cubierta de la version en idioma esloveno de "Noche oscura"
El 14 de diciembre, fiesta de san Juan de la Cruz, doctor de la Iglesia, del año 1990, el Santo Padre Juan Pablo II firma Carta Apostólica Maestro en la Fe, dirigida a l orden de los Hermanos Descalzos de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo con ocasión del IV Centenario de la muerte de san Juan de la Cruz, doctor de la Iglesia.
San Juan de la Cruz, “ enamorado de Dios”, “Maestro en la fe y testigo del Dios vivo” nos dice Juan Pablo II - invita a contemplar el misterio de la cruz de Cristo. “Teólogo y místico, hizo del misterio trinitario y de los misterios del Verbo Encarnado el eje de la vida espiritual y el cántico de su poesía”.
“Yo mismo me he sentido atraído especialmente por la experiencia y enseñanzas del santo de Fontiveros” - comentaba al principio de la Carta - Desde los primeros años de mi formación sacerdotal encontré en él un guía seguro en los senderos de la fe. Este aspecto de su doctrina me pareció de importancia vital para todo cristiano, particularmente en una época como la nuestra, exploradora de nuevos caminos, pero también expuesta a riesgos y tentaciones en el ámbito de la fe. Mientras continuaba aún vivo el clima espiritual suscitado por la celebración del IV Centenario del nacimiento del santo carmelita (1542-1942) y Europa renacía de sus cenizas, tras haber experimentado la noche oscura de la guerra, elaboré en Roma mi tesis doctoral en Teología acerca de La fe según san Juan de la Cruz [1] . En ella analizaba y destacaba la afirmación central del doctor místico: la fe es el medio único, próximo y proporcionado para la comunión con Dios. Ya entonces intuía que la síntesis de san Juan de la Cruz contiene no solamente una sólida doctrina teológica sino, sobre todo, una exposición de la vida cristiana en sus aspectos básicos como son la comunión con Dios, la dimensión contemplativa de la oración, la fuerza teologal de la misión apostólica, la tensión de la esperanza cristiana”.
“Como maestro en el camino de la fe, su figura y escritos iluminan a cuantos buscan la experiencia de Dios por medio de la contemplación y del abnegado servicio a los hermanos. En su elevada producción poética, en sus tratados doctrinales -Subida del Monte Carmelo, Noche Oscura, Cántico Espiritual, y Llama de Amor viva-, así como en sus escritos breves y enjundiosos -Dichos de luz y amor, Avisos y Cartas-, el santo nos ha dejado una gran síntesis de espiritualidad y de experiencia mística cristiana. Sin embargo, entre tanta riqueza de temas y contenidos, quiero fijar la atención en su mensaje central: la fe viva, guía del cristiano, única luz en las noches oscuras de la prueba, llama ardiente alimentada por el Espíritu”.
Con gozo constata que San Juan de la Cruz es “Guía para los que buscan a Dios” considerando “la multitud de personas que, desde las más variadas perspectivas, se acercan a sus escritos: místicos y poetas, filósofos y psicólogos, representantes de otros credos religiosos, hombres de cultura y gente sencilla”
Finaliza la Carta con un Mensaje de proyección universal, un mensaje especial para España, patria de San Juan de la Cruz y otro para los hijos e hijas del Carmelo.
En su Carta a las Carmelitas Descalzas, con motivo de la aprobación de sus códigos fundamentales, el Santo Padre les recordaba que en esa Carta Apostólica, l2 “ exhortaba a orientar vuestra vida hacia la adquisición del “puro amor” de la intimidad con Dios que, según el Doctor Místico, es ese bien precioso que fecunda desde la soledad contemplativa la misión de la Iglesia (cf. Maestro en la fe, 20; San Juan de la Cruz, Cántico espiritual, 29, 2-3)”
San Juan de la Cruz, “ enamorado de Dios”, “Maestro en la fe y testigo del Dios vivo” nos dice Juan Pablo II - invita a contemplar el misterio de la cruz de Cristo. “Teólogo y místico, hizo del misterio trinitario y de los misterios del Verbo Encarnado el eje de la vida espiritual y el cántico de su poesía”.
“Yo mismo me he sentido atraído especialmente por la experiencia y enseñanzas del santo de Fontiveros” - comentaba al principio de la Carta - Desde los primeros años de mi formación sacerdotal encontré en él un guía seguro en los senderos de la fe. Este aspecto de su doctrina me pareció de importancia vital para todo cristiano, particularmente en una época como la nuestra, exploradora de nuevos caminos, pero también expuesta a riesgos y tentaciones en el ámbito de la fe. Mientras continuaba aún vivo el clima espiritual suscitado por la celebración del IV Centenario del nacimiento del santo carmelita (1542-1942) y Europa renacía de sus cenizas, tras haber experimentado la noche oscura de la guerra, elaboré en Roma mi tesis doctoral en Teología acerca de La fe según san Juan de la Cruz [1] . En ella analizaba y destacaba la afirmación central del doctor místico: la fe es el medio único, próximo y proporcionado para la comunión con Dios. Ya entonces intuía que la síntesis de san Juan de la Cruz contiene no solamente una sólida doctrina teológica sino, sobre todo, una exposición de la vida cristiana en sus aspectos básicos como son la comunión con Dios, la dimensión contemplativa de la oración, la fuerza teologal de la misión apostólica, la tensión de la esperanza cristiana”.
“Como maestro en el camino de la fe, su figura y escritos iluminan a cuantos buscan la experiencia de Dios por medio de la contemplación y del abnegado servicio a los hermanos. En su elevada producción poética, en sus tratados doctrinales -Subida del Monte Carmelo, Noche Oscura, Cántico Espiritual, y Llama de Amor viva-, así como en sus escritos breves y enjundiosos -Dichos de luz y amor, Avisos y Cartas-, el santo nos ha dejado una gran síntesis de espiritualidad y de experiencia mística cristiana. Sin embargo, entre tanta riqueza de temas y contenidos, quiero fijar la atención en su mensaje central: la fe viva, guía del cristiano, única luz en las noches oscuras de la prueba, llama ardiente alimentada por el Espíritu”.
Con gozo constata que San Juan de la Cruz es “Guía para los que buscan a Dios” considerando “la multitud de personas que, desde las más variadas perspectivas, se acercan a sus escritos: místicos y poetas, filósofos y psicólogos, representantes de otros credos religiosos, hombres de cultura y gente sencilla”
Finaliza la Carta con un Mensaje de proyección universal, un mensaje especial para España, patria de San Juan de la Cruz y otro para los hijos e hijas del Carmelo.
En su Carta a las Carmelitas Descalzas, con motivo de la aprobación de sus códigos fundamentales, el Santo Padre les recordaba que en esa Carta Apostólica, l2 “ exhortaba a orientar vuestra vida hacia la adquisición del “puro amor” de la intimidad con Dios que, según el Doctor Místico, es ese bien precioso que fecunda desde la soledad contemplativa la misión de la Iglesia (cf. Maestro en la fe, 20; San Juan de la Cruz, Cántico espiritual, 29, 2-3)”
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