Lituania apenas había declarado su independencia cuando el Papa Juan Pablo II realizó su visita entre el 4 y el 8 de septiembre de 1993 en el marco de su Viaje apostólico a Lituania, Letonia y Estonia (4 - 10 de septiembre de 1993)
Al celebrarse el VI centenario del bautismo de Lituania Juan Pablo II escribió la Carta Apostólica SESCENTESIMA ANNIVERSARIA, donde resume la historia de la Iglesia Católica de Lituania.
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Era el primer papa en la historia en hacerlo.
En su visita recalcó que “la libertad es inseparable de la responsabilidad” Uno de los puntos culminantes, en una tierra de santuarios marianos, fue la Puerta de la Aurora (Aušros Vartai) “que atrae desde hace siglos a peregrinos no sólo de Lituania, sino también de Polonia, Bielorrusia, Rusia y Ucrania.”
En su visita recalcó que “la libertad es inseparable de la responsabilidad” Uno de los puntos culminantes, en una tierra de santuarios marianos, fue la Puerta de la Aurora (Aušros Vartai) “que atrae desde hace siglos a peregrinos no sólo de Lituania, sino también de Polonia, Bielorrusia, Rusia y Ucrania.”
Antes de partir Juan Pablo II expresaba en el Ángelus del Domingo 22 de agosto de 1993 que cumplia un deseo que “tenía desde hace mucho tiempo” visitando estas “tres naciones ilustres de la región báltica. Así podré rendir homenaje a pueblos que, entre múltiples pruebas y sufrimientos, han luchado por reconquistar su libertad. Iré, sobre todo, como peregrino siguiendo los pasos de los antiguos evangelizadores que en esas tierras sembraron a manos llenas el Evangelio, dando vida a una cultura cristiana enraizada tan profundamente, que logró sobrevivir incluso a pesar de tremendas persecuciones. En el marco histórico de la Europa cristiana, los países bálticos presentan hoy una característica muy significativa para el futuro de la comunidad eclesial y de nuestro continente. En ellos se han encontrado dos itinerarios de evangelización: el primero partía de Roma y llevaba la huella del cristianismo de Occidente el segundo provenía de Constantinopla y llevaba las aportaciones de la Iglesia oriental. Esas dos tradiciones cristianas, convergentes en su contenido pero diversas en sus expresiones, son como dos raíces a partir de las cuales se ha desarrollado Europa en su dimensión espiritual.” Y agregaba:
“Apoyándonos en la oración apremiante de Cristo por la unidad de sus discípulos —ut unum sint—confiamos en que llegue pronto el tiempo en que los creyentes tengan nuevamente «un solo corazón y una sola alma» (Hch 4, 32)”
“Mi visita, por tanto, cobra una dimensión ecuménica. Hoy es más necesario que nunca, especialmente con miras a un anuncio más creíble del Evangelio, que los discípulos de Cristo estén unidos. Todos tienen que tender a esa meta intensificando el diálogo y poniéndose a la escucha dócil de la palabra de Dios y en actitud constante de conversión cada vez más profunda a Cristo, camino, verdad y vida. La unidad es un don de lo alto, que hay que implorar ardientemente.”
“Apoyándonos en la oración apremiante de Cristo por la unidad de sus discípulos —ut unum sint—confiamos en que llegue pronto el tiempo en que los creyentes tengan nuevamente «un solo corazón y una sola alma» (Hch 4, 32)”
“Mi visita, por tanto, cobra una dimensión ecuménica. Hoy es más necesario que nunca, especialmente con miras a un anuncio más creíble del Evangelio, que los discípulos de Cristo estén unidos. Todos tienen que tender a esa meta intensificando el diálogo y poniéndose a la escucha dócil de la palabra de Dios y en actitud constante de conversión cada vez más profunda a Cristo, camino, verdad y vida. La unidad es un don de lo alto, que hay que implorar ardientemente.”
Y a su regreso recalcaba “ Mi visita a los países bálticos tuvo también una singular dimensión ecuménica. Esos países (Lituania, Estonia, Letonia) son el lugar de encuentro de los dos caminos de la evangelización en el continente europeo: el que partía de Roma y el que provenía de Constantinopla. Son, asimismo, el lugar en que hay que buscar el acercamiento y la unidad de los cristianos, que todavía están divididos entre sí.” Y agregaba y aclaraba : “ La mayor parte de la población lituana pertenece a la Iglesia católica (73,4%) la comunidad católica letona es minoritaria (25% de la población); y, en Estonia, los católicos son una minoría muy pequeña (0,3%). Se trata de comunidades que salen de un período de persecución y dura opresión, y deben recuperar las pérdidas sufridas en el pasado. Por tanto, les espera la gran tarea de la "nueva evangelización". Deben tomar conciencia de que sanguis martyrum est semen christianorum”.
Al celebrarse el VI centenario del bautismo de Lituania Juan Pablo II escribió la Carta Apostólica SESCENTESIMA ANNIVERSARIA, donde resume la historia de la Iglesia Católica de Lituania.
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