Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

jueves, 15 de septiembre de 2016

Memoria de la Virgen de los Dolores


A la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, que celebramos ayer, sigue hoy la memoria de la Virgen de los Dolores. Estas dos celebraciones litúrgicas nos invitan a realizar una peregrinación espiritual hasta el Calvario. Nos estimulan a unirnos a la Virgen María en la contemplación del misterio de la cruz.
La cruz es el símbolo principal del cristianismo. Dondequiera que el Evangelio ha echado raíces, la cruz indica la presencia de los cristianos. En las iglesias y en los hogares, en los hospitales, en las escuelas y en los cementerios la cruz se ha convertido en el signo por excelencia de una cultura que recibe del mensaje de Cristo verdad y libertad, confianza y esperanza.
En el proceso de secularización, que caracteriza a gran parte del mundo
contemporáneo, es muy importante que los creyentes fijen su mirada en este signo central de la Revelación y capten su significado originario y auténtico.

También hoy, siguiendo la doctrina de los antiguos Padres, la Iglesia presenta al mundo la cruz como "árbol de la vida", en el que se puede descubrir el sentido último y pleno de cada existencia y de toda la historia humana.
Desde que Jesús la convirtió en instrumento de la salvación universal, la cruz ya no es sinónimo de maldición, sino, al contrario, de bendición. Al hombre atormentado por la duda y el pecado, la cruz le revela que "Dios amó tanto al  mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna" (Jn 3, 16). En una palabra, la cruz es el símbolo supremo del amor.

Al pie de la cruz la Virgen María, perfectamente unida a su Hijo, pudo
compartir de modo singular la profundidad de dolor y de amor de su sacrificio.
Nadie mejor que ella puede enseñar a amar la cruz. A la Virgen de los Dolores
encomendamos a los jóvenes y a las familias, a las naciones y a la humanidad
entera. De modo especial, le pedimos por los enfermos y los que sufren, por las
víctimas inocentes de la injusticia y la violencia, y por los cristianos perseguidos
a causa de su fe. La cruz gloriosa de Cristo sea para todos prenda de esperanza,
de rescate y de paz. “


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