Era su “despedida” de aquel Santuario tan querido, tan unido a sus primeros años de vida en la natal wadowice (Kalwaria queda a tan solo a 14 kms de Wadowice) a sus primeras peregrinaciones a aquel lugar sagrado, a sus “conversaciones” con Maria cuando buscaba amparo y consejo “Este itinerario desde niño, y más aún como sacerdote y como obispo, me llevaba frecuentemente por los senderos marianos de Kalwaria Zebrzydowska. Kalwaria es el principal santuario mariano de la Archidiócesis de Cracovia. Iba allí con frecuencia y caminaba en solitario por aquellas sendas presentando en la oración al Señor los diferentes problemas de la Iglesia, sobre todo en el difícil período que se vivía bajo el comunismo.” (Don y Misterio)
En su homilía con motivo del último viaje a Polonia el beato Juan Pablo II nos invitaba a comprender ese “vinculo misterioso de amor” que lo unía a su Madre y a la Madre de todos
"Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos y, después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. ¡Oh clementísima! ¡Oh piadosa! ¡Oh dulce Virgen María! Dirige, oh Señora de las gracias, tu mirada a este pueblo que desde hace siglos permanece fiel a ti y a tu Hijo.
Dirige la mirada a esta nación, que siempre ha puesto su esperanza en tu amor de Madre.
Dirige a nosotros la mirada, esos tus ojos misericordiosos, y obtennos lo que tus hijos más necesitan.
Abre el corazón de los ricos a las necesidades de los pobres y de los que sufren.
Haz que los desempleados encuentren trabajo.
Ayuda a los que se han quedado en la calle a encontrar una vivienda.
Dona a las familias el amor que permite superar todas las dificultades.
Indica a los jóvenes el camino y las perspectivas para el futuro.
Envuelve a los niños con el manto de tu protección, para que no sufran escándalo.
Anima a las comunidades religiosas con la gracia de la fe, de la esperanza y de la caridad.
Haz que los sacerdotes sigan las huellas de tu Hijo dando cada día la vida por las ovejas.
Obtén para los obispos la luz del Espíritu Santo, para que guíen la Iglesia en estas tierras hacia el reino de tu Hijo por un camino único y recto.
Madre santísima, nuestra Señora de Kalwaria, obtén también para mí las fuerzas del cuerpo y del espíritu, para que pueda cumplir hasta el fin la misión que me ha encomendado el Resucitado.
En ti pongo todos los frutos de mi vida y de mi ministerio; a ti encomiendo el destino de la Iglesia; a ti entrego mi nación; en ti confío y te declaro una vez más: Totus tuus, Maria! Totus tuus. Amén.
(Palabras del Santo Padre al final de la misa en el santuario de Kalwaria)
Está a punto de concluir mi peregrinación a Polonia, a Cracovia. Me alegra que esta visita culmine precisamente en Kalwaria, a los pies de María. Una vez más deseo encomendar a su protección a vosotros, aquí reunidos, a la Iglesia en Polonia y a todos los compatriotas. Que su amor sea fuente de abundantes gracias para nuestro país y para sus habitantes.
Cuando visité este santuario en 1979, os pedí que orarais por mí mientras viva y después de mi muerte. Hoy os doy las gracias a vosotros y a todos los peregrinos de Kalwaria por estas oraciones, por el apoyo espiritual que recibo continuamente. Y sigo pidiéndoos: no dejéis de orar -lo repito una vez más- mientras viva y después de mi muerte. Y yo, como siempre, os pagaré vuestra benevolencia encomendándoos a todos a Cristo misericordioso y a su Madre.
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