La última etapa
El destino de Jerzy Popieluszko se detuvo aquel trágico
viernes 19 de octubre en la ruta de Bydgoszcz a Varsovia, en algún lugar
cercano de Torun. Como tan a menudo, el joven vicario de San Estanislao Kostka,
iglesia situada en Zoliborz, afueras de Varsovia, había sido invitado a hablar
fuera de sus fronteras parroquiales. Para los polacos, la palabra de ese
pequeño sacerdote de 37 años, porte frágil y rostro dulce, era desde hacía
cuatro años un soplo de libertad y esperanza.
Crueldad del destino: ese 19 de octubre, en Bydgoszcz, el
tema de su sermón, de sus últimas palabras en público, fue el siguiente: “Se
debe vencer el mal por medio del bien”…
Tras la misa y un breve almuerzo, Jerzy Popieluszko sube
a su automóvil, un Volkswagen matriculado WUL 2473, conducido por el chofer de
la parroquia, Waldemar Chrostowski.
Desde que parten son seguidos por un automóvil,
estacionado hasta ese momento, con todos los faros encendidos, según un
testigo. El drama, a la manera de una pésima novela policial, se anuda un poco
más lejos, sobre la ruta Bydszcz-Torun, en el paraje donde el camino atraviesa
un bosque, a la altura de la aldea de Przysieki.
El Fiat Polski de los “desconocidos” alcanza al
Volkswagen del padre Popieluszko. Un policía de uniforme ordena al chofer
detenerse y le pide que baje para someterse a un dosaje de alcohol. Waldemar
Chrostowski obedece. Es inmediatamente aferrado y arrojado al asiento delantero
del Fiat, donde los agresores lo esposan.
Tras amordazarlo, lo amenazan con la muerte si se da
vuelta. Chrostowskioyeruidos de lucha y la voz de Jerzy Popieluszko, que
exclama. “Pero, señores, ¿Qué hacen ustedes?
Después oye abrirse el baúl de un auto, donde arrojan un bulto pesado;
el baúl se cierra. Y el coche parte como una tromba.
Algunos kilómetros más allá, llega la voz de los “desconocidos”
desde la parte trasera: “Después de la aldea, el primer camino a la derecha”.
Waldemar Chrostowski se juega el todo por el todo. Cuando el automóvil se
desvía para pasar a otro en un sitio donde el tráfico se mezclan algunos
transeúntes, salta del vehículo en marcha, rebota varias veces sobre la
calzada, pero no pierde el conocimiento. Por efecto del impacto las esposas se
sueltan - ¿imprevisión de los
secuestradores? – y queda libre de trabajas.
Dos hombres atareados en reparar una motocicleta lo
levantan y lo llevan a un restaurante. Se pide socorro a la policía y al
hospital más cercano. Llega en primer término la ambulancia. El médico accede
al deseo de Waldemar Chrostowski de ser llevado ante todo a Torun, a casa de un
sacerdote amigo, el padre Nowakowski, y después, junto con éste, al servicio de
emergencia del hospital, donde ya lo esperan policías, unos de uniforme, otros
de civil. Los médicos del hospital exigen prestarle los primeros auxilios antes
de que sea llevado al interrogatorio. Waldemar
Chrostowski pasa por su p primer interrogatorio en el hospital mismo, durante
dos horas, antes de ser transferido al hospital regional, dependiente del
Ministerio de Interior. Gracias a èl se sabe todo lo que se sabe del secuestro
del padre Popieluszko.
Al dìa siguiente reina intensa emoción en Polonia, al
conocerse la noticia en Varsovia. En la iglesia de San Estanislao, miles de
fieles se congregan para rezar. Aùn todos esperan que Jerzy les sea devuelto.
Pronto se crea una comisión, de la que forman parte los principales
responsables varsovianos de Solidaridad, como Seweryn Jaworski y Bronislaw
Geremek.
De toda Polonia afluyen a San Estanislao testimonios de
amistad y apoyo. En Gdansk, el padre Henryk Kankowski – o otra bestia negra
para los poderosos de Varsovia, capellán de los Astilleros Lenin y amigo de
Lecha Walesa declara: “Acaba de ocurrir
algo inaudito en la historia de Polonia, un acto extraño a nuestro pueblo”.
Lech Walesa siente una fuerte conmoción. Se reúne con los delegados de las
acerìas de Varsovia y otras empresas de la capital. Sin reflejar en el rostro
la cólera y la emoción que lo embargan, exhorta a la calma y a la dignidad.
Se sigue siempre sin noticias de Jerzy Popieluszko…
El 22 de octubre, el secretario del episcopado polaco publica
un comunicado: “El secuestro del padre Popieluszko suscita la más honda
inquietud. Así como se teme por su vida, se teme que el secuestro se convierta
en un arma en la lucha política. Las informaciones de que disponemos sobre las
circunstancias del secuestro hacen pensar que sus autores obraron por motivos políticos.”
Precisamente por el lado político hay malestar, signo de
que, en los estratos del poder, este pequeño episodio provoca una crisis. La televisión
polaca ha anunciado el secuestro:
imposible silenciarlo por más tiempo.
El 23 de octubre, durante una conferencia de prensa, el
vocero del gobierno, Jerzy Urban, declara que toda la policía de Polonia está
en busca del padre Popieluszko.
El drama es llevado al plenario del Comité Central del
Partido Obrero que se reúne días después. El general Jaruzelski promete: “Se hará
toda la luz”.
El 25 de octubre, el cardenal primado Glemp, que acaba de
efectuar una visita de tres días de duración a Berlín Oriental, que a pesar de
todo no anuló, toma la palabra.”Sin noticias del padre Popieluszko, tememos que
Polonia se haya convertido en teatro de
un asesinato análogo a los que se perpetraron en los países heridos por
el terrorismo. Pedimos que no se omitan recursos para que se haga la luz sobre
las causas, los instigadores y las
circunstancias de ese acto abominable”.
Que se haga la luz…..Al dìa siguiente, Jerzy Urban
declara que ha sido arrestado un funcionario del Ministerio de Interior,
Grzegorz P. El vocero gubernamental se vale de la ocasión para atacar a todos
los que quieren, dice, explotar este asunto. Y para acusar a los ex dirigentes
de Solidaridad de servirse del secuestro del padre Popieluszko para fines políticos
adversos a las autoridades.
El sábado 27 de octubre, en el telenoticioso polaco de
las 19.30, hay una sorpresa para Varsovia: el propio Ministerio de Interior,
general Kiszczak, uno de los fieles al general Jaruzelski, aparece en pantalla.
Tenso y crispado, revela los hombres de quienes secuestraron al sacerdote,
sobre cuya suerte ya nadie se hace ilusiones. Sin embargo, hasta que sea
encontrado el cadáver….
Los tres hombres no son oscuros esbirros: son tres
funcionarios del servicio de seguridad del Ministerio de Interior, el
ministerio mismo del general Kiszczac: el conocido Grzegorz P. ya anunciado por
el vocero gubernamental, es el capitán Grzegorz Piotrowski, 33 años, jefe de
servicio en el Departamento de Cultos del Ministerio, quien habrìa confesado
que dio muerte al padre Popieluszko; el teniente Waldemar Chmielowski, 29 años,
y el teniente Leszek Pekala,. 32 años. Es igualmente inculpado su jefe, el
coronel Adam Pietruszka, vicedirector del Departamento de Cultos: se lo ha
considerado instigador del crimen.
Inmediatamente se emprenden búsquedas en la región de
Torun y de Wloclawek. El martes 30 de octubre cae la noticia como un machetazo:
ha sido hallado el cadáver de Jerzy Popieluszko, no lejos de Wloclawek, en una
esclusa del Vístula, esa arteria de sudor y sangre que irriga el cuerpo de
Polonia.
Jerzy Popieluszko: EL CAMINO DE MI CRUZ Misas en Varsovia - Jean Offredo, Editorial
Atlántida, Buenos Aires, 1985
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