Con
ocasión de la canonización de Juan Pablo II vemos aparecer nuevos libros casi a
diario. Esta vez se trata de “Giovanni Paolo II – L´uomo, il Papa, il santo”
obra que fue presentada esta tarde en la “Universidad del Papa” el Angelicum, Pontificia Universidad de Santo Tomas de Roma y durante la Audiencia General de
hoy se le entregó un ejemplar al Papa Francisco.
Entre
los testimonios que contiene el libro hay uno del Arzobispo Piero Marini, que
fuera Maestro de Celebraciones Litúrgicas Pontificias durante el pontificado del Papa Juan
Pablo II. Alessandro Gisotti de Radiogiornale Vaticana ha entrevistado a Mons.
Marini, quien actualmente se desempaña como Presidente del Pontificio Comité
para Congresos Eucarísticos Internacionales. Gisotti le pregunta a Mons. Marini
acerca de su primer encuentro con Karol Wojtyla.
Marini - Mi primer encuentro con Karol Wojtyla fue en Cracovia, en 1973, durante un
viaje del cardenal Prefecto de la Congregación para el Culto Divino, a quien
acompañé por casi todas las diócesis de Polonia. Allí vi por primera vez a este
arzobispo de Cracovia, muy amable…. Recuerdo sobre todo su cercanía con la
gente. De las celebraciones de las Misas
que aun recuerdo bien están primero la Misa de san Estanislao, con una gran
peregrinación, interminable: después la Misa en una parroquia de Nova Huta, que el mismo había construido – recuerdo esa cercanía con la gente y veo en el
sobre todo al pastor tal como lo había delineado el Concilio Vaticano II.
Recuerdo que después de aquellos momentos, siempre seguía un encuentro con la
asamblea, con la gente: fuera del templo
se quedaban con el. Recuerdo aquellos
campesinos que venían probablemente de Zakopane, vestidos con sus
trajes regionales….Me causo una bellísima impresión, la de un pastor cercano, digamos
“al estilo Francisco”: un pastor que verdaderamente sentía “el olor de las
ovejas” verdaderamente.
Usted estuvo junto a Juan Pablo II
durante mucho tiempo. En algún momento
pensó “Este hombre es un santo?”
Marini - Si, en realidad la reflexión sobre su santidad, al menos en lo que a mi experiencia se refiere, la he tenido muchas veces, sobre todo cuando lo veía tan concentrado en la oración, antes de la celebración, durante la celebración y después. Pensar en su santidad, sin embargo, fue algo que ocurrió más tarde, reflexionando precisamente sobre su vida, y por primera vez de modo más serio con ocasión de la beatificación, recordando su forma de ser, su modo de ser en relación con la gente. Recuerdo que al inicio de su Pontificado, cuando al final de la Misa se mezcló con la gente y el ceremoniero trataba de detenerlo…. Asi es, para mi la Beatificaciòn ha sido la verdadera ocasión para reflexionar sobre su vida, repensando también el Concilio que nos había recordado a todos los sacerdotes, a los obispos, que podemos ser santos sin hacer cosas extraordinarias, sino haciendo bien el deber de cada uno. Y así he comenzado a reflexionar sobre su santidad, que no era la santidad de un líder, sino la santidad de la vida cotidiana: de aquello para lo cual lo había llamado el Señor primero en Cracovia y después como obispo de toda la Iglesia durante su pontificado. Ha convertido en extraordinarias las cosas ordinarias de la vida!
Marini - Si, en realidad la reflexión sobre su santidad, al menos en lo que a mi experiencia se refiere, la he tenido muchas veces, sobre todo cuando lo veía tan concentrado en la oración, antes de la celebración, durante la celebración y después. Pensar en su santidad, sin embargo, fue algo que ocurrió más tarde, reflexionando precisamente sobre su vida, y por primera vez de modo más serio con ocasión de la beatificación, recordando su forma de ser, su modo de ser en relación con la gente. Recuerdo que al inicio de su Pontificado, cuando al final de la Misa se mezcló con la gente y el ceremoniero trataba de detenerlo…. Asi es, para mi la Beatificaciòn ha sido la verdadera ocasión para reflexionar sobre su vida, repensando también el Concilio que nos había recordado a todos los sacerdotes, a los obispos, que podemos ser santos sin hacer cosas extraordinarias, sino haciendo bien el deber de cada uno. Y así he comenzado a reflexionar sobre su santidad, que no era la santidad de un líder, sino la santidad de la vida cotidiana: de aquello para lo cual lo había llamado el Señor primero en Cracovia y después como obispo de toda la Iglesia durante su pontificado. Ha convertido en extraordinarias las cosas ordinarias de la vida!
Usted estaba literalmente a unos pasos del latido del corazón de Karol Wojtyla cuando celebraba la Misa: que le impresionaba más de la dimensión orante de Juan Pablo II?
Marini - Creía en aquello que hacia! Cuando rezaba, rezaba porque creía en su oración.
No temía orar en público, de hacer gestos que quizás le hubiesen presentado
dificultades a otros. Era un hombre
autentico, que tenía sus momentos de intimidad, de coloquio con Dios. Esta era
la sensación que me daba a mí y aun hoy me edifica pensar en aquellos momentos
de oración que comenzaban ya en la sacristía.
Una oración que era personal, pero a su vez sencilla y cercana a
cualquiera de nosotros, como la oración de las cuentas del Rosario, o las veces
que hacia detener el auto en algún momento del viaje para celebrar la Liturgia
de las Horas….Era un hombre para quien la oración figuraba en primer lugar.
Todos recordamos el grito contra la mafia del Papa en Agrigento y recordamos también las imágenes: usted estaba detrás suyo, a pocos pasos del Papa. Este coraje, este “no tener miedo” - encarnado tan bien en aquel momento – es para usted una faceta de la santidad de Karol Wojtyla?
Marini - Si, era el coraje de un hombre convencido. El
me lo comentaba varias veces: “Yo soy un Papa bueno, cercano, amable en la vida
y en las relaciones con los demás, pero muy diferente cuando se trata de
defender los principios!” Y para él la vida era uno de los principios que
defendía. Recuerdo aquel momento en Agrigento, aquel grito del Papa, tan cargado
de convencimiento, de coraje, que casi daba miedo. Recuerdo más o menos lo
mismo en Varsovia, durante una celebración en la cual defendía la vida en el
seno materno. Esos eran los momentos en los cuales irradiaba todo ese
convencimiento que llevaba adentro y que era el fundamento de su forma de ser
cotidiana.
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