El Evangelio de la Misa del Envío nos habla de
Zaqueo, un hombre rico que finalmente se atreve afrontar todos los obstáculos, hasta lo que podía significar el ridículo y decide “ver” a Jesús.
“Zaqueo
era un personaje público; - decia el
Papa Francisco en la homilía - sabía que, al intentar subir al árbol, haría el
ridículo delante de todos, él, un jefe, un hombre de poder, pero muy odiado.
Pero superó la vergüenza, porque la atracción de Jesús era más fuerte. Habréis
experimentado lo que sucede cuando una persona se siente tan atraída por otra
que se enamora: entonces sucede que se hacen de buena gana cosas que nunca se
habrían hecho. Algo similar ocurrió en el corazón de Zaqueo, cuando sintió que
Jesús era de tal manera importante que habría hecho cualquier cosa por él,
porque él era el único que podía sacarlo de las arenas movedizas del pecado y
de la infelicidad. Y así, la vergüenza paralizante no triunfó: Zaqueo —nos dice
el Evangelio— «corrió más adelante», «subió» y luego, cuando Jesús lo llamó, «se
dio prisa en bajar» (vv. 4.6.). Se arriesgó y actuó. Esto es también para
nosotros el secreto de la alegría: no apagar la buena curiosidad, sino
participar, porque la vida no hay que encerrarla en un cajón. Ante Jesús no
podemos quedarnos sentados esperando con los brazos cruzados; a él, que nos da
la vida, no podemos responderle con un pensamiento o un simple «mensajito».
Queridos
jóvenes, no os avergoncéis de llevarle todo, especialmente las debilidades, las
dificultades y los pecados, en la confesión: Él sabrá sorprenderos con su
perdón y su paz. No tengáis miedo de decirle «sí» con toda la fuerza del
corazón, de responder con generosidad, de seguirlo. No os dejéis anestesiar el
alma, sino aspirad a la meta del amor hermoso, que exige también renuncia, y un
«no» fuerte al doping del éxito a cualquier precio y a la
droga de pensar sólo en sí mismo y en la propia comodidad.”
“«Date
prisa y baja, porque es necesario que hoy me quede en tu casa» (v. 5). «Baja
inmediatamente, porque hoy debo quedarme contigo. Ábreme la puerta de tu
corazón». Jesús te dirige la misma invitación: «Hoy tengo que alojarme en tu
casa». La Jornada Mundial de la Juventud, podríamos decir, comienza hoy
y continúa mañana, en casa, porque es allí donde Jesús quiere
encontrarnos a partir de ahora. El Señor no quiere quedarse solamente en esta
hermosa ciudad o en los recuerdos entrañables, sino que quiere venir a tu casa,
vivir tu vida cotidiana: el estudio y los primeros años de trabajo, las
amistades y los afectos, los proyectos y los sueños. Cómo le gusta que todo
esto se lo llevemos en la oración. Él espera que, entre tantos contactos y chatsde
cada día, el primer puesto lo ocupe el hilo de oro de la oración. Cuánto desea
que su Palabra hable a cada una de tus jornadas, que su Evangelio sea tuyo, y
se convierta en tu «navegador» en el camino de la vida.”
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