglesias, donde fueron los mismos obreros que se rebelaron reclamando su derecho a la libertad religiosa.
Otro campo de batalla estratégico de Karol Wojtyla en tiempos del comunismo fue la juventud. Frente a los obstáculos impuestos a la enseñanza de la religión, el Arzobispo de Cracovia escribía a los jóvenes: «Recordad que la participación en las catequesis es la expresión de una libertad fundamental del hombre cristiano, la libertad religiosa y la libertad de conciencia son derechos básicos de la persona humana en la sociedad y en el Estado. Participando de las catequesis y de la vida religiosa en vuestras parroquias y en vuestras comunidades juveniles, ustedes contribuyen a la consolidación de este derecho en la vida de toda nuestra sociedad.»
Cuando el régimen ateo vuelve a eliminar las expresiones publicas del culto religioso, el Arzobispo de Cracovia reclama con fuerza el derecho al culto publico de la Eucaristía en Cracovia, afirmando: «Hace años que venimos pidiendo que la procesión de Corpus Christi, de antigua tradición, pueda llegar hasta la Plaza del Mercado de Cracovia. Lo exige el respeto a esta tradición y lo exige el respeto a los derechos de los creyentes que forman parte de los derechos del hombre reconocidos universalmente y reconocidos también en nuestra Constitución.» Lamentablemente este permiso nunca llego durante su permanencia en Cracovia. Pero hoy es oportuno volver a escuchar las palabras que el pronuncio durante el ultimo Corpus Christi celebrado en 1978 entre su gente y que, después de 25 años cobran asombrosa actualidad. Decía entonces:«Nosotros miramos por lo tanto a la causa de la paz a través de la causa del hombre y sostenemos que – si en el mundo no madura el sentido profundo del valor del hombre, si no madura la convicción que jamás debe ser privado de sus derechos, derechos innatos e inalienables, que no se lo debe limitar, atropellar, encarcelar por sus convicciones, que no se deben llevar a cabo actos de terrorismo que hacen temblar al mundo – si todo ello no madura desde la base a la cima, la causa de la paz se halla en peligro»
Otra fuerte batalla encarada por Karol Wojtyla, fue la de la formación académica del clero. Después de la clausura de la Facultad de Teología de la Universidad Jaguellonica en 1954, se instituyo una Facultad pontifica autónoma que sin embargo no fue reconocida, sino obstaculizada por el Estado. El Arzobispo no perdía ocasión de recordar a las autoridades que «la clausura de la Facultad de Teología de la Universidad Jaguellonica en Cracovia fue una dolorosa injusticia para la Iglesia y para la comunidad católica. Y al mismo una dolorosa injusticia para historia y la cultura polaca» En la Polonia de aquellos años todos – desde intelectuales, hombres de ciencia, personas de gran cultura hasta los obreros y la gente de los barrios populares – veían y reconocían en el Obispo un defensor inclaudicable de sus derechos fundamentales.
Todo lo dicho ayudara para que sea mas fácil entender las palabras que Juan Pablo II escribe en su primera encíclica programática Redemptor hominis: «[El] hombre es el primer camino que la Iglesia debe recorrer en el cumplimiento de su misión, él es el camino primero y fundamental de la Iglesia, camino trazado por Cristo mismo, vía que inmutablemente conduce a través del misterio de la Encarnación y de la Redención.»
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