¿Qué es de verdad, para el Santo Padre, la dignidad del hombre? ¿Qué son los auténticos derechos humanos? ¿Concesiones de los gobiernos, de los Estados? ¿O algo distinto, más profundo?
Le preguntaba Vittorio Messori a Juan Pablo II en Cruzando el umbral de la esperanza, y el Santo Padre respondía:
“Es evidente que estos derechos han sido inscritos por el Creador en el orden de la creación; que aquí no se puede hablar de concesiones de las instituciones humanas, de los Estados o de las organizaciones internacionales. Tales instituciones expresan sólo lo que Dios mismo ha inscrito en el orden creado por Él, lo que Él mismo ha inscrito en la conciencia moral, en el corazón del hombre, como explica san Pablo en la Carta a los Romanos (cfr. 2,15).
El Evangelio es la confirmación más plena de todos los derechos del hombre. Sin eso muy fácilmente nos podemos encontrar lejos de la verdad del hombre. El Evangelio confirma la regla divina que rige el orden moral del universo, la confirma de modo particular mediante la misma Encarnación. ¿Quién es el hombre, si el Hijo asume la naturaleza humana? ¿Quién debe ser este hombre, si el Hijo de Dios paga el máximo precio por su dignidad? Cada año la liturgia de la Iglesia manifiesta un profundo estupor ante esta verdad y este misterio, tanto en el período de Navidad como durante la Vigilia pascual: «O felix culpa, quae talem ac tantum meruit habere Redemptorem."? («¡Oh feliz culpa, que nos hizo merecer un tal y tan grande Redentor!» Exultet). El Redentor confirma los derechos del hombre sencillamente para llevarlo a la plenitud de la dignidad recibida cuando Dios lo creó a su imagen y semejanza.”
Le preguntaba Vittorio Messori a Juan Pablo II en Cruzando el umbral de la esperanza, y el Santo Padre respondía:
“Es evidente que estos derechos han sido inscritos por el Creador en el orden de la creación; que aquí no se puede hablar de concesiones de las instituciones humanas, de los Estados o de las organizaciones internacionales. Tales instituciones expresan sólo lo que Dios mismo ha inscrito en el orden creado por Él, lo que Él mismo ha inscrito en la conciencia moral, en el corazón del hombre, como explica san Pablo en la Carta a los Romanos (cfr. 2,15).
El Evangelio es la confirmación más plena de todos los derechos del hombre. Sin eso muy fácilmente nos podemos encontrar lejos de la verdad del hombre. El Evangelio confirma la regla divina que rige el orden moral del universo, la confirma de modo particular mediante la misma Encarnación. ¿Quién es el hombre, si el Hijo asume la naturaleza humana? ¿Quién debe ser este hombre, si el Hijo de Dios paga el máximo precio por su dignidad? Cada año la liturgia de la Iglesia manifiesta un profundo estupor ante esta verdad y este misterio, tanto en el período de Navidad como durante la Vigilia pascual: «O felix culpa, quae talem ac tantum meruit habere Redemptorem."? («¡Oh feliz culpa, que nos hizo merecer un tal y tan grande Redentor!» Exultet). El Redentor confirma los derechos del hombre sencillamente para llevarlo a la plenitud de la dignidad recibida cuando Dios lo creó a su imagen y semejanza.”
Juan Pablo II: Cruzando el umbral de la esperanza, p.195/196, Plaza & Janes
2 comentarios:
Gracias! Muy bueno!
Gracias Marta.
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