Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

viernes, 6 de mayo de 2022

Karol Wojtyla entre su primera parroquia de Niegowic y su querida parroquia San Florián de Cracovia (2 de 2)

 


Asi cuenta el mismo Papa JuanPablo II,  en pocas palabras llenas de sentido,   su traslado de Niegowic a su otra querida parroquia de San Florian en Cracovia.

En efecto, después de un año fui destinado a la parroquia de San Florián de Cracovia. El párroco, Mons. Tadeusz Kurowski, me encargó la catequesis en los cursos superiores del instituto y la acción pastoral entre los estudiantes universitarios. La pastoral universitaria de Cracovia tenía entonces su centro en la iglesia de Santa Ana, pero con el desarrollo de nuevas facultades se sintió la necesidad de crear una nueva sede precisamente en la parroquia de San Florián. Comencé allí las conferencias para la juventud universitaria; las tenía todos los jueves y trataban de los problemas fundamentales sobre la existencia de Dios y la espiritualidad del alma humana, temas de particular impacto en el contexto del ateísmo militante, propio del régimen comunista.

Karol hubiese querido quedarse en Niegowicz mucho más tiempo para seguir profundizando sus platicas sobre Santo Tomas,  San Juan de la Cruz y Santa Teresa, continuar sus largas horas en el confesionario,  los ejercicios espirituales y proseguir con la construcción de la nueva iglesia,  pero debe acatar la orden de volver a Cracovia. Le cuesta también dejar al párroco, el mejor párroco de los alrededores.

Y asi en 1949 el doctor Karol comienza su tarea pastoral en la iglesia de San Florián en el centro de Cracovia.   Karol se encuentra con una nueva Cracovia, que no conocía. Cuando se había ido a Roma (al regresar debió partir a Niegowic) la ciudad había sido invadida por los polacos que debieron abandonar sus hogares en las zonas ocupadas por los soviéticos. La nueva Cracovia había cambiado. De alguna manera había regresado a los viejos tiempos antes de la guerra, si bien no completamente y de una manera muy diferente.  En los alrededores donde antes era todo  una verde campiña poblada por  pequeñas casitas y capillas de madera ahora se estaba construyendo la nueva ciudad socialista de Polonia, que llamaron NowaHuta. Los nuevos monoblocks se iban poblando con miles de familias jóvenes llegadas de los alrededores, atraídas por la gran ciudad y con posibilidades de ser empleados en  las grandes fábricas metalúrgicas. Abandonaban sus pueblos que parecían más aburridos, más pobres, por una gran ciudad que ofrecía mejores pagas por un trabajo pesado y duro pero a la vez con mayores oportunidades de salidas y  diversión.  Se decía también que la nueva identificación de  Cracovia seria “Cracovia de Nowa Huta” y no al revés,  que en Cracovia solo quedarían ancianos y sacerdotes en sus 80  iglesias y que Nowa Huta sería la ciudad de los jóvenes y el futuro,  una ciudad construida para ser una ciudad sin Dios, la alternativa socialista y atea en contra de  una Cracovia católica.

Pero por otro lado también en el centro de Cracovia y en la parroquia de San Florian  habían surgido cambios, si bien todo parecía igual entre aquellas construcciones antiguas, históricas,  habitadas por docentes  jubilados y ex profesores, viudas y pequeños comerciantes y empresarios de la  pre guerra que se habían salvado de la matanza y la ocupación del nazismo.  La ciudad fue poblada por jóvenes estudiantes de institutos técnicos y terciarios, de la Universidad Jaguellonica,  de academias de todo tipo y también por los jóvenes técnicos y asistentes de la nueva metalurgia y pequeñas fabricas de  Nowa Huta y alrededores.

Karol suele visitar Debniki (su primer barrio donde había vivido con su padre). Alli sigue viviendo la señora Szocka y su hija Sofia y su esposo, musicólogo, que da clases de música en la universidad.   Alli se encuentra también con viejos amigos de su vida en Wadowice: los Kwiatkowski, la señora Michalowska y Julius Kydrynski.  Se interesa mucho en Kotlarczyk  con quien  se encuentra a menudo.   Kotlarczyk a su vez por fin encuentra lo que tanto desaeaba y está enteramente entregado a su pasión: crea un teatro único, con el que siempre soñó  el “teatro rapsódico” y tiene su sala en la calle Skarbowa. Se rodea de jóvenes entusiastas que apenas comenzaban a estudiar,  atraídos por el teatro, al igual que  Karol en sus jóvenes años. El teatro es frecuentado por toda Cracovia, allí se reprsentan obas de Wyspianski, Slowacki, Mieckewicz, Norwid. “A la juventud que fue privada de todo esto durante la ocupación hay que brindarle lo mejor”.   Karol también visita a la familia Kotlarczyk cuando dispone de tiempo para charlar sobre el teatro, la producción, el arte de las representaciones y la escenografía. Pero también hablan del nuevo hombre, que se presenta como espectador. Del hombre, que debe optar por lo nuevo después de la ocupación y a quien hay que volver a encausarlo. De su carácter, sus necesidades, sobre lo que hay que ofrecerle, las fallas y los valores.

Sin embargo, Karol no dispone del tiempo que quisiera para visitar a sus amigos. Tiene su responsabilidad,  que trata de cumplir a conciencia.  La oración – tal como siempre lo ha sido en realidad – ocupa gran parte de su vida, permanece largas horas en el confesionario - porque muchos lo buscan a él -  la iglesia donde pasa horas rezando y leyendo es ahora su segundo hogar y donde pasa horas reflexionando sobre las nuevas formas, la nueva manera de llegar a los fieles, el verdadero sentido de la pastoral.   No solo busca nuevas formas, un nuevo estilo,  sino también como ofrecer un sello humano pleno que refleje el verdadero sentido cristiano.

Y es allí donde el joven sacerdote – casi tímidamente – comienza su  tarea de pastoral académica.  “Fue un día, avanzada ya la tarde, cuando dos estudiantes se cruzaron en la calle con un joven sacerdote. Ya lo habían visto antes en la iglesia: venían buscando a alguien que guiara espiritualmente su grupo académico. Años más tarde habrían de escribir: “La Misa había terminado. Nosotros aún estábamos en el banco cuando lo vimos por primera vez. Había algo particular en su persona mientras recorría toda la iglesia. Caminaba de modo muy ligero, levemente inclinado hacia adelante, con un  mechón de cabellos que le caía sobre la frente.” (Alexandra Zapotocny)

 Y prontamente, casi sin darse cuenta comienzan los paseos a las montañas con los jóvenes. Se había dado cuenta que no bastan las conferencias, que hay que ofrecer algo más profundo, mas integral, más espiritual. Y se fueron profundizando las charlas para dar nacimiento a Srodowisko .            

(Parcialmente tomado, traducido (del esloveno) y adaptado de  M. Malinksi (autor del texto) con fotografías de  Adam Bujak en el libro Juan Pablo II. (en esloveno)


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