Todos somos conscientes que últimamente se ha desatado
una nueva y fuerte campaña mundial de descrédito a la Iglesia, incluyendo las
ultimas filtraciones de documentos, siempre buscando afanosamente todo aquello
que de alguna manera pueda llamar la atención -cuanto mas negativa tanto mejor - en los medios, y atacarla directamente al
corazón y a la persona del Santo Padre Benedicto XVI y su predecesor el Beato
Juan Pablo II.
Oramos y no nos preocupamos. Sabemos que Dios está con
nosotros, con toda la Iglesia junto a su Pastor, y recordamos las palabras del
Libro del Pueblo de Dios en San Mateo(16.18) : Y yo te digo:
«Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y el poder de la
Muerte no prevalecerá contra ella.
“Al orar, se abre nuestro corazón, entramos en comunión
no sólo con Dios, sino también propiamente con todos los hijos de Dios, porque
somos uno. Cuando nos dirigimos al Padre en nuestra morada interior, en el
silencio y en el recogimiento, nunca estamos solos. Quien habla con Dios no
está solo. Estamos inmersos en la gran oración de la Iglesia, somos parte de
una gran sinfonía que la comunidad cristiana esparcida por todos los rincones
de la tierra y en todos los tiempos eleva a Dios; ciertamente los músicos y los
instrumentos son distintos —y este es un elemento de riqueza—, pero la melodía
de alabanza es única y en armonía. Así pues, cada vez que clamamos y decimos:
«¡Abba, Padre!» es la Iglesia, toda la comunión de los hombres en oración, la
que sostiene nuestra invocación, y nuestra invocación es invocación de la
Iglesia. Esto se refleja también en la riqueza de los carismas, de los
ministerios, de las tareas que realizamos en la comunidad. San Pablo escribe a
los cristianos de Corinto: «Hay diversidad de carismas, pero un mismo Espíritu;
hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de
actuaciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos» (1 Co 12, 4-6).
La oración guiada por el Espíritu Santo, que nos hace decir «¡Abba, Padre!» con
Cristo y en Cristo, nos inserta en el único gran mosaico de la familia de Dios,
en el que cada uno tiene un puesto y un papel importante, en profunda unidad con
el todo.”!
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