Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

martes, 31 de diciembre de 2024

Agradecer las gracias de Dios

 


“La gracia es una realidad interior. Es una pulsación misteriosa de la vida divina en las almas humanas. Es un ritmo interior de la intimidad de Dios con nosotros, y por lo tanto también de nuestra intimidad con Dios. Es la fuente de todo verdadero bien en nuestra vida. Y es el fundamento del bien que no pasa. Mediante la gracia vivimos ya en Dios, en la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, aunque nuestra vida se desarrolle aún en este mundo. La gracia da valor sobrenatural a cada vida, aunque esta vida sea, humanamente y según los criterios de la temporalidad. muy pobre, no llamativa y difícil.

Es necesario, pues, agradecer hoy cada una de las gracias de Dios que ha sido comunicada a cualquier hombre: no sólo a cada uno de nosotros aquí presentes, sino a cada uno de nuestros hermanos y hermanas en todas las partes de la tierra.

De este modo nuestro himno de acción de gracias unido al último día del año, que está para acabar, se convertirá como en una gran síntesis. En esta síntesis estará presente toda la Iglesia, porque ella es, como nos enseña el Concilio, un sacramento de la salvación humana (cf. Constitución dogmática Lumen gentium, 1, 1).

Cristo, de cuya plenitud recibimos todos gracia sobre gracia, es precisamente el "Cristo de la Iglesia"; y la Iglesia es ese Cuerpo místico que reviste constantemente el Verbo Eterno nacido de la Virgen en el tiempo.”

 

(Juan Pablo II Acción de Gracias en la Iglesia  Del Gesù – 31 de diciembre de 1979)

 

Dos dimensiones del tiempo - Te deus laudamus - Cristo en el centro de la historia y del cosmos

 


“1. Te Deum laudamus! Así canta la Iglesia su gratitud a Dios, mientras se alegra aún por la Navidad del Señor. En la sugestiva celebración de esta tarde nuestra atención se centra en el encuentro ideal del año solar con el litúrgico, dos ciclos temporales que implican dos dimensiones del tiempo.

En la primera dimensión, los días, los meses y los años se suceden según un ritmo cósmico, en el que la mente humana reconoce la huella de la Sabiduría creadora de Dios. Por eso la Iglesia exclama: Te Deum laudamus!

2. La segunda dimensión del tiempo que la celebración de esta tarde nos manifiesta es la de la historia de la salvación. En su centro y cumbre está el misterio de Cristo. Nos lo acaba de recordar el apóstol san Pablo: "Cuando llegó la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo" (Ga 4, 4). Cristo es el centro de la historia y del cosmos; es el nuevo Sol que surgió en el mundo "de lo alto" (cf. Lc 1, 78), un Sol que lo orienta todo hacia el fin último de la historia.

En estos días, entre Navidad y fin de año, estas dos dimensiones del tiempo se entrelazan con particular elocuencia. Es como si la eternidad de Dios viniera a visitar el tiempo del hombre. De este modo, el Eterno se hace "instante" presente, para que la repetición cíclica de los días y los años no acabe en el vacío del sin sentido.

3. Te Deum laudamus! Sí, te alabamos, Padre, Señor del cielo y de la tierra. Te damos gracias porque has enviado a tu Hijo, hecho Niño pequeño, para dar plenitud al tiempo. Así te ha complacido a ti (cf. Mt 11, 25-26). En él, tu Hijo unigénito, has abierto a la humanidad el camino de la salvación eterna.

Te elevamos nuestra solemne acción de gracias por los innumerables beneficios que nos has concedido a lo largo de este año. Te alabamos y te damos gracias juntamente con María, "que dio al mundo al autor de la vida" (Antífona de la liturgia).”


 

 

sábado, 28 de diciembre de 2024

La Navidad: tiempo de reflexión y de decisión

 



Y nos hemos arrodillado en adoración ante este Niño, que es el Verbo divino, hecho hombre por nuestra salvación: "En el principio existía el Verbo y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios... Todo se hizo por Él... Y el Verbo se hizo carne, y puso su morada entre nosotros" (Jn 1, 1-3. 14).


 

La Navidad es, por consiguiente, un tiempo de reflexión que no puede menos de tener impacto en toda la vida. En efecto, con la Navidad comienza la nueva historia de la humanidad, historia en la que la salvación divina sale al encuentro del pecado del hombre.

 

Nuestro mundo está distraído por muchos intereses y atractivos; se halla desconcertado, a menudo decepcionado, preocupado, e incluso a veces angustiado, porque persisten amenazas, enfrentamientos y sufrimientos. En Navidad se siente la necesidad de revisar el sentido auténtico de la propia vida y afloran al espíritu las más elevadas aspiraciones a la solidaridad y a la paz.

 

En muchas personas queda, sin embargo, una sensación de perplejidad y de malestar espiritual ante el misterio de la Encarnación. Estarían dispuestas a aceptarlo "como una dulce y profunda alegoría, pero no como una verdad desnuda y cruda". Ya lo notaba Romano Guardini (El Señor, parte I, cap. III), el cual observaba: Es preciso "rodear este misterio, que es el misterio central del cristianismo, de vigilancia sosegada, temblorosa y suplicante; entonces, por fin, se nos revelara también su sentido. Y, mientras tanto, valga como consigna: Estas cosas las hace el Amor".

Con la ayuda de la gracia es necesario ponerse en la perspectiva del misterio y del amor para llegar a la certeza de la verdadera identidad del Niño nacido en Belén.

(…)

La reflexión que la Navidad suscita en los creyentes se convierte, por tanto también en momento de alegría íntima y profunda. Es la alegría que experimenta María por su maternidad divina (cf. Lc 1, 46-47); es la alegría que el ángel anuncia a los pastores de Belén en la noche santa; es la alegría de los Magos cuando vuelven a ver la estrella misteriosa de su viaje (cf. Mt 2, 10); y es, por último, la alegría que Jesús promete y da a los Apóstoles y a sus fieles, y que hará exclamar a san Pablo: "Estoy lleno de consuelo y sobreabundó de gozo en todas nuestras tribulaciones" (2 Co 7, 4).

En efecto, frente al misterio de la Encarnación se puede descubrir que la vida de cada persona y de todo el género humano tiene un significado que sobrepasa el tiempo y desemboca en la eternidad.

 Jesús el Verbo encarnado, al insertarse en la historia humana nos garantiza que en ella se hallan presentes Dios y su providencia su amor y su misericordia. Dios tiene un plan de salvación para todos y espera nuestra adhesión.

La Navidad, por lo tanto, se transforma también en momento de decisión…Con motivo de la crisis de la cultura moderna, los creyentes se encuentran ante tres grandes clases de personas en dificultad: "Quienes no creen todavía; quienes han nacido en el seno de pueblos cristianos considerados entre los más fieles, pero que hoy ya no creen; y quienes, aunque tienen el don de la fe, no son capaces de conformar su propia vida con el Evangelio" (Discurso en la Pontificia Universidad de Santo Tomás de Aquino, 24 de noviembre de 1994, n. 3; cf. L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 16 de diciembre de 1994, p. 8). Quiera Dios que la solemnidad de la Navidad impulse a todo bautizado a ser testigo intrépido de la fe cristiana, mediante la palabra y el ejemplo, la oración asidua y la caridad generosa hacia todos los hermanos, especialmente hacia los más necesitados.

 

(Juan Pablo II Audiencia General 28 de diciembre de 1994)

 

Navidad “Fiesta de la Luz”

 

La Navidad se llama también la “Fiesta de la Luz”, porque Jesús es la Verdad que nace en Belén para ser la “Luz” del mundo. San Pablo dice que “Él es imagen de Dios invisible”, que nos “libró del poder de las tinieblas (cf. Col 1, 13-15). El Concilio Vaticano II, por su parte, después de haber puesto de relieve que el hombre con sus dramáticos interrogantes “resulta para sí mismo un problema no resuelto, percibido con cierta oscuridad”, afirma que el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado... Cristo, en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación” (Gaudium et spes, 21d y 22a).

Y es precisamente el mensaje de la Navidad el que arroja luz sobre el hecho temporal, pero también profundamente existencial, del final del año.

(…)

Nuestra vida se consume; nuestros años se van... Y ¿dónde? ¿Dónde va a parar este tiempo, que arrastra inexorablemente a la historia humana y la existencia personal de cada uno? Y aquí es donde la Navidad extiende ya su primera y maravillosa luz: La historia humana no es un laberinto absurdo y nuestra vida no va a parar a la muerte y a la nada. Jesús, con su divina e inefable Palabra, nos dice que Dios ha creado al hombre por amor y que espera de él, durante la existencia terrena, una respuesta de amor, para hacerlo partícipe después, más allá del tiempo, de su Amor eterno. Sabemos por la Sagrada Escritura que “no tenemos aquí ciudad permanente, sino que andamos buscando la del futuro” (Heb 13, 14). 

(…)

La luz de Belén ilumina también el paso al Año Nuevo. En efecto, a Belén ―como dice el Evangelista Juan― llegó “la luz verdadera que ilumina a todo hombre... Pues de su plenitud hemos recibido todos, y gracia por gracia” (Jn 1, 9. 16). La Navidad nos exhorta y nos impele a tener confianza y valor para hacer el bien, para dar testimonio de la fe cristiana con la integridad de la doctrina y la coherencia de vida, para comprometernos en la labor de santificación personal, levantando siempre la mirada del tiempo hacia la eternidad: “¡Oh día luminosísimo de la eternidad ―exclama el autor de la Imitación de Cristo―, que la noche no puede oscurecer porque la suma Verdad lo hace siempre resplandecer: Día siempre alegre, siempre seguro y que nunca sufre cambios!” (L. III, cap. 48, n. 1).

¡Amadísimos! La luz de Navidad ilumine y acompañe a cada uno de vosotros en vuestro trabajo, en vuestros afanes, en la dedicación a vuestras familias, durante todo el Año Nuevo que vamos a comenzar,

 

(JuanPablo II Audiencia General 28 de diciembre de 1988)

viernes, 20 de diciembre de 2024

Última semana de Adviento: el tiempo de la invitación

 


“Todo el Adviento es un período de espera y preparación a la venida del Salvador. La última semana de Adviento podría llamarse el tiempo de la invitación. En estos días que preceden inmediatamente a Navidad, la Iglesia invita. Invita a través de toda su liturgia en la que ocupan puesto particular a lo largo de estos días, las llamadas "Antífonas mayores", unidas al canto del Magníficat durante las Vísperas. Son preciosas y, al mismo tiempo sencillas y profundas de contenido. La Antífona de hoy, última de este ciclo (en efecto mañana es la Vigilia), se dirige con estas palabras a Aquel que debe venir:


 "O Emmanuel, rex et Legifer noster, exspectatio gentium et salvator earum: veni ad salvandum nos, Domine Deus noster


".

"¡Oh Emmanuel, / nuestro Rey, Salvador de las naciones, / esperanza de los pueblos, / ven a libertarnos, Señor; no tardes ya! / Ven pronto, Señor. ¡Ven, Salvador!".

 

¡Emmanuel! Es la última invocación; la última palabra de estas Antífonas invitantes. Parece testimoniar que la invitación ha sido correspondida porque "Emmanuel" habla de que Dios está con nosotros. De modo que la última de estas grandes Antífonas de Adviento expresa la certeza de la venida del Señor. Habla ya de su presencia en medio de nosotros.

 

Si tenemos en cuenta las circunstancias del nacimiento de Dios, si recordamos que "no había sitio para ellos en el mesón" (Lc 2, 7), comprenderemos todavía mejor la invitación de la liturgia de Adviento y la expresaremos con paz interior muy profunda. Y con amor muy grande a Aquel que está a punto de llegar.”

 

(Juan Pablo II –Ángelus 23 de diciembre de 1979

 

jueves, 19 de diciembre de 2024

La fe de María a partir del gran misterio de la Anunciación.

 


«Chaîre kecharitomene, ho Kyrios meta sou»

 «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo» (Lc 1, 28)…

(…)  Pero, ¿por qué se invita a María a alegrarse de este modo? La respuesta se encuentra en la segunda parte del saludo: «El Señor está contigo». También aquí para comprender bien el sentido de la expresión, debemos recurrir al Antiguo Testamento. En el Libro de Sofonías encontramos esta expresión «Alégrate, hija de Sión... El Rey de Israel, el Señor, está en medio de ti... El Señor tu Dios está en medio de ti, valiente y salvador» (3, 14-17). En estas palabras hay una doble promesa hecha a Israel, a la hija de Sión: Dios vendrá como salvador y establecerá su morada precisamente en medio de su pueblo, en el seno de la hija de Sión. En el diálogo entre el ángel y María se realiza exactamente esta promesa: María se identifica con el pueblo al que Dios tomó como esposa, es realmente la Hija de Sión en persona; en ella se cumple la espera de la venida definitiva de Dios, en ella establece su morada el Dios viviente.

En el saludo del ángel, se llama a María «llena de gracia»; en griego el término «gracia», charis, tiene la misma raíz lingüística de la palabra «alegría». También en esta expresión se clarifica ulteriormente la fuente de la alegría de María: la alegría proviene de la gracia; es decir, proviene de la comunión con Dios, del tener una conexión vital con Él, del ser morada del Espíritu Santo, totalmente plasmada por la acción de Dios. María es la criatura que de modo único ha abierto de par en par la puerta a su Creador, se puso en sus manos, sin límites. Ella vive totalmente de la y en relación con el Señor; está en actitud de escucha, atenta a captar los signos de Dios en el camino de su pueblo; está inserta en una historia de fe y de esperanza en las promesas de Dios, que constituye el tejido de su existencia. Y se somete libremente a la palabra recibida, a la voluntad divina en la obediencia de la fe.

El evangelista Lucas narra la vicisitud de María a través de un fino paralelismo con la vicisitud de Abrahán. Como el gran Patriarca es el padre de los creyentes, que ha respondido a la llamada de Dios para que saliera de la tierra donde vivía, de sus seguridades, a fin de comenzar el camino hacia una tierra desconocida y que poseía sólo en la promesa divina, igual María se abandona con plena confianza en la palabra que le anuncia el mensajero de Dios y se convierte en modelo y madre de todos los creyentes.

 (De la Audiencia General del Papa Benedicto XVI del 19 de diciembre de 2012)

viernes, 6 de diciembre de 2024

"Yo soy la Inmaculada Concepción".

 


Era el año que se celebraba el 150º Aniversario de la definición solemne del dogma proclamado el 8 de diciembre de 1984 por Pío IX "Ineffabilis Deus"sobre la Inmaculada Concepciòn.


Era la última peregrinación del Siervo de Dios Juan Pablo II a la gruta de Massabielle
Su última celebración de la solemnidad de la Inmaculada entre nosotros y desde Lourdes, en la  homilia de la Santa Misa nos recordaba:
  

Hoy la Iglesia celebra la gloriosa Asunción de María al cielo en cuerpo y alma.

Los dogmas de la Inmaculada Concepción y la Asunción están íntimamente unidos entre sí. Ambos proclaman la gloria de Cristo Redentor y la santidad de María, cuyo destino humano ya desde ahora está perfecta y definitivamente realizado en Dios. "Cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os tomaré conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros", nos ha dicho Jesús (Jn 14, 3).

María es la prenda del cumplimiento de la promesa de Cristo. Su Asunción se convierte así, para nosotros, en "signo de esperanza segura y de consuelo" (cf.  Lumen Gentium, 68)

 Y, como siempre, tenia palabras para todos:

“La Virgen Inmaculada nos habla también a nosotros... Escuchémosla. Escuchad ante todo vosotros, jóvenes, que buscáis una respuesta capaz de dar sentido a vuestra vida. Aquí la podéis encontrar. Es una respuesta exigente, pero es la única respuesta que vale. En ella reside el secreto de la alegría verdadera y de la paz.

Desde esta gruta os hago una llamada especial a vosotras, las mujeres. Al aparecerse en la gruta, María encomendó su mensaje a una muchacha, como para subrayar la misión peculiar que corresponde a la mujer en nuestro tiempo, tentado por el materialismo y la secularización: ser en la sociedad de hoy testigo de los valores esenciales que sólo se perciben con los ojos del corazón. A vosotras, las mujeres, corresponde ser centinelas del Invisible.

 A todos vosotros, queridos hermanos y hermanas, os dirijo un apremiante llamamiento para que hagáis todo cuanto esté a vuestro alcance a fin de que la vida, toda vida, sea respetada desde la concepción hasta su término natural. La vida es un don sagrado, del que nadie puede hacerse dueño.

La Virgen de Lourdes tiene, por último, un mensaje para todos.

Es este: sed mujeres y hombres libres. Pero recordad: la libertad humana es una libertad marcada por el pecado. Ella misma necesita también ser liberada. Cristo es su liberador, pues "para ser libres nos ha liberado" (Ga 5, 1). Defended vuestra libertad. Sabemos que para esto podemos contar con Aquella que, al no haber cedido jamás al pecado, es la única criatura perfectamente libre. A ella os encomiendo.

 

Caminad con María por las sendas de la plena realización de vuestra humanidad.”

Segundo Domingo de Adviento

 


«Preparad el camino del Señor, allanad su senderos. Todos verán la salvación de Dios» (Aleluya; cf. Lc 3, 4. 6).

“El eco de la predicación de Juan Bautista, la «voz que grita en el desierto» (Lc 3, 4; cf. Is 40, 3), llega hasta nosotros en este segundo domingo de Adviento. Él, que es el Precursor, el que recibió la misión de preparar al pueblo elegido para la venida del Salvador prometido, sigue invitándonos también hoy a la conversión, para salir al encuentro del Señor que viene.

«Revístete de las galas perpetuas de la gloria que Dios te da» (Ba 5, 1). Con esta exhortación, en la época del exilio babilónico, el profeta Baruc invitaba a sus compatriotas a recorrer el sendero de la santidad. Y ahora nos impulsa también a nosotros a tender siempre a la santidad, para salir al encuentro, del Señor que viene, con las buenas obras. En efecto, para este fin estamos llamados a rebajar «todos los montes elevados, todas las colinas encumbradas» y a «llenar los barrancos» (Ba 5, 7).

Es lo mismo que nos recomienda el profeta Isaías, cuyas palabras san Lucas refiere a la misión del Bautista. Nos exhortan a enderezar los senderos de la injusticia y allanar los lugares escabrosos de la mentira, a rebajar los montes del orgullo y llenar los barrancos de la duda y del desaliento (cf. Lc 3, 4-5).

(de la homilía de Juan Pablo II en su visita a la parroquia romana de Santo Domingo Savio el domingo 7 de diciembre de 1997)

 

Adviento: el sentido de una presencia

 


“…el apóstol san Pablo nos invita a preparar la "venida de nuestro Señor Jesucristo" (1 Ts 5, 23) conservándonos sin mancha, con la gracia de Dios. San Pablo usa precisamente la palabra "venida", parousia, en latín adventus, de donde viene el término Adviento.
"presencia", "llegada", "venida” "visita"…
“El Adviento, este tiempo litúrgico fuerte …nos invita a detenernos, en silencio, para captar una presencia…”


[…]


“En la vida, el hombre está constantemente a la espera: cuando es niño quiere crecer; cuando es adulto busca la realización y el éxito; cuando es de edad avanzada aspira al merecido descanso. Pero llega el momento en que descubre que ha esperado demasiado poco si, fuera de la profesión o de la posición social, no le queda nada más que esperar. La esperanza marca el camino de la humanidad, pero para los cristianos está animada por una certeza: el Señor está presente a lo largo de nuestra vida, nos acompaña y un día enjugará también nuestras lágrimas. Un día, no lejano, todo encontrará su cumplimiento en el reino de Dios, reino de justicia y de paz.


Existen maneras muy distintas de esperar. Si el tiempo no está lleno de un presente cargado de sentido, la espera puede resultar insoportable; si se espera algo, pero en este momento no hay nada, es decir, si el presente está vacío, cada instante que pasa parece exageradamente largo, y la espera se transforma en un peso demasiado grande, porque el futuro es del todo incierto. En cambio, cuando el tiempo está cargado de sentido, y en cada instante percibimos algo específico y positivo, entonces la alegría de la espera hace más valioso el presente… vivamos intensamente el presente, donde ya nos alcanzan los dones del Señor, vivámoslo proyectados hacia el futuro, un futuro lleno de esperanza. De este modo, el Adviento cristiano es una ocasión para despertar de nuevo en nosotros el sentido verdadero de la espera, volviendo al corazón de nuestra fe, que es el misterio de Cristo, el Mesías esperado durante muchos siglos y que nació en la pobreza de Belén. Al venir entre nosotros, nos trajo y sigue ofreciéndonos el don de su amor y de su salvación. Presente entre nosotros, nos habla de muchas maneras: en la Sagrada Escritura, en el año litúrgico, en los santos, en los acontecimientos de la vida cotidiana, en toda la creación, que cambia de aspecto si detrás de ella se encuentra él o si está ofuscada por la niebla de un origen y un futuro inciertos.”

 (de la homilia del Papa Benedicto XVI para las primeras vísperas de Adviento noviembre 2009)


viernes, 29 de noviembre de 2024

Primer domingo de Adviento de 1978 - El primer Adviento de Juan Pablo II

 

"Ven, Señor Jesús" (Ap 22, 20)



En el Ángelus de su primer domingo de Adviento, como Sumo Pontífice, el Papa Juan Pablo II nos invitaba a prepararnos para la “venida” de Dios al hombre:


“Hoy es el primer domingo de Adviento. Comienza el nuevo año litúrgico: cada año, en efecto, empezando desde el primer domingo de Adviento, la Iglesia, a través del ciclo de domingos y fiestas, procura hacernos partícipes de la obra salvífica de Dios en la historia del hombre, de la humanidad y del mundo. Precisamente por este "adviento", que quiere decir "venida", Dios viene al hombre, y ésta es una dimensión fundamental de nuestra fe. Nosotros vivimos nuestra fe cuando estamos abiertos a la venida de Dios, cuando perseveramos en el Adviento. […]


Pienso sobre todo en el Adviento que se realiza en el sacramento del santo bautismo. Un hombre viene al mundo: nace como hijo de sus padres; viene al mundo con la herencia del pecado original. Los padres, conscientes de tal herencia e inspirados por la fe en la palabra de Cristo, llevan a su hijo al bautismo. Desean abrir el alma de su niño a la venida del Salvador, a su "Adviento". De esta manera el Adviento señala el comienzo de la nueva vida: en cierto sentido se le quita a ese niño el sello del pecado original y se le injerta el principio de la vida nueva, de la vida divina. Porque Cristo no viene "con las manos vacías"; nos trae la vida divina; quiere que nosotros tengamos vida y la tengamos en abundancia (cf. Jn 10, 10)”


Ese primer domingo de adviento – 3 de diciembre de 1978- como obispo de Roma realizaba su primera visita pastoral a una parroquia romana: San Francisco Javier en la Garbatella, que habia frecuentado ya durante su permanencia en Roma como estudiante, para ayudar en la pastoral (invito ver mi entrada San Francisco Javier en la Garbatella)


Recordamos recordamos tambièn un nuevo aniversario de la publicación de la encíclica  Dives in Misericordia dada a conocer un primer domingo de adviento, el 30 de noviembre de 1980.






 

miércoles, 27 de noviembre de 2024

La metáfora de las “dos alas” Fides et ratio – Filippo Morlacchi

 


«La fe y la razón son como las dos alas con que el espíritu   humano se eleva hacia la contemplación de la verdad. Es Dios quien ha puesto en el corazón del hombre el dseo de conocer la verdad y, en definitiva, de conocerlo a Él para que, conociéndolo y amándolo, pueda alcanzar la verdad plena sobre el mismo.»

La metáfora de las “dos alas” con que comienza la Encíclica Fides et Ratio (1998)  se ha hecho famosa, y encierra en una imagen poética y sugerente la idea principal de este texto, que se encuentra ciertamente entre los documentos más relevantes del magisterio de Juan Pablo II. 

Hay que reencontrar – afirma con convicción el Pontífice – esa armoniosa colaboración entre la búsqueda racional de la verdad y su acogida por la fe, algo que caracterizó durante tantos siglos la historia de Occidente, y que, sin embargo, parece haberse diluido en el curso de los últimos siglos. Y ello  no para reivindicar un privilegio de la Iglesia, sino para el bien del hombre, que esta naturalmente abierto a la Verdad y al Bien.  «Ad te vivendum factus sumn; et nondum feci propter quod factus sum» - «fui creado para contemplarte, pero aún no he realizado aquello para lo que he sido creado», confiesa humildemente a Dios San Anselmo, citado en la Fides et Ratio n.42. Todas las personas llevan en su corazón la imagen de Dios y la nostalgia de El, y por lo tanto pueden llegar a realizarse sólo si se abren a la fe; tal encuentro, realizado en Cristo, revelará al hombre también su misterio.

Por ello la fe que acoge el misterio de Dios en la propia vida se “esposa”  perfectamente con la aspiración humanísima de la razón hacia la verdad, como dos alas que hacen volar juntas al espíritu humano. Para alcanzar ese objetivo de armonía reencontrada, la razón humana y, en particular, la filosofía, deben recuperar su dimensión sapiencial original, interrogándose sobre el sentido del ser en su totalidad y aprendiendo a reflejar el amor del Creador: «La palabra de Dios revela el fin último del hombre y da un sentido global a su actuar en el mundo. Es por ello que la palabra invita a la filosofía a ocuparse de la búsqueda del fundamento natural de este sentido, que es la religiosidad constitutiva de cada persona.

Una filosofía que quisiera negar la posibilidad de un sentido último y global sería no sólo inadecuada, sino también errónea» (n.81). En otras palabras, el hombre s invitado a no quedarse en la superficie de las cosas, sino a profundizar, a «dar el paso, tan necesario como urgente, del fenómeno al fundamento» (n.83) de la apariencia a la sustancia de las coas. Tanto la fe como la recta ratio revelan por tanto que el fundamento de todo lo que existe es amor sapiencial del Padre: el mundo no es un simple montón de objetos arrojados al escenario del universo, sino la señal de que existe una inteligencia amante que sólo desea ser reconocida y acogida.

Una antigua historia causídica cuenta que un niño jugaba al escondite; salió de su escondrijo y se dio cuenta de que se había quedado solo, sin que ningún amigo lo siguiese buscando. Fue a casa de su abuelo llorando, a desahogarse por aquel abandono inesperado e inmerecido. Los ojos del abuelo se llenaron de lágrimas y dijo:  «También dice Dios: Yo me escondo, pero nadie me quiere buscar». Juan pablo II ha querido inspirar al hombre del tercer milenio el deseo de buscar de nuevo a Dios, y la fe para poder encontrarlo.”

Filippo Morlacchi “El deseo de buscar y la confianza de encontrar” Totus Tuus, Nr 3 mayo/junio/julio 2010  edición “Alianza entre fe y razón”   


 

jueves, 21 de noviembre de 2024

Karol Wojtyla: su amada Cracovia (2 de 2)

 


El sacerdote Karol Wojtyła vivió en la calle Kanonicza, donde hoy se encuentra el Museo del Arzobispado, no sólo a partir de su nombramiento como obispo sino ya antes, en los años cincuenta, cuando era profesor en la Universidad de Lublin. Hoy, en aquel palacio, su habitación y sus objetos personales ocupan un lugar privilegiado.

 Las religiosas que trabajaban allí en aquel tiempo recuerdan que el joven profesor, ya con su doctorado bajo el brazo, cuando se acercaba la hora de sacar agua del aljibe, estaba siempre dispuesto a darle una mano a la religiosa de turno.  “Y ya obispo y cardenal siempre veía junto a si al prójimo” recuerda el señor Jozef Mucha, su chofer durante 14 años. Recuerda también la tarta de tres pisos que el Cardenal confiscó durante una fiesta para llevarla al grupo de pastoral juvenil. “Nosotros no necesitamos comer esta tarta – le dijo al casero – llevémosla a los jóvenes”…. Al Cardenal Wojtyła le gustaba mucho la lecha cuajada y era capaz de sacrificar cualquier comida – prosigue el señor Mucha sonriendo – antes de algún almuerzo especial,  pero sobre todo antes de las grandes festividades, las religiosas debían esconderla muy bien”.

 La calle Franciszkánska está estrechamente ligada a la persona de Karol Wojtył. Fue ordenado sacerdote en la capilla del Palacio Arzobispal, y regresó allì como cardenal.  Ocupaba el primer piso con la famosa ventana  desde donde se asomó como Papa, durante su primer viaje apostólico a Polonia. Todos los días los habitantes de Cracovia, mirándola, esperaban ver aparecer una figura blanca. ¡Cuánta alegría se apdoerò de sus corazones cuando elnuevo Pontìfice Benedicto XVI, siguiendo a su predecesor, les saludò desde aquella misma ventana!  En frente esta la Basìlia de San Francisco, donde el Cardenal  Wojtyła pasaba tantas horas en oración. Hoy su “banco” lleva una pequeña placa.

 


Desde aquí mismo, desde la calle Franciszkanska, Karol Wojtyła partió para el Conclave de 1978 para no regresar más a su amada Cracovia. Aquel momento el señor Mucha lo recuerda asì: “Cuando le llevé la noticia de la muerte del Papa Juan Pablo I,  el cardenal Wojtyła estaba sentado a la mesa almorzando. Escuche un fuerte ruido. Al recibir la noticia algo se le cayó de las manos al Cardenal. Después lo acompaño al aeropuerto, “Buen viaje, Eminencia, y hasta muy pronto” le dije. El cardenal después de un profundo y triste suspiro me respondió “Nunca se sabe”.

  Aleksandra  Zapotoczny, Boletin Totus Tuus Nro 5, mayo 2007

 


 

martes, 19 de noviembre de 2024

Karol Wojtyla: su amada Cracovia (1 de 2)

 


Karol Wojtyła pasó 40 años de su vida en Cracovia. Por las calles de la ciudad caminaba de estudiante y de seminarista, de sacerdote, profesor, obispo y cardenal. Observaba el río Vístula, se detenía a escuchar el Heynal (son de la trompeta que se oye cada hora) de la Torre de la Basílica de Nuestra Señora, rezaba ante las tumbas de reyes y de poetas polacos.



Corría el año 1938 cuando comenzó a estudiar literatura en la Universidad Jagelloniana. 


En aquel tiempo vivía con su padre en un apartamento húmedo de la calle Tyniecka 10, vivienda que actualmente está a la espera de reformas incentivadas por el interés despertado por turistas y peregrinos que allí se detienen. En ese mismo periodo Karol frecuentaba el seminario clandestino y trabajaba en la cantera. Era el periodo en que Cracovia estaba bajo el régimen alemán.



Después, ya como sacerdote, Wojtyła comenzó su trabajo pastoral en Debniki, en la orilla opuesta del rio Vístula con respecto al centro de Cracovia, en la Parroquia de San Estanislao Kostka.  




Por eso cuando llego a Roma para estudiar, se encariñó tanto con la iglesia de San Andrés en el Quirinale, que guarda las reliquias del santo polaco, y le recordaba a su primera parroquia en Cracovia.

A dos pasos de Debniki, sobre el puente de Grunwald, se puede observar el panorama del Castillo de Wavel, residencia de los reyes polacos, y de la iglesia de Skalka, uno de los Santuarios Marianos más importantes de Polonia, donde fue asesinado uno de los primeros obispos polacos, San Estanislao Mártir (1079). Fue allí mismo, frente a su ataúd, donde rezó el joven sacerdote Wojtyla, el día de su ordenación sacerdotal. Y su Primera Misa la celebró en Wavel, en la cripta del siglo XVI dedicada a San Leonardo, el 2 de noviembre de 1946.


Otro lugar estrechamente ligado a la personal de Karol Wojtyła es la  Iglesia de San Florian,  donde le joven sacerdote desarrolla su primera tarea de pastoral académica. Fue un día, avanzada ya la tarde, cuando dos estudiantes se cruzaron en la calle con un joven sacerdote. Ya lo habían visto antes en la iglesia: venían buscando a alguien que guiara espiritualmente su grupo académico. Años más tarde habrían de escribir: “La Misa había terminado. Nosotros aún estábamos en el banco cuando lo vimos por primera vez. Había algo particular en su persona mientras recorría toda la iglesia. Caminaba de modo muy ligero, levemente inclinado hacia adelante, con un  mechón de cabellos que le caía sobre la frente.



Su rostro marcaba una extraña ausencia, como si estuviera ensimismado, pero al mismo tiempo viese todo a su alrededor. Esta figura contrastaba con la de otros sacerdotes de “reciente ordenación”. Ellos eran cuidadosos en su porte, sus cabellos alisados, hábito elegante y zapatos tan lustrados que suscitaban dudas: pero ¿es que con estos zapatos es posible acercarse a quien los necesita atravesando las calles sucias y llenas de barro?  En cambio el sacerdote que aminaba a lo largo de la iglesia llevaba puesto un hábito algo raído y calzaba un par de zapatos gastados. Fueron precisamente esos zapatos que nos revelaron del joven sacerdote mucho más de cuanto podría hacerlo una homilía cuidadosamente preparada….”

 

Aleksandra  Zapotoczny, Boletin Totus Tuus Nro 5, mayo 2007

viernes, 15 de noviembre de 2024

Karol Wojtyla visto desde el enigmático Vistula (Wisła)

 


(extraigo solo una pequeña parte del primer capitulo del libro de Rocco Buttiglione The thought of the man who became pope John Paul II (William Eerdmans Publishing Co. (El pensamiento de Karol Wojtyla, Encuentro, Madrid 1992) Desconozco la “historia” de este libro, pero tambien ésta parece interesante. Esta version lleva una introducción de Michael Novak de 1996 y un prefacio de Buttiglione mismo fechado 16 de octubre de 1978 donde en tres páginas brinda valiosísima información y bibliografía para seguir investigando. Mi texto está traducido del inglés)

“Stanislaw Grygiel fue amigo y estrecho colaborador de Karol Wojtyla desde que Wojtyla era profesor universitario y arzobispo de Cracovia. Grygiel escribió un libro titulado “Hombre visto desde el Vistula”. Quizás no fuese un muy buen titulo, pero es de profundo significado. No se es visto igual cuando se es visto desde el extremo de Europa occidental o desde los territorios que se extienden a lo largo del Vistula, en las grandes planicies delimitadas por el Oder, el Mar Báltico, y las montañas Tatra, limitando por el este con las repúblicas bálticas, Belarus, y Ucrania.   Grygiel me dijo en una oportunidad que el río Vistula separa y a la vez – paradójicamente - une el este con el oeste.

Aunque a veces pensemos distinto, Polonia pertenece a Europa Occidental: cuando nació la identidad nacional Polonia eligió la iglesia católica y la liturgia latina. Pagó cara esta elección pero nunca titubeó. Por otro lado, esta ubicada en el borde del Este y comparte con éste la herencia étnica y la lingüística eslava.. Precisamente debido a su ubicación el pueblo de Polonia habla el lenguaje de dos mundos espirituales, uniéndolos. La geografía misma de Polonia le permite una catolicidad particular – una apertura a la universalidad a la cual puede permanecer fiel solamente profundizando, antes que negando, su elección romana. Mirada “desde el Vistula” se levante ante nosotros una idea totalmente diferente de Oeste y del Este, con sus diferencias y sus uniones, sus significados peculiares y destinos comunes..



Hay una manera particular de considerar la historia mundial que surge de la experiencia especifica de la nacion polaca y su cultura, profundamente arraigada en la mente y el pensamiento de Karol Wojtyla. En su caso, no es un mero estado de ánimo sino un profundo y concienzudo análisis, a veces explícitamente expresado, siempre acompañando, como premisa implícita su propio enfoque a los mas diversos temas éticos, religiosos, teológicos y filosóficos. ..

Un aspecto del carácter tan distintivo de su pensamiento puede captarse en la manera que Juan Pablo II mencionara en varias oportunidades, especialmente durante su viaje a Polonia, el significado providencial de su elección como papa polaco en las vísperas de concluirse el segundo milenio de evangelización. En su homilía para la Misa celebrada en la Plaza de la Victoria en Varsovia fue explícito:

Mi peregrinación a la patria, en el año en que la Iglesia en Polonia celebra el IX centenario de la muerte de San Estanislao, ¿no es quizá un signo concreto de nuestra peregrinación polaca a través de la historia de la Iglesia: no sólo a través de los caminos de nuestra patria, sino también a través de los de Europa y del mundo? Dejo ahora aparte mi persona, pero no obstante debo junto con todos vosotros hacerme la pregunta sobre el motivo por el cual precisamente en el año 1978 (después de tantos siglos de una tradición muy estable en este campo) ha sido llamado a la Cátedra de San Pedro un hijo de la nación polaca, de la tierra polaca. De Pedro, como de los demás Apóstoles, Cristo exigía que fueran sus "testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta el extremo de la tierra" (Act 1. 8). Con referencia, pues, a estas palabras de Cristo, ¿no tenemos quizá el derecho de pensar que Polonia ha llegado a ser, en nuestros tiempos, tierra de un testimonio especialmente responsable? ¿Que precisamente de aquí —de Varsovia y también de Gniezno, de Jasna Góra, de Cracovia, de todo este itinerario histórico que tantas veces he recorrido en mi vida, y que en estos días aprovecho la ocasión para recorrerlo de nuevo— hay que anunciar a Cristo con gran humildad, pero también con convicción? ¿Que precisamente es necesario venir aquí, a esta tierra, siguiendo este itinerario, para captar de nuevo el testimonio de su cruz y de su resurrección? Pero, si aceptamos todo lo que en este momento me he atrevido a afirmar, ¡qué grandes deberes y obligaciones nacen de ello! ¿Seremos capaces?”


miércoles, 13 de noviembre de 2024

Bernard Lecomte: Historia de Karol – el profesor universitario (2 de 2)

 


En los primeros tiempos viaja de noche cada dos semanas y a a las 5 de la mañana se baja en la estacón de Lublin. En esa época llevaba ocho horas recorrer los trescientos cuarenta kilómetros entre las dos ciudades. El viaje menos incómodo es de noche en coche-cama […]  ¿Por qué habrían, pues, de asombrarse si el profesor Wojtyla, habiendo dormido pocas horas, se cae de sueño durante la lección de metafísica? Tanto más que Karol, un «enamorado de Dios» no aprovecha las largas pausas para descansar en compañía de sus colegas, charlando tranquilamente ante una taza de té, sino que se le ve a menudo intentando orar en la capilla o leyendo el breviario. El éxito universitario, que a muchos eclesiásticos se les sube a la cabeza, no aleja al futuro Papa de lo esencial. A una ex discípula encargada al término del año académico de entregarle un ramo de tulipanes en agradecimiento de parte de todos los estudiantes, el profesor Wojtyla, conmovido, le pide gentilmente que le lleve las flores a la Virgen.

En la primavera de 1955, los estudiantes de la KUL se quedan estupefactos cuando el profesor Wojtyla les propone un retiro de dos días en el Monte Pewla, cercano a Zywiec, en las montañas de Tatra, en vez de la acostumbrada celebración de fin de año en la capilla de la universidad La mayor parte de aquellos jóvenes no olvidará jamás el comentario sobre la encíclica MysticiCorporis Christi realizado en plena naturaleza, bajo el cielo estrellado de los Cárpatos […]



Después en 1957, irá a hospedarse a otro convento, el de las ursulinas “negras” en el centro de la ciudad nueva. Un arco, una puerta escondida, una escalera de madera de encina que lleva al largo pasillo del primer piso con aroma a cera. En el pasillo, el padre Wojtyla, apenas llegado de la estación de Lublin, hace el Vía Crucis con las religiosas. Siempre encuentra tiempo para rezarle a la Virgen de Czestochowa en una capilla contigua, antes de encerrarse a trabajar en una habitación que mira sobre el claustro antiguo. […] Los meses de invierno – esquíes a la espalda y breviario en el bolsillo – parte al ataque de los montes preferidos. […] Al retornar la bella estación, guarda los esquíes y se concede otras diversiones. En mayo, con la mochila a sus espaldas, trepa por los senderos de Turbazac, una de sus metas preferidas. Y entre el 15 de julio y el 1 de agosto, con un grupo de veintidós jóvenes entusiastas, baja a kayak la Czarda Woda y cruza el lago Wieprznickei […] en su mochila, con su tienda, lleva una pila de libros para discutir durante los descansos […]

Entre una y otra hazaña deportiva, el profesor Wojtyla imparte lecciones en la KUL, donde sus compromisos van en aumento. En primer lugar, participa en un mayor número de seminarios y multiplica las conferencias: presenta dos conferencias ante la sociedad científica de la KUL. Una sobre «Dos concepciones de la libertad» (en abril) y otra sobre «Los fundamentos del perfeccionismo ético» (en octubre); en el Instituto de Cultura religiosa superior (IWKR) tiene una conferencia sobre «La ética del matrimonio». Al reabrirse el año académico se le asigna también la misión de enseñar teología moral. Y cuando el profesor Bednarski parte para Roma, deposita en su pupilo la responsabilidad de todos los departamentos. A partir de aquel momento Wojtyla deberá cumplir con ocho horas semanas de clases y seminarios.[..]

Uno de sus estudiantes, el entonces seminarista Romuald Walder, recuerda que Wojtyla llegaba al seminario, al número 3 de la calle Mickiewicz, vestido de manera poco usual a la de los tradicionalmente bien vestidos profesores de Cracovia y en lugar de un sombrero negro llevaba su gorra de cuero, que había llamado la atención de las religiosas ursulinas de Lublin, y sobre una sotana gastada, llevaba siempre la misma chaqueta de paño grueso. «Cuando entraba en el aula, dejaba el abrigo sobre la silla y todos podíamos ver que sus ropas eran bastante más modestas que las de la mayor parte de los estudiantes».

Estudiantes, seminaristas, y jóvenes en general; el padre Wojtyla experimenta enorme satisfacción en escuchar, formar, reunir a adolescentes, chicos y chicas, que son para él una fuente de gozo y una razón de vida.

 

Bernard Lecomte, Giovanni Paolo II