LA VERDAD, FUERZA DE LA PAZ
Del Mensaje de SS Juan Pablo II Jornada Mundial de la Paz 1 de enero 1980
“ 4. Promover la verdad como fuerza de la paz, es emprender un esfuerzo constante para no utilizar nosotros mismos, aunque fuese para el bien, las armas de la mentira. La mentira puede deslizarse solapadamente en todas partes. Para mantener establemente la sinceridad, la verdad con nosotros mismos, hace falta un esfuerzo paciente, decidido, para buscar y encontrar la verdad superior y universal acerca del hombre, a la luz de la cual podremos valorar las diversas situaciones, y a la luz de la cual nos juzgaremos en primer lugar a nosotros mismos y nuestra propia sinceridad. Es imposible instalarse en la duda, la sospecha, el relativismo escéptico sin deslizarse rápidamente en la insinceridad y en la mentira. La paz, he dicho más arriba, está amenazada, cuando reina la incertidumbre, la duda y la sospecha, y la violencia sale ganando. ¿Queremos verdaderamente la paz? Entonces tenemos que ahondar bastante más en nosotros mismos para encontrar las zonas donde, más allá de las divisiones que constatamos en nosotros y entre nosotros, podamos reforzar la convicción de que los dinamismos constitutivos del hombre, el reconocimiento de su verdadera naturaleza, le llevan al encuentro, al respeto mutuo, a la fraternidad y a la paz. Esta laboriosa búsqueda de la verdad objetiva y universal sobre el hombre, creará, con su acción y sus resultados, hombres de paz y diálogo, a la vez fuertes y humildes con una verdad, a la que se darán cuenta de deber servir, y no servirse de ella para intereses de parte.”
“ 4. Promover la verdad como fuerza de la paz, es emprender un esfuerzo constante para no utilizar nosotros mismos, aunque fuese para el bien, las armas de la mentira. La mentira puede deslizarse solapadamente en todas partes. Para mantener establemente la sinceridad, la verdad con nosotros mismos, hace falta un esfuerzo paciente, decidido, para buscar y encontrar la verdad superior y universal acerca del hombre, a la luz de la cual podremos valorar las diversas situaciones, y a la luz de la cual nos juzgaremos en primer lugar a nosotros mismos y nuestra propia sinceridad. Es imposible instalarse en la duda, la sospecha, el relativismo escéptico sin deslizarse rápidamente en la insinceridad y en la mentira. La paz, he dicho más arriba, está amenazada, cuando reina la incertidumbre, la duda y la sospecha, y la violencia sale ganando. ¿Queremos verdaderamente la paz? Entonces tenemos que ahondar bastante más en nosotros mismos para encontrar las zonas donde, más allá de las divisiones que constatamos en nosotros y entre nosotros, podamos reforzar la convicción de que los dinamismos constitutivos del hombre, el reconocimiento de su verdadera naturaleza, le llevan al encuentro, al respeto mutuo, a la fraternidad y a la paz. Esta laboriosa búsqueda de la verdad objetiva y universal sobre el hombre, creará, con su acción y sus resultados, hombres de paz y diálogo, a la vez fuertes y humildes con una verdad, a la que se darán cuenta de deber servir, y no servirse de ella para intereses de parte.”
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