Rubens: Inmaculada de Wikipedia
Mientras estas
palabras del saludo del Ángel resuenan suavemente en nuestro alma, deseo
dirigir la mirada: junto con vosotros, queridos hermanos y hermanas, sobre el
misterio de la Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María con los
ojos espirituales de San Maximiliano Kolbe. El dedicó todas las obras de su
vida y de su vocación a la Inmaculada. Y por eso en este año, en el que ha sido
elevado a la gloria de los Santos: él está mucho más cerca en la Solemnidad de
la Inmaculada de quien amo definirse «militante».
El amor a la
Inmaculada fue, en efecto, el centro de su vida espiritual, el fecundo
principio animador de su actividad apostólica. El modelo sublime de la
Inmaculada iluminó y guió su intensa existencia sobre los caminos del mundo e
hizo de su muerte heroica en el campo de exterminio de Auschwitz un
espléndido testimonio cristiano y sacerdotal. Con la intuición del santo y la
finura del teólogo, Maximiliano Kolbe meditó con agudeza extraordinaria el
misterio de la Concepción Inmaculada de María a la luz de la Sagrada Escritura,
del Magisterio y de la Liturgia de la Iglesia, sacando admirables lecciones de
vida. Ha sido para nuestro tiempo profeta y apóstol de una nueva «era mariana»,
destinada a hacer brillar con fuerte luz en el mundo entero a Cristo y su
Evangelio.
Esta misión que
él llevó adelante con ardor y dedicación, «lo clasifica —como afirmó Pablo VI
en la homilía para su Beatificación— entre los grandes Santos y los espíritus
videntes que han comprendido, venerado y cantado el Misterio de María» (lnsegnamenti
di Paolo VI, IX,
1971, p. 909). Asimismo, conocedor de la profundidad inagotable del misterio de
la Concepción Inmaculada, para la que «las palabras humanas no son capaces de
expresar Aquella que ha llegado a ser verdadera Madre de Dios» (Gli
escritti di Massimiliano Kolbe, eroe di Oswiecjm e Beato della Chiesa, Vol.
3, Edizione Cittá di Vita, Firenze, 1975, v. III, p. 690), su mayor dolor era
que la Inmaculada no fuera suficientemente conocida y amada a imitación de
Jesucristo y como nos enseña la tradición de la Iglesia y el ejemplo de los
Santos. En efecto, amando a María, nosotros honramos a Dios que la elevó a la
dignidad de Madre de su propio Hijo hecho Hombre y nos unimos a Jesucristo que
la amó como Madre; no la amaremos nunca como El la amó: «Jesús ha sido el
primero en honrarla como su Madre y nosotros debemos imitarle también en esto.
No renunciemos nunca a igualarle en el amor con que Jesús la amó» (Ibidem v.
11, p. 351). El amor a María, afirma el P. Maximiliano, es el camino más
sencillo y más fácil para santificamos, realizando nuestra vocación cristiana.
El amor de que habla no es, en verdad, sentimentalismo superficial, sino que es
esfuerzo generoso es donación de toda la persona, como él mismo nos demostró
con su vida de fidelidad evangélica hasta su muerte heroica.”
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