Me acaban de regalar este libro-tesoro! (Mil gracias Cristina!!) Yo ni sabia que existía en español! (Editorial Atlàntida Buenos aires, 1984)
Jerzy Popieluszko – Misas por la patria - Homilía octubre 1983 - 1ra parte(homilía de agradecimiento y plegaria con ocasión del 5to aniversario del pontificado de Juan Pablo II)
“Santísimo Padre, desearíamos expresar muy profundamente en este mensaje, que queremos lleno d calidez, nuestra gratitud por tu bondad, tu sabiduría, tu fe, tu esperanza y tu amor ilimitado. Eres el mejor de los hijos de nuestra nacion.
Deseamos ofrecerte aquello que nos reúne cada mes en esta casa de Dios.
Deseamos ofrecerte nuestro amor por Dios y por la Patria.
Deseamos agradecerte porque desde el primer día de tu pontificado convocaste al mundo abrir de par en par las puertas a Cristo.
Te agradecemos por el soplo del Espíritu Santo que se manifestó en tu tierra natal en ocasión de tu primera peregrinación, en tu plegaria y en las palabras que pronunciaste en Varsovia y que todos recordamos: “Que Tu espíritu descienda y renueve la faz de la tierra, de esta tierra”. Te agradecemos tu confirmación de la historia y de los retiros espirituales de la nación, que precedieron a la renovación moral. También esa renovación, que perdura a despecho de las diversas vicisitudes soportadas hasta ahora.
En este momento de alienación de la nación, tu has sido y tu eres quien refuerza en nosotros la esperanza de la victoria del bien sobre el mal, del amor sobre el odio, de la verdad sobre la mentira.
La más maravillosa expresión de tu preocupación por los problemas de la patria ha sido la gran plegaria ante la Reina de Polonia, Nuestra Señora de Jasna Gora, acerca del estado de guerra.
Te preocupaste por todos nosotros. Contestaste las cartas que los prisioneros te escribían rogándote que estuvieras con ellos, como ellos estaban contigo. Formulaste tu respuesta en un ruego: “Acompáñalos, Madre, acompaña a los que han sido condenados, sin juicio, a la privación de la libertad, acompaña a todos los que sufren por causa del encarcelamiento de sus prójimos”.
Cuando en canje de su liberación se propuso a nuestros hermanos que abandonaran la patria, tú proclamaste dolorido: “Que no falte en Polonia un lugar para los polacos. Todo hombre tiene derecho a su Patria. Nadie debe ser condenado al exilio”. Te estamos muy agradecidos por haber empleado esa muy amada palabra, Solidaridad, por haberla distinguido siempre en las pancartas. Tu, Santo Padre, dijiste con emoción, al volver de Nigeria, donde entre centenares de miles de personas había un grupo de polacos sobre el cual flotaba una bandera blanca y roja con la inscripción Solidaridad. Y en esa ocasión explicaste que Solidaridad no se limita a manifestar una inquietud, porque también es el nombre de la comunión y la unidad, objetivo que se han fijado los polacos para la presente década.
Nadie mas que Tu, oh Santo Padre, podía estigmatizar con tanta fuerza el mal y sus mecanismos, nadie mas que Tu podía sentir con tanta intensidad los problemas de la Patria!
A menudo tu plegaria desborda de sufrimiento: “Desde el 13 de diciembre” (*) dijiste llorando, en el día conmemorativo del atentado que sufriste, “desde el 13 de diciembre sufro con mi nación”. Y en ese mismo día recordaste que el Estado no puede ejercer su poder recurriendo a la violencia.
Te agradecemos haberte interesado en cada acontecimiento que se produjo en la Patria. Pensaste con inquietud en aquellos que en la cárcel, llegaban incluso a la huelga de hambre. Sobre todo Te estamos agradecidos, Santo Padre, por tu segunda peregrinación a nuestra patria, en junio último, por tu beso a la tierra natal, depositado como entre las manos de una amada madre, por tu bendición de paz. Tú nos mostraste el camino de una paz duradera para la Patria. Te agradecemos el coraje con que abordaste los problemas que vivimos. Dijiste, en el Belvedere, que el entendimiento sólo puede ser alcanzado en esta nación mediante la conservación de las ventajas obtenidas desde agosto de 1980, mediante su aceptación y su respeto, y no mediante la liquidación sistemática de todo aquello por lo cual los obreros lucharon.
Particularmente reconocidos te estamos quienes nos reunimos en la iglesia de Zoliborz a fin de rogar por la Patria y quienes sufren por ella. Pues tu nos diste la seguridad de que avanzamos por el camino justo cuando oramos por la paz de la patria, por la verdad, el amor, la justicia, por el fortalecimiento de la esperanza y por la liberación de los prisioneros inocentes, por la dignidad del trabajo humano y la defensa de los ideales de agosto de 1980, (**)
por la solidaridad de los corazones y los espíritus.
Te estamos agradecidos por las reconfortantes palabras que dirigiste a la juvntud en ocasión del Llamamiento de Jasna Gora, por más que hayamos deplorado profundamente la falta de contacto con la juventud, como lo hubo en Varsovia, hace cuatro años, durante tu primera peregrinación a nuestro país.
Te agradecemos que nos hayas recordado las palabras del llorado Primado del Milenio, en el sentido de que el derecho de asociación por profesión es un derecho innato, dado por el Creador y no concedido por persona alguna. No es el Estado quien nos otorga ese derecho, el Estado solo tiene el deber de protegerlo y de velar por que no sea infringido.
Te estamos reconocidos por las palabras pronunciadas en Cracovia, donde imploraste que fuésemos fortalecidos por el poder de la fe, de la esperanza y del amor, del amor que terminará por vencer. Donde declaraste que la Nacion, en cuando comunidad humana, está llamada a la victoria justamente por el poder de la fe, de la esperanza y del amor, por el poder de la verdad, de la libertad, de la justicia.
Te agradecemos haber abrazado con paternal ternura, en la iglesia de los padres capuchinos, a la madre de Grzegorz, asesinado. Recientemente, le escribiste de Tu propia mano una breve carta, en la cual leemos: “Querida señora: De todo corazón creo que Aquella con que más profundo dolor sintió la perdida de su amado Hijo es quien os comprende. Ella os ayudará en vuestra aspiración a ser vos misma y a vivir por los demàs…”
Y el mes pasado, al ser discernido el Premio Nobel de la Paz al dirigente obrero Lech Walesa, viste en esa distinción, tal como lo vieron tus compatriotas amantes de su patria, que tal recompensa estaba destinada a la Nación entera, por su actitud digna en el tiempo de la humillación, de la mentira y de la injusticia. Con alegría escribiste en el telegrama palabras de calurosa felicitación, subrayando que ”así han sido recompensados la voluntad y los esfuerzos emprendidos para resolver los difíciles problemas del mundo obrero y la sociedad de Polonia por la pacifica vía del diálogo sincero y de la colaboración mutua de todos”
Deseamos ofrecerte aquello que nos reúne cada mes en esta casa de Dios.
Deseamos ofrecerte nuestro amor por Dios y por la Patria.
Deseamos agradecerte porque desde el primer día de tu pontificado convocaste al mundo abrir de par en par las puertas a Cristo.
Te agradecemos por el soplo del Espíritu Santo que se manifestó en tu tierra natal en ocasión de tu primera peregrinación, en tu plegaria y en las palabras que pronunciaste en Varsovia y que todos recordamos: “Que Tu espíritu descienda y renueve la faz de la tierra, de esta tierra”. Te agradecemos tu confirmación de la historia y de los retiros espirituales de la nación, que precedieron a la renovación moral. También esa renovación, que perdura a despecho de las diversas vicisitudes soportadas hasta ahora.
En este momento de alienación de la nación, tu has sido y tu eres quien refuerza en nosotros la esperanza de la victoria del bien sobre el mal, del amor sobre el odio, de la verdad sobre la mentira.
La más maravillosa expresión de tu preocupación por los problemas de la patria ha sido la gran plegaria ante la Reina de Polonia, Nuestra Señora de Jasna Gora, acerca del estado de guerra.
Te preocupaste por todos nosotros. Contestaste las cartas que los prisioneros te escribían rogándote que estuvieras con ellos, como ellos estaban contigo. Formulaste tu respuesta en un ruego: “Acompáñalos, Madre, acompaña a los que han sido condenados, sin juicio, a la privación de la libertad, acompaña a todos los que sufren por causa del encarcelamiento de sus prójimos”.
Cuando en canje de su liberación se propuso a nuestros hermanos que abandonaran la patria, tú proclamaste dolorido: “Que no falte en Polonia un lugar para los polacos. Todo hombre tiene derecho a su Patria. Nadie debe ser condenado al exilio”. Te estamos muy agradecidos por haber empleado esa muy amada palabra, Solidaridad, por haberla distinguido siempre en las pancartas. Tu, Santo Padre, dijiste con emoción, al volver de Nigeria, donde entre centenares de miles de personas había un grupo de polacos sobre el cual flotaba una bandera blanca y roja con la inscripción Solidaridad. Y en esa ocasión explicaste que Solidaridad no se limita a manifestar una inquietud, porque también es el nombre de la comunión y la unidad, objetivo que se han fijado los polacos para la presente década.
Nadie mas que Tu, oh Santo Padre, podía estigmatizar con tanta fuerza el mal y sus mecanismos, nadie mas que Tu podía sentir con tanta intensidad los problemas de la Patria!
A menudo tu plegaria desborda de sufrimiento: “Desde el 13 de diciembre” (*) dijiste llorando, en el día conmemorativo del atentado que sufriste, “desde el 13 de diciembre sufro con mi nación”. Y en ese mismo día recordaste que el Estado no puede ejercer su poder recurriendo a la violencia.
Te agradecemos haberte interesado en cada acontecimiento que se produjo en la Patria. Pensaste con inquietud en aquellos que en la cárcel, llegaban incluso a la huelga de hambre. Sobre todo Te estamos agradecidos, Santo Padre, por tu segunda peregrinación a nuestra patria, en junio último, por tu beso a la tierra natal, depositado como entre las manos de una amada madre, por tu bendición de paz. Tú nos mostraste el camino de una paz duradera para la Patria. Te agradecemos el coraje con que abordaste los problemas que vivimos. Dijiste, en el Belvedere, que el entendimiento sólo puede ser alcanzado en esta nación mediante la conservación de las ventajas obtenidas desde agosto de 1980, mediante su aceptación y su respeto, y no mediante la liquidación sistemática de todo aquello por lo cual los obreros lucharon.
Particularmente reconocidos te estamos quienes nos reunimos en la iglesia de Zoliborz a fin de rogar por la Patria y quienes sufren por ella. Pues tu nos diste la seguridad de que avanzamos por el camino justo cuando oramos por la paz de la patria, por la verdad, el amor, la justicia, por el fortalecimiento de la esperanza y por la liberación de los prisioneros inocentes, por la dignidad del trabajo humano y la defensa de los ideales de agosto de 1980, (**)
por la solidaridad de los corazones y los espíritus.
Te estamos agradecidos por las reconfortantes palabras que dirigiste a la juvntud en ocasión del Llamamiento de Jasna Gora, por más que hayamos deplorado profundamente la falta de contacto con la juventud, como lo hubo en Varsovia, hace cuatro años, durante tu primera peregrinación a nuestro país.
Te agradecemos que nos hayas recordado las palabras del llorado Primado del Milenio, en el sentido de que el derecho de asociación por profesión es un derecho innato, dado por el Creador y no concedido por persona alguna. No es el Estado quien nos otorga ese derecho, el Estado solo tiene el deber de protegerlo y de velar por que no sea infringido.
Te estamos reconocidos por las palabras pronunciadas en Cracovia, donde imploraste que fuésemos fortalecidos por el poder de la fe, de la esperanza y del amor, del amor que terminará por vencer. Donde declaraste que la Nacion, en cuando comunidad humana, está llamada a la victoria justamente por el poder de la fe, de la esperanza y del amor, por el poder de la verdad, de la libertad, de la justicia.
Te agradecemos haber abrazado con paternal ternura, en la iglesia de los padres capuchinos, a la madre de Grzegorz, asesinado. Recientemente, le escribiste de Tu propia mano una breve carta, en la cual leemos: “Querida señora: De todo corazón creo que Aquella con que más profundo dolor sintió la perdida de su amado Hijo es quien os comprende. Ella os ayudará en vuestra aspiración a ser vos misma y a vivir por los demàs…”
Y el mes pasado, al ser discernido el Premio Nobel de la Paz al dirigente obrero Lech Walesa, viste en esa distinción, tal como lo vieron tus compatriotas amantes de su patria, que tal recompensa estaba destinada a la Nación entera, por su actitud digna en el tiempo de la humillación, de la mentira y de la injusticia. Con alegría escribiste en el telegrama palabras de calurosa felicitación, subrayando que ”así han sido recompensados la voluntad y los esfuerzos emprendidos para resolver los difíciles problemas del mundo obrero y la sociedad de Polonia por la pacifica vía del diálogo sincero y de la colaboración mutua de todos”
(*) 13/13/19821 golpe de Estado en Polonia con detención de activistas de Solidaridad
(**) ver Solidarnosc
Invito visitar posts etiquetados Popieluszko
3 comentarios:
Es una maravilla ese libro, tuve que pasar mil vicisitudes para tenerlo en mis manos... Un tesoro! pero no es nada en comparación a la luz que irradia Jurek con su vida y su muerte, un auténtico discípulo y misionero <3
Pasé mil vicisitudes para lograr tener ese libro en mis manos ¡es un tesoro! pero es nada comparado a la luz que irradia Jurek con su vida y con su muerte. Un auténtico discípulo y misionero.
Si el libro es un verdadero tesoro que irradia una vida plena, aunque no todos en su momento lo comprendieron, quizas ni siquiera todos sus correligionarios ni sus superiores. Fue inspirador y supo contagiar sus ansias de libertad y dignidad del hombre con una fuerza inusual, sin dudas un don, una gracia especial.
Publicar un comentario