Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

martes, 31 de enero de 2012

Jerzy Popieluszko Misas por la patria – recuerdos de Jean Offredo (3 de 4)


La última etapa  

El destino de Jerzy Popieluszko se detuvo aquel trágico viernes 19 de octubre en la ruta de Bydgoszcz a Varsovia, en algún lugar cercano de Torun. Como tan a menudo, el joven vicario de San Estanislao Kostka, iglesia situada en Zoliborz, afueras de Varsovia, había sido invitado a hablar fuera de sus fronteras parroquiales. Para los polacos, la palabra de ese pequeño sacerdote de 37 años, porte frágil y rostro dulce, era desde hacía cuatro años un soplo de libertad y esperanza.

Crueldad del destino: ese 19 de octubre, en Bydgoszcz, el tema de su sermón, de sus últimas palabras en público, fue el siguiente: “Se debe vencer el mal por medio del bien”…

Tras la misa y un breve almuerzo, Jerzy Popieluszko sube a su automóvil, un Volkswagen matriculado WUL 2473, conducido por el chofer de la parroquia, Waldemar Chrostowski.
Desde que parten son seguidos por un automóvil, estacionado hasta ese momento, con todos los faros encendidos, según un testigo. El drama, a la manera de una pésima novela policial, se anuda un poco más lejos, sobre la ruta Bydszcz-Torun, en el paraje donde el camino atraviesa un bosque, a la altura de la aldea de Przysieki.
El Fiat Polski de los “desconocidos” alcanza al Volkswagen del padre Popieluszko. Un policía de uniforme ordena al chofer detenerse y le pide que baje para someterse a un dosaje de alcohol. Waldemar Chrostowski obedece. Es inmediatamente aferrado y arrojado al asiento delantero del Fiat, donde los agresores lo esposan.
Tras amordazarlo, lo amenazan con la muerte si se da vuelta. Chrostowskioyeruidos de lucha y la voz de Jerzy Popieluszko, que exclama. “Pero, señores, ¿Qué hacen ustedes?  Después oye abrirse el baúl de un auto, donde arrojan un bulto pesado; el baúl se cierra. Y el coche parte como una tromba.
Algunos kilómetros más allá, llega la voz de los “desconocidos” desde la parte trasera: “Después de la aldea, el primer camino a la derecha”. Waldemar Chrostowski se juega el todo por el todo. Cuando el automóvil se desvía para pasar a otro en un sitio donde el tráfico se mezclan algunos transeúntes, salta del vehículo en marcha, rebota varias veces sobre la calzada, pero no pierde el conocimiento. Por efecto del impacto las esposas se sueltan -  ¿imprevisión de los secuestradores? – y queda libre de trabajas.
Dos hombres atareados en reparar una motocicleta lo levantan y lo llevan a un restaurante. Se pide socorro a la policía y al hospital más cercano. Llega en primer término la ambulancia. El médico accede al deseo de Waldemar Chrostowski de ser llevado ante todo a Torun, a casa de un sacerdote amigo, el padre Nowakowski, y después, junto con éste, al servicio de emergencia del hospital, donde ya lo esperan policías, unos de uniforme, otros de civil. Los médicos del hospital exigen prestarle los primeros auxilios antes de que sea llevado al interrogatorio.  Waldemar Chrostowski pasa por su p primer interrogatorio en el hospital mismo, durante dos horas, antes de ser transferido al hospital regional, dependiente del Ministerio de Interior. Gracias a èl se sabe todo lo que se sabe del secuestro del padre Popieluszko.
Al dìa siguiente reina intensa emoción en Polonia, al conocerse la noticia en Varsovia. En la iglesia de San Estanislao, miles de fieles se congregan para rezar. Aùn todos esperan que Jerzy les sea devuelto. Pronto se crea una comisión, de la que forman parte los principales responsables varsovianos de Solidaridad, como Seweryn Jaworski y Bronislaw Geremek.
De toda Polonia afluyen a San Estanislao testimonios de amistad y apoyo. En Gdansk, el padre Henryk Kankowski – o otra bestia negra para los poderosos de Varsovia, capellán de los Astilleros Lenin y amigo de Lecha Walesa declara:  “Acaba de ocurrir algo inaudito en la historia de Polonia, un acto extraño a nuestro pueblo”. Lech Walesa siente una fuerte conmoción. Se reúne con los delegados de las acerìas de Varsovia y otras empresas de la capital. Sin reflejar en el rostro la cólera y la emoción que lo embargan, exhorta a la calma y a la dignidad.
Se sigue siempre sin noticias de Jerzy Popieluszko…
El 22 de octubre, el secretario del episcopado polaco publica un comunicado: “El secuestro del padre Popieluszko suscita la más honda inquietud. Así como se teme por su vida, se teme que el secuestro se convierta en un arma en la lucha política. Las informaciones de que disponemos sobre las circunstancias del secuestro hacen pensar que sus autores obraron por motivos políticos.”
Precisamente por el lado político hay malestar, signo de que, en los estratos del poder, este pequeño episodio provoca una crisis. La televisión polaca  ha anunciado el secuestro: imposible silenciarlo por más tiempo.
El 23 de octubre, durante una conferencia de prensa, el vocero del gobierno, Jerzy Urban, declara que toda la policía de Polonia está en busca del padre Popieluszko.
El drama es llevado al plenario del Comité Central del Partido Obrero que se reúne días después. El general Jaruzelski promete: “Se hará toda la luz”.
El 25 de octubre, el cardenal primado Glemp, que acaba de efectuar una visita de tres días de duración a Berlín Oriental, que a pesar de todo no anuló, toma la palabra.”Sin noticias del padre Popieluszko, tememos que Polonia se haya convertido en teatro de  un asesinato análogo a los que se perpetraron en los países heridos por el terrorismo. Pedimos que no se omitan recursos para que se haga la luz sobre las causas, los instigadores  y las circunstancias de ese acto abominable”.
Que se haga la luz…..Al dìa siguiente, Jerzy Urban declara que ha sido arrestado un funcionario del Ministerio de Interior, Grzegorz P. El vocero gubernamental se vale de la ocasión para atacar a todos los que quieren, dice, explotar este asunto. Y para acusar a los ex dirigentes de Solidaridad de servirse del secuestro del padre Popieluszko para fines políticos adversos a las autoridades.
El sábado 27 de octubre, en el telenoticioso polaco de las 19.30, hay una sorpresa para Varsovia: el propio Ministerio de Interior, general Kiszczak, uno de los fieles al general Jaruzelski, aparece en pantalla. Tenso y crispado, revela los hombres de quienes secuestraron al sacerdote, sobre cuya suerte ya nadie se hace ilusiones. Sin embargo, hasta que sea encontrado el cadáver….
Los tres hombres no son oscuros esbirros: son tres funcionarios del servicio de seguridad del Ministerio de Interior, el ministerio mismo del general Kiszczac: el conocido Grzegorz P. ya anunciado por el vocero gubernamental, es el capitán Grzegorz Piotrowski, 33 años, jefe de servicio en el Departamento de Cultos del Ministerio, quien habrìa confesado que dio muerte al padre Popieluszko; el teniente Waldemar Chmielowski, 29 años, y el teniente Leszek Pekala,. 32 años. Es igualmente inculpado su jefe, el coronel Adam Pietruszka, vicedirector del Departamento de Cultos: se lo ha considerado instigador del crimen.
Inmediatamente se emprenden búsquedas en la región de Torun y de Wloclawek. El martes 30 de octubre cae la noticia como un machetazo: ha sido hallado el cadáver de Jerzy Popieluszko, no lejos de Wloclawek, en una esclusa del Vístula, esa arteria de sudor y sangre que irriga el cuerpo de Polonia.

Jerzy Popieluszko: EL CAMINO DE MI CRUZ Misas en Varsovia - Jean Offredo, Editorial Atlántida, Buenos Aires, 1985

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