En sus peregrinaciones espirituales a los
templos marianos durante el Año Santo Mariano de 1987-1988 el 24 de julio (mes
dedicado a la memoria de Nuestra Señora del Carmen) el Papa Juan Pablo II se dirigía
al santo monte Carmelo, lugar y nombre tan querido por el y que tanto le significaba ya desde su adolescencia en su tierra natal en su querido lugar de Wadowice. Recordemos que originalmente hubiese querido ingresar en un convento carmelita y que finalmente decidió seguir el camino sugerido por su gran maestro e inspirador el cardenal Sapieha.
“El pensamiento se dirige a ese monte sagrado – decia el Papa en este Ángelus- , que en
el mundo bíblico siempre se ha considerado como símbolo de gracia, de bendición
y de belleza. En ese monte los carmelitas dedicaron a la Virgen Madre de Dios,
"Flos Carmeli", que posee la belleza de todas las virtudes, su
primera iglesia, expresando así su voluntad de consagrarse completamente a Ella
y de vincular indisolublemente el propio servicio a María con ese "como
obsequio a Cristo" (cf. Regla carmelita, prólogo).
El Papa se acordaba de los grandes místicos carmelitas
que “entendieron la
experiencia de Dios en la propia vida como un "camino de perfección"
(Santa Teresa de Jesús), como una "subida al monte Carmelo" (San Juan
de la Cruz). En este itinerario está presente María. Ella ―invocada por los
carmelitas como Madre, Patrona y Hermana
― se convierte, en cuanto Virgen purísima, en modelo del contemplativo
sensible a la escucha y a la meditación de la Palabra de Dios y obediente a la
voluntad del Padre por medio de Cristo en el Espíritu Santo. Por eso, en el
Carmelo, y en cada alma profundamente carmelita, florece una vida intensa de
comunión y familiaridad con la Virgen Santa, como "nueva manera" de
vivir para Dios y continuar aquí en la tierra el amor del Hijo Jesús a su Madre
María”
En este blog he posteado
bastante sobre el Carmelo.
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