Ya de regreso de su viaje apostólico a Toronto (JMJ) Guatemala y México el Santo Padre Juan Pablo II recordaba en su Audiencia general del 7 de agosto 2002:
“La última etapa de mi peregrinación fue la ciudad de México, donde, en la basílica de Guadalupe, en dos citas distintas, tuve la alegría de elevar al honor de los altares a tres hijos de aquella querida tierra: san Juan Diego, el indígena al que se apareció la Virgen en el cerro del Tepeyac; y los beatos Juan Bautista y Jacinto de los Ángeles, quienes, en el año 1700, derramaron su sangre por permanecer fieles al bautismo y a la Iglesia católica.
Juan Diego, el primer indio canonizado, fue hombre de gran sencillez, humilde y generoso. Está unido íntimamente a la Virgen de Guadalupe, cuyo rostro mestizo manifiesta un tierno amor materno hacia todos los mexicanos. El acontecimiento guadalupano constituyó el comienzo de la evangelización en México, un modelo de evangelización perfectamente inculturada, que muestra cómo puede acogerse el mensaje cristiano sin tener que renunciar a la propia cultura.
Los beatos Juan Bautista y Jacinto de los Ángeles son fruto de la santidad de la primera evangelización entre los indios zapotecas. Padres de familia integérrimos, supieron cumplir sus deberes inspirándose siempre en las enseñanzas del Evangelio, sin abandonar la cultura indígena tradicional. Su existencia constituye un modelo ejemplar de cómo se puede alcanzar la cumbre de la santidad, conservando la fidelidad a la cultura ancestral, iluminada por la gracia renovadora de Cristo”.
Con “inmensa alegrìa” habia visitado por quinta vez su «México siempre fiel» el país de la Virgen morena, Madre de América, el 30 de julio de 2002, para canonizar al “ indio sencillo y humilde que contempló el rostro dulce y sereno de la Virgen del Tepeyac, y beatificar “dos frutos de la semilla cristiana sembrada por los Padres Dominicos” “dos grandes mártires…fruto de santidad de la primera Evangelización entre los indios zapotecas… Juan Bautista y Jacinto de los Ángeles, hijos de Oaxaca, esposos y padres de familia de conducta intachable” .
Terminaba su homilía con un cálido saludo
"Me voy, pero no me voy. Me voy, pero no me ausento, pues, aunque me voy, de corazón me quedo". Que Dios te bendiga!
Era su despedida .... siempre recordando su primer viaje apostólico a aquel “¡México, México, México lindo”que “inspiró en cierto sentido todos los siguientes años del pontificado” (!Levantaos, Vamos!) y para México fue el “parteaguas en la vida contemporánea de la Iglesia católica en el país” .
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3 comentarios:
Vamos Luisa ànimo a cruzar el charco como decimos aqui. Debe ser hermoso poder estar alli. Yo tampoco he estado en Mèxico. Es un viaje pendiente.
pues yo les digo que soy mexicana y radicaba en el d,f donde se encuentra el santuario a la virgen maria y les puedo asegurar que es un paraiso de páz, en realidad cambia la vida el estar en ese lugar frente a la morenita del tepeyac bayan y cambien su vida.
Muchas gracias Mercedes por tu testimonio y por visitar el blog. Te deseo muy Feliz Navidad y un Año 2012 con paz y serenidad.
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