Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

sábado, 13 de noviembre de 2010

“Diario de una amistad” - Wanda Poltawska y Karol Wojtyla


Mi amiga italiana la Prof. Carmela Randone me cuenta que leyó “Diario de una amistad” y que le pareció un libro atrapante y fascinante. Como yo no lo he leido (espero ansiosamente la version en español que publicara San Pablo, según nos prometen en febrero de 2011) le pedi que me escribiera un breve comentario para el blog. Carmela accedió gustosamente a mi pedido, con la observación que era un libro para ser meditado… Carmela, gracias de todo corazón. Tu sabes que aprecio mucho tu amistad.


“Comentar sobre “Diario de una amistad” no es tarea fácil porque se trata de mucho mas que un simple libro, es mucho mas y muy diferente a un diario común.
Ante todo es necesario tratar de comprender la unión espiritual que algunos, en Italia, han querido comparar con aquella entre San Francisco y Santa Clara. Con las debidas diferencias naturalmente.

En las primeras paginas de su libro Wanda Poltawska narra su encuentro con Karol Wojtyla. La doctora Poltawska vivió una experiencia indecible, terrible, como ella misma nos cuenta en su libro “tuve miedo de los sueños”, un testimonio intenso, profundo, pero a su vez espeluznante.

En “Diario de una amistad” recordando como para ella el hombre es un enigma, escribe “el campo de concentración me mostró mejor aun aquella virilidad cruel, brutal, despiadada. Nunca podré olvidar los comentarios sarcásticos y las miradas de aquellos hombres que, a golpe de látigo empujaban a las mujeres desnudas. En letrinas comunes las obligaban a cumplir en público acciones tan intimas que todo se rebelaba en nuestro interior.” Liberada de aquel infierno, es fácil suponer, que no necesitaba de un sacerdote que le “sirviera” discursos, palabras, lecciones sobre el sentido del mal y del bien en la historia. Tenia, en cambio, una imperiosa necesidad de recuperar la confianza en la humanidad, recuperar confianza en la vida, en una palabra, tenía necesidad de volver a vivir: y eso solo era posible compartiendo humanidad y vida con alguien. Pero ese alguien también debía ser “especial”, no en el sentido que debiese estar dotado de cualidades intelectuales particulares, no, no era ese el punto. Dios quiso que un dia Wanda Poltawska se encontrase ante la Iglesia Mariana de Cracovia con un joven sacerdote que, como ningún otro sacerdote había hecho antes, le dijo: “Ven por la mañana a la misa, ven todos los días”.

Karol Wojtyla era un sacerdote joven “en camino”, un sacerdote que “vivia”, un sacerdote que no le tenía miedo a la vida, un sacerdote que no tenía miedo del ser humano. Dios se encarno, asumió nuestra humanidad, y precisamente en razón de esta inequívoca Verdad, para Karol Wojtyla la expresión que Cristo abraza toda nuestra vida, no era una mera teoría teológica o académica!
Amaba a Dios a causa del hombre y amaba al hombre a causa de Dios, asi describía el carisma de Juan Pablo II el difunto padre Styczen, amigo y discípulo de Karol Wojtyla. Desde aquí debemos partir si queremos comprender la actuación de un hombre que, a partir de sus años de sacerdocio, ha querido involucrarse con quien se encontraba compartiendo la existencia, verdadera y totalmente. Lo hizo con sus jóvenes, lo hizo de manera especial con Wanda, para quien, quizás precisamente por el drama vivido, la necesidad era mayor.

En base a premisas similares se entiende porque, tal como la misma doctora Poltawska escribe, la respuesta a tantas y tan inquietantes preguntas no podía obtenerse sino como resultado de tantas horas de oración y de meditación, durante los paseos veraniegos con el pastor de almas, don Karol. Y la respuesta procede de ella magistralmente sintetizada de esta manera: el hombre puede comprenderse a si mismo y a los demás solamente en Cristo.

“Diario de una amistad” es entonces el testimonio de un encuentro entre dos personalidades extraordinarias, y si podemos decirlo de esta manera, fuera de lo común y no obstante tan cercano a nosotros en su cotidianidad: es el testimonio de una verdadera amistad, atenta a las necesidades del otro, a sus dudas, a sus esfuerzos, una amistad que no humilla, que no anula al otro, sino que valora la riqueza con miras a un enriquecimiento reciproco. Todo guiado por la gratuidad, y donde hay gratuidad esta el Amor de Dios. Ella misma, además ha podido confiarle a su amigo Karol: Aquello que surgía de mi debilidad no me alejaba nunca de ti, al contrario, despertaba en ti aun mayor bondad y afecto, y siempre cuanto mas difícil me resultaba algo, cuanto mas débil y pobre me sentía, tanto mas tratabas de ayudarme.

“Diario de una amistad” no es un simple “vuelco” de pensamientos o quizás un dialogo continuo e interrumpido entre dos “almas”: el sacerdote y amigo Karol Wojtyla y Wanda Poltawska. Como lectores se nos da participar de esa amistad, misteriosamente nos damos cuenta que literalmente vamos siendo guiados a unos verdaderos ejercicios espirituales. En algunas páginas, además, el lector puede reconocer sus propias inquietudes, sus preguntas, sus dudas, hasta sus momentos de aridez. Puede reconocer los esfuerzos cotidianos de la vida, los miedos a la enfermedad, a un trabajo desafiante, pero encontrar también una respuesta que le dará sentido y plenitud a su vida. Y además, como ha dicho la autora, “Diario de una amistad” se nos presenta como una “narración que invita a orar”, invita a cambiar. Un libro para leer y releer, para meditar, un libro que interroga e involucra. Las reflexiones, los pensamientos, las palabras de Karol Wojtyla y de Wanda Poltawska son como una fuerte lección, son bálsamo para el alma, provocan y sacuden de aquella pérdida de sensibilidad que pareciera aniquilar una humanidad cada vez mas confundida y sola.
Podemos sacar una ultima conclusión de la lectura de “Diario de una amistad”, ultima pero no por eso menos importante. De las cartas, de las notas mismas, del testimonio de su amiga Wanda, emergen las características peculiares de un sacerdote, Karol Wojtyla, fuera de lo común, o mejor dicho, “santo”. En el en perfecta sinfonía, se conjuga aquella profunda y aguda sabiduría que podemos encontrar en los grandes directores espirituales, sea el afecto de un hermano, la paternidad de un padre, que con delicadeza y ternura, manifiesta preocupación sincera por sus propios “hijos”, por los amigos, por las personas que Dios le ha confiado. Un padre que no impone sus variables, que no se impone a si mismo o su voluntad, sino que viviendo una amistad verdadera y concreta, ayuda, sostiene, acompaña y solo dentro de esta relación, señala sus principios.

Conmueve la urgencia por la salud de la “hermana Dusia” y la ternura hacia sus hijas (Tu salud es muy necesaria para muchos, sobretodo para tus seres mas queridos. . Entre ellos también estoy yo….los dibujos y los recuerdos de las pequeñas me han causado un enorme gozo); impacta también la humildad de un hombre que no teme comprometerse, de manifestar siempre, en cualquier circunstancia, aun en la mas insignificante, su agradecimiento a Dios y a las personas. (Oro por ti. Enseguida ayer he comenzado, tanto en cuanto soy capaz, y como no soy muy capaz, entonces pido y pediré a otros hacerlo… Lo que has escrito también me ayudara a revivir aquel día en que el Señor Dios me concedió una gracia tan grande (*); le habla a la mente y al corazón del testimonio de fe de un hombre, de un sacerdote que vive de oración, en la oración y para la oración (Más importante que la reflexión es la oración)”
(*) De una carta que le escribió Wanda Poltawska a Karol y en la cual recordaba su Consagración Episcopal.

Recomiendo leer: Renzo Allegri : Un hermano llamado Karol Wojtyla – la doctora Poltawska cuenta la historia del oven sacerdote que sanó su alma.
Y naturalmente ;) mis dos posts etiquetados Poltawska

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