Treinta años después
de aquel encuentro del Papa Juan Pablo II en Asís, el mundo sigue necesitado, tiene “sed
de paz”, como lo ha expresado el Papa Francisco en su visita a la ciudad del “poverello”
de Asís, una sed que necesita imperiosamente ser saciada.
Pero esta “sed de paz” no es nueva sino que
ha estado muy presente en la Iglesia desde mediados del siglo pasado. Ya el Papa Pio XII en su carta Encíclica Optatissima Pax rogaba por oraciones para conseguir la paz
entre las clases sociales y las naciones, después de tantos males causados por
la guerra.
El Papa Juan XXIII (el Papa del Concilio) en su última Encíclica Pacem in Terris enunciaba que “la paz entre todos los pueblos
ha de fundarse en la verdad, la justicia, el amor y la libertad” y el Papa
Pablo VI emitía su Encíclica PopulorumProgressio sobre la necesidad de promover el desarrollo de los pueblos, estrechamente
ligado a la paz de pueblos y naciones.
“¿Pero
qué sucedió en Asís hace poco más de treinta años? - se preguntaba Marco Impagliazzo de la Comunidad Sant´, Egidio- Juan Pablo II invitó a rezar
por la paz a los líderes de las Iglesias cristianas y de las grandes
religiones. Fue una jornada de oración de unos junto a otros, y no -como dijo
el Papa- de unos contra otros. 124 representantes de las confesiones cristianas
y de las grandes religiones del mundo se reunieron en la ciudad de Asís, un
“lugar que la seráfica figura de san Francisco ha transformado en un centro de
fraternidad universal”. Un historiador observó que esta iniciativa única se
consideró un “punto de inflexión en la actitud del catolicismo contemporáneo
hacia las otras religiones” y que, al mismo tiempo, supuso un momento clave
para la percepción del cristianismo que tienen las religiones no cristianas.
La oración de Asís se había forjado desde lejos: era el resultado de una época
de diálogo. Un diálogo que se desarrolló durante todo el siglo XX, tan lleno de
esperanzas como de grandes sufrimientos. Algo aunó a los creyentes en ese siglo
tan terrible, en el que según estimaciones recientes, hubo más de 180 millones
de muertos a causa de las guerras. En la segunda mitad del siglo XX, personas
de distintas religiones dialogaron y se reunieron como nunca antes había
sucedido en la historia. La conversación fue posible, en parte, gracias al
empuje del Concilio Vaticano II, que planteó en la declaración Nostra Aetate la
relación de la Iglesia Católica con el judaísmo, el Islam y las otras
religiones no cristianas, con la idea de “fundamentar la unidad y la caridad
entre los hombres y, aún más, entre los pueblos”, en un tiempo de creciente
interdependencia. La declaración conciliar exhortaba a los cristianos “a que,
con prudencia y caridad, mediante el diálogo y colaboración con los adeptos de
otras religiones, dando testimonio de fe y vida cristiana, reconozcan, guarden
y promuevan aquellos bienes espirituales y morales, así como los valores socio-culturales
que en ellos existen”. (Marco
Impagliazzo)
La
llama encendida en Asís hace treinta años continuó ardiendo durante el
pontificado de Benedicto XVI quien en 2011 a los 25 años de aquel encuentro de1986, en su intervención
en la Basílica de Santa Maria de los Ángeles en Asís reflexionaba “¿Qué ha
ocurrido desde entonces?” ¿A qué punto está hoy la causa de la paz? Y se
refería al muro de Berlín como símbolo de una era, en cierta manera como un
triunfo de la libertad, “apreciamos esta victoria de la libertad, que fue sobre
todo también una victoria de la paz”, pero inmediatamente se refería al
estado más reciente, “pero que ha
sucedido después se preguntaba” y
lamentaba que la violencia no había cesado y venia acompañada de la decadencia
del hombre debido a la ausencia de Dios invitando a a su vez a “estar juntos en
camino hacia la verdad, del compromiso decidido por la dignidad del hombre y de
hacerse cargo en común de la causa de la paz, contra toda especie de violencia
destructora del derecho.”
Ayer
el Papa Francisco en consonancia con aquel “espíritu de Asís” que sigue
presente reiteró este compromiso de la Iglesia en pos de la paz y del diálogo, bajo el lema “Sed de paz, religiones yculturas en diálogo”. En la introducción
de su participación en forma de meditación presenta a Jesús sufriente y
sediento en la cruz invitándonos a saciar esa sed de amor de Jesús mediante el
servicio a los más pobres entre los pobres.
No podemos permanecer indiferentes. Hoy el
mundo tiene una ardiente sed de paz.- decia el Santo Padre… Nosotros no tenemos
armas. Pero creemos en la fuerza mansa y humilde de la oración….. Aquí, hace
treinta años, san Juan Pablo II dijo: «La paz es una cantera abierta a todos y
no solamente a los especialistas, sabios y estrategas. La paz es una
responsabilidad universal» (Discurso, Plaza de la Basílica inferior de
San Francisco, 27 octubre 1986: l.c., 11).
En el llamamiento que siguió al discurso el
Papa Francisco se refería nuevamente a San Juan Pablo II y a su llamado de 1986
y concluía deseando que “se abra definitivamente una nueva época en que el
mundo globalizado llegue a ser una familia de pueblos”.
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