Como la fé, la esperanza
es una virtud teologal que nos es donada por Dios, y que tiene a Dios por
objeto. Situada en la voluntad humana, la esperanza “focaliza” la voluntad, y,
como consecuencia, también el proceso decisional, sobre el misterio de la
presencia de Dios en nuestra vida.
Debemos realizar algunas
consideraciones para llegar a obtener una visión clara de la virtud de la
esperanza. En primer lugar, existe la esperanza vista como emoción, que también
puede ser descrita como ambición. Es un impulso “corpóreo” característico de
personas que son capaces de sacar adelante arduos proyectos. Los animales
poseen este impulso emotivo especial ante la caza, por ejemplo. La fuerza de
esta energía en el hombre depende del temperamento. Hay personas muy
entusiastas, otras menos. El temperamento no se puede cambiar pero si orientar,
construyendo nuestra estructura moral.
En segundo lugar, existe
la virtud de la magnanimidad. Es la virtud moral de la esperanza humana,
centrada en la realidad de este mundo. Utilizando el poder de la ambición
emocional, la razón y la voluntad determinada, unidas en esta virtud, ayudan a
afrontar con éxito los trabajos difíciles que hallamos en nuetro camino. En
polaco la palabra esperanza – nadzieja derivada
del verbo działać – quiere decir
actuar, comportarse. La magnanimidad nos
proporciona el entusiasmo para actuar. Si la persona vive una vida de virtudes
teologales – de fe, esperanza y caridad – la acción emprendida con esperanza a
través del poder de la virtud moral de la magnanimidad, al tiempo que tiene
como punto de mira los objetivos humanos, acepta la dependencia de estos de
Dios.
La virtud teologal de la
esperanza no niega las esperanzas naturales y propias, sino que abre
perspectivas más amplias, les da una nueva fisonomía, preservándolas del
peligro de los ídolos. No hay nada malo en tener aspiraciones políticas,
esperar un cambio social, o poseer la energía necesaria para impulsarlo. Pero
si al final se cumplen esas aspiraciones, no es correcto atribuir al hecho en sí
un significado último. La virtud teologal de la esperanza, precisamente porque
está radicada en Dios, amplía la perspectiva, demostrándonos que estamos
anclados en Dios y en el camino hacia la eternidad ocn El. Esta visión más amplia,
impacta las esperanzas humanas, refuerza la perseverancia, y “tonifica” la resistencia
frente a las dificultades y opresiones, confiando en la infalible Providencia y
en la misericordia de Dios.
San Juan de la Cruz
observó que el crecimiento de la virtud de la esperanza se obtiene a través de
la purificación de la memoria. Podemos tener buena memoria, pero hemos de tener
cuidado de no permanecer atados a nuestros recuerdos, ya sean alegres o
dolorosos. Esta atadura impide el crecimiento de la esperanza y la aceptación del
misterio divino que se desvela en nuestra vida. Los recuerdos pueden perjudicar
la aceptación de una nueva etapa de la vida: una madre que recuerda con
nostalgia la felicidad de los momentos de vida familiar puede encontrar difícil
dejar marchar a sus hijos ya adultos y orientarse hacia un nuevo proyecto de
vida, como ser abuela. También los recuerdos dolorosos pueden paralizarnos, si
tenemos la memoria anclada en las emociones y sufrimientos pasados. Creer en el
valor redentor de la muerte de Cristo y de su resurrección nos permite abandonar
el pasado y nos conduce hacia las nuevas alegrías y retos de la vida. Olvidar
es un proceso psíquico; perdonar es un proceso espiritual. Porque mientras
recordamos, podemos mirar con esperanza al futuro, poniendo nuestro corazón y
nuestra generosidad en los desafíos que encontramos en el presente, confiando en que el futuro está en manos de Dios.
P. Wojciech Giertych, O.P. Teólogo de la Casa Pontificia
El
Rev.Wojciech Giertych, O.P., de familia polaca, nació en Londres (Gran Bretaña)
en 1951. Desde 1976 es miembro de la Provincia de Polonia de la Orden de los
Predicadores (dominicos). Obtuvo el Doctorado en Teología en la Pontificia
Universidad Santo Tomas de Aquino de Roma, donde actualmente enseña. Ha
trabajado en la formación de estudiantes de la Provincia dominicana de Polonia
de 1984 a 1988. Ha sido miembro del Consejo General de la Orden como Socio del
Maestro para Europa Central y Oriental (1998-2002) y Socio para la Vida
Intelectual (2002- 2005). Desde noviembre de 2005 es Teólogo de la Casa
Pontificia y Consultar de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Ha
publicado varios libros y artículos de teología moral.
Articulo publicado en el
Boletin mensual de la Postulacion (Postulacion de la Causa de Beatificacion y
Canonizacion del siervo de Dios Juan Palbo II)
TotusTuus Nr 2 Febrero 2008
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