“Es urgente que los cristianos descubran la novedad de su fe y su fuerza de
juicio ante la cultura
dominante e invadiente: «En otro tiempo fuisteis tinieblas —nos recuerda el
apóstol Pablo—; mas ahora sois luz en el Señor. Vivid como hijos de la luz;
pues el fruto de la luz consiste en toda bondad, justicia y verdad. Examinad
qué es lo que agrada al Señor, y no participéis en las obras infructuosas de
las tinieblas, antes bien, denunciadlas... Mirad atentamente cómo vivís; que no
sea como imprudentes, sino como prudentes; aprovechando bien el tiempo
presente, porque los días son malos» (Ef 5,
8-11. 15-16; cf. 1 Ts 5, 4-8).
Urge
recuperar y presentar una vez más el verdadero rostro de la fe cristiana, que
no es simplemente un conjunto de proposiciones que se han de acoger y ratificar
con la mente, sino un conocimiento de Cristo vivido personalmente, una memoria
viva de sus mandamientos, una verdad
que se ha de hacer vida. Pero,
una palabra no es acogida auténticamente si no se traduce en hechos, si no es
puesta en práctica. La fe es una decisión que afecta a toda la existencia; es
encuentro, diálogo, comunión de amor y de vida del creyente con Jesucristo,
camino, verdad y vida (cf. Jn 14, 6). Implica un acto de
confianza y abandono en Cristo, y nos ayuda a vivir como él vivió (cf. Ga 2, 20), o sea, en el mayor amor a
Dios y a los hermanos.”
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