Durante el año mariano 1987-1988 el Papa Juan Pablo II todos
los domingos visitaba espiritualmente algún santuario mariano, pero el 17 de julio de 1988 la visita se convertía en personal
en el Santuario mariano de Pietralba, como parte de su visita pastoral al Veneto, Lombardia y Trentino/AltoAdige.
Alli en Pietralba celebraba Misa y posteriormente el rezo
del Ángelus. Una zona rodeada de las
bellezas naturales de los Dolomitas, montañas que tanto le recordaban sus
queridos montes Tatras. Cerca de allí días más tarde en Lorenzago diría “Bendita
fatiga. Entre estos montes es posible reposar cansándose” .
Pietralba es un lugar de peregrinación mariana casicompartido históricamente por Italia y Austria.
Se recuerda que allí en el año 1553 la Virgen Maria se le aparece a Leonhard Weißensteiner
para curarle de su mal y Ella le pide hacer construir allí una
capilla. La capilla fue reconstruida y con el tiempo ampliada debido a la
cantidad de peregrinos visitantes. La
actual basílica en estilo barroco fue completada en 1654 y contiene frescos de
Adam Mölk y otras obras de arte de Pußjäger, Silber y F. Haider.
La Virgen venerada es una estatua de la
Dolorosa que sostiene en su regazo al Hijo depuesto de la cruz.
En la homilía (en alemán e italiano) de la Santa Misa Juan Pablo II decia: “Me siento feliz de estar hoy con vosotros
peregrinos en este Santuario de Pietralba, circundado de una espléndida corona
de montañas que nos hacen sentir la bondad de Dios. Hace ya cuatro siglos que
vuestros mayores siguen concurriendo aquí
para invocar la Madre del Señor suplicándole sea Ella mediadora de gracias y
favores. La imagen venerada aquí en Pietralba nos representa este misterio de
la Virgen que da su si también
bajo la cruz acogiendo a su hijo muerto, depuesto de la cruz. Con fe y plena confianza
pone la propia vida en las manos de
Dios, tanto en los momentos gozosos y felices como en aquellos tristes y difíciles,
convirtiéndose para nosotros en modelo de fe incondicional.”
Más tarde en el Ángelus el Papa Juan Pablo II al terminar su peregrinación al lugar
invita a recitar el Ángelus Domini “oración a la vez tradicional y familiar, a la
cual cada día os invita el sonido de las campanas de vuestras parroquias, cuyo
eco suena de valle en valle. El Angelus Domini es una de las
plegarias más bellas y completas de la devoción a María: en ella contemplamos
el plan de salvación de Dios y de su amor misericordioso hacia toda la
creación, plan que se ha cumplido cuando Dios eligió a María para que fuera
Madre del Redentor.”
Y retiera que “El Angelus Domini nos presenta a la Madre
de Jesús como verdadera y ejemplar creyente, con cuyo "sí" se
convierte en modelo para todos los creyentes. Este ''sí", dicho por María
una primera vez con absoluta disponibilidad, Ella lo repitió también en las
situaciones más difíciles de la vida, recorriendo hasta el final el camino de
la fe.”
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