Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

sábado, 1 de noviembre de 2008

Aquel 1ro de noviembre de 1946 de Karol Wojtyla

Hoy 1ro de noviembre, Fiesta de todos los Santos, recordamos con inmenso cariño y gratitud aquel 1ro de noviembre de 1946 que Karol Wojtyla se convertía en administrador de los “misterios de Dios” en la capilla privada del Arzobispado de Cracovia.
“El día de Todos los Santos me presenté por la mañana en la residencia de los Arzobispos de Cracovia, en la calle Franciszkanska 3, para recibir la Ordenación sacerdotal. Asistieron a la ceremonia un pequeño grupo de parientes y amigos” dice en Don y Misterio Juan Pablo II.
"Veni, Creator Spiritus!" “Me veo así, en aquella capilla durante el canto del Veni, Creator Spiritus y de las Letanías de los Santos, mientras, extendido en forma de Cruz en el suelo, esperaba el momento de la imposición de las manos. ¡Un momento emocionante! Después he tenido ocasión de presidir como Obispo y como Papa este rito. Hay algo de impresionante en la postración de los ordenandos: es el símbolo de su total sumisión ante la majestad de Dios y a la vez de su total disponibilidad a la acción del Espíritu Santo, que desciende sobre ellos como artífice de su consagración.
Veni, Creator Spiritus, mentes tuorum visita, imple superna gratia quae Tu creasti pectora.
Al igual que en la Santa Misa el Espíritu Santo es el autor de la transubstanciación del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, así en el sacramento del Orden es el artífice de la consagración sacerdotal o episcopal. El obispo, que confiere el sacramento del Orden, es el dispensador humano del misterio divino. La imposición de las manos es continuación del gesto ya practicado en la Iglesia primitiva para indicar el don del Espíritu Santo en vista de una misión determinada (cf. Hch 6, 6; 8, 17; 13, 3). Pablo lo utiliza con su discípulo Timoteo (cf. 2 Tm 1, 6; 1 Tm 4, 14.) y el gesto queda en la Iglesia (cf. 1 Tm 5, 22) como signo eficaz de la presencia operante del Espíritu Santo en el sacramento del Orden.
El suelo Quien se dispone a recibir la sagrada Ordenación se postra totalmente y apoya la frente sobre el suelo del templo, manifestando así su completa disponibilidad para asumir el ministerio que le es confiado. Este rito ha marcado profundamente mi existencia sacerdotal. Añas más tarde, en la Basílica de San Pedro -estábamos al principio del Concilio- recordando el momento de la Ordenación sacerdotal, escribí una poesía de la cual quiero citar aquí un fragmento: "Eres tú, Pedro. Quieres ser aquí el Suelo sobre el que caminan los otros... para llegar allá donde guías sus pasos...Quieres ser Aquél que sostiene los pasos, como la roca sostiene el caminar ruidoso de un rebaño: Roca es también el suelo de un templo gigantesco. Y el pasto es la Cruz''. (Iglesia: Los Pastores y las Fuentes. Basílica de San Pedro, otoño de 1962: 11.X - 8.XII, El Suelo) Al escribir estas palabras pensaba tanto en Pedro como en toda la realidad del sacerdocio ministerial, tratando de subrayar el profundo significado de esta postración litúrgica. En ese yacer por tierra en forma de Cruz antes de la Ordenación, acogiendo en la propia vida -como Pedro- la Cruz de Cristo y haciéndose con el Apóstol "suelo" para los hermanos, está el sentido más profundo de toda la espiritualidad sacerdotal”
Don y Misterio - Juan Pablo II
Invito visitar mi entrada anterior: Ordenación sacerdotal de Karol Wojtyla

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