Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

jueves, 12 de mayo de 2022

Wojciech Giertych : Las virtudes teologales LA ESPERANZA

 



Como la fé, la esperanza es una virtud teologal que nos es donada por Dios, y que tiene a Dios por objeto. Situada en la voluntad humana, la esperanza “focaliza” la voluntad, y, como consecuencia, también el proceso decisional, sobre el misterio de la presencia de Dios en nuestra vida.

Debemos realizar algunas consideraciones para llegar a obtener una visión clara de la virtud de la esperanza. En primer lugar, existe la esperanza vista como emoción, que también puede ser descrita como ambición. Es un impulso “corpóreo” característico de personas que son capaces de sacar adelante arduos proyectos. Los animales poseen este impulso emotivo especial ante la caza, por ejemplo. La fuerza de esta energía en el hombre depende del temperamento. Hay personas muy entusiastas, otras menos. El temperamento no se puede cambiar pero si orientar, construyendo nuestra estructura moral.

En segundo lugar, existe la virtud de la magnanimidad. Es la virtud moral de la esperanza humana, centrada en la realidad de este mundo. Utilizando el poder de la ambición emocional, la razón y la voluntad determinada, unidas en esta virtud, ayudan a afrontar con éxito los trabajos difíciles que hallamos en nuetro camino. En polaco la palabra esperanza – nadzieja derivada del verbo działać – quiere decir actuar, comportarse.  La magnanimidad nos proporciona el entusiasmo para actuar. Si la persona vive una vida de virtudes teologales – de fe, esperanza y caridad – la acción emprendida con esperanza a través del poder de la virtud moral de la magnanimidad, al tiempo que tiene como punto de mira los objetivos humanos, acepta la dependencia de estos de Dios.

La virtud teologal de la esperanza no niega las esperanzas naturales y propias, sino que abre perspectivas más amplias, les da una nueva fisonomía, preservándolas del peligro de los ídolos. No hay nada malo en tener aspiraciones políticas, esperar un cambio social, o poseer la energía necesaria para impulsarlo. Pero si al final se cumplen esas aspiraciones, no es correcto atribuir al hecho en sí un significado último. La virtud teologal de la esperanza, precisamente porque está radicada en Dios, amplía la perspectiva, demostrándonos que estamos anclados en Dios y en el camino hacia la eternidad ocn El. Esta visión más amplia, impacta las esperanzas humanas, refuerza la perseverancia, y “tonifica” la resistencia frente a las dificultades y opresiones, confiando en la infalible Providencia y en la misericordia de Dios.

San Juan de la Cruz observó que el crecimiento de la virtud de la esperanza se obtiene a través de la purificación de la memoria. Podemos tener buena memoria, pero hemos de tener cuidado de no permanecer atados a nuestros recuerdos, ya sean alegres o dolorosos. Esta atadura impide el crecimiento de la esperanza y la aceptación del misterio divino que se desvela en nuestra vida. Los recuerdos pueden perjudicar la aceptación de una nueva etapa de la vida: una madre que recuerda con nostalgia la felicidad de los momentos de vida familiar puede encontrar difícil dejar marchar a sus hijos ya adultos y orientarse hacia un nuevo proyecto de vida, como ser abuela. También los recuerdos dolorosos pueden paralizarnos, si tenemos la memoria anclada en las emociones y sufrimientos pasados. Creer en el valor redentor de la muerte de Cristo y de su resurrección nos permite abandonar el pasado y nos conduce hacia las nuevas alegrías y retos de la vida. Olvidar es un proceso psíquico; perdonar es un proceso espiritual. Porque mientras recordamos, podemos mirar con esperanza al futuro, poniendo nuestro corazón y nuestra generosidad en los desafíos que encontramos en el presente,  confiando en que el futuro está en manos de Dios.  

P. Wojciech Giertych, O.P. Teólogo de la Casa Pontificia

El Rev.Wojciech Giertych, O.P., de familia polaca, nació en Londres (Gran Bretaña) en 1951. Desde 1976 es miembro de la Provincia de Polonia de la Orden de los Predicadores (dominicos). Obtuvo el Doctorado en Teología en la Pontificia Universidad Santo Tomas de Aquino de Roma, donde actualmente enseña. Ha trabajado en la formación de estudiantes de la Provincia dominicana de Polonia de 1984 a 1988. Ha sido miembro del Consejo General de la Orden como Socio del Maestro para Europa Central y Oriental (1998-2002) y Socio para la Vida Intelectual (2002- 2005). Desde noviembre de 2005 es Teólogo de la Casa Pontificia y Consultar de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Ha publicado varios libros y artículos de teología moral.

Articulo publicado en el Boletin mensual de la Postulacion (Postulacion de la Causa de Beatificacion y Canonizacion del siervo de Dios Juan Palbo II)  TotusTuus Nr 2 Febrero 2008

 


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