Juan
Pablo II hizo referencia muchas veces a San Luis Maria, como por ejemplo en
la Redemptoris Mater (nr
48). Pero, de modo especial y hacia el final de su pontificado, nos dejo
una preciosa síntesis de su doctrina interpretada a la luz del Concilio
Vaticano II en la Carta a los Religiosos y Religiosas de las Familias
Montfortianas, escrita el 8 de diciembre de 2003.
Este
texto, poco conocido, es en realidad, el más importante para entender el
significado profundo de Totus Tuus. Es quizás, una de las mejores
claves para entrar en la profundidad de su alma, para contemplar la raíz de su
santidad y también para volver a descubrir la importancia y la actualidad
del Tratado. Conviene, pues, publicar esta Carta de Juan Pablo II
como la mejor introducción a la lectura de este Tratado, asi como ha hecho P.
Cortinovis en su excelente publicación del texto (Ed. Shalom)
Al
inicio de esta carta (Nr 1) el Tratado de Montfort viene presentado como un
texto clásico de la espiritualidad mariana, que ha tenido una
extraordinaria acogida eclesial y que se puede entender mejor después del
Concilio. Efectivamente, haciendo referencia al Evangelio mencionado (Jn 19,
25-27), la Carta cita continuamente los textos de la Lumen Gentium, del Tratado de
la Verdadera Devocion y del Secreto de Maria (breve
resumen del Tratado hecho por el mismo Montfort). Seguidamente, a la luz del
cap. VIII de la Lumen Gentium sobre la Virgen Maria en el misterio de Cristo y
de la Iglesia, la enseñanza del Tratado es considerada, en primer lugar, desde
el punto de vista cristológico, después eclesiológico.
El cristocentrismo es expuesto bajo el titulo “Ad Iesum per
Mariam” (Nr 24) Le sigue el resumen sobre le aspecto eclesiológico
titulado Maria, miembro eminente del Cuerpo mistico y Madre de la
Iglesia (nr 5) Al final de la Carta, a la luz del cap. Vi
de la Lumen Gentium sobre la vocación universal a la
santidad, viene ilumnado el camino eclesial de santidad vivido
con Maria en la caridad, la fe y la esperanza. De este modo, los
tres últimos capítulos son: La santidad, perfección de la
caridad (n 6), La “peregrinación de la fe” (nr 7) y Signo
de esperanza cierta (Nr 8), citando también los textos del Concilio y
de Montfort.
Es
esta una síntesis preciosa para interpretar todo el Magisterio de Juan Pablo II
sobre su maravilloso cristocentrismo (primera Enciclica Redemptor Hominis) su riquísima enseñanza
sobre Dios y sobre le hombre y la mujer, etc. Es igualm,ente preciosa para
interpretar su vida santa, su “existencia teología”, completamente animada por
la caridad, la fe y la esperanza, llamadas por santo Tomas virtutes
theologicae, es decir virtudes teológicas (mejor que teologales). Son sus
principales “virtudes heroicas”, continuamente vividas ocn
Maria. Acerca de la caridad, que es “la más grande” (1 Cor 13,13) el
Papa no teme recurrir al fuerte símbolo de la esclavitud de amor,
citando el párrafo más importante del Tratado (nr 72) en el
que se evidencia la raíz bíblica. Es la misma radicalidad del amor que Teresa
de Lisieux expresara con el símbolo del holocausto al amor. Con estas
expresiones fuertes, las dos santos iluminan el mismo camino de santidad para
todos: vivir la gracia del bautismo en el Totus tuus, es decir en
el don total de si a Jesus en la caridad del Espíritu Santo, a través de las
manos y del Corazón de Maria. Tal caridad vivida con Maria es amor inseparable
al Señor y al prójimo, a cada hombre, y es este el primer y fundamental
testimonio de Juan hablo II, inseparable también de su testimonio de fe y de
esperanza. En efecto, junto a su caridad, Maria comparte ocn la
Iglesia Peregrina la perfeccion de su fe y de su esperanza. El Papa cita un
largo texto del Tratado que es como un “himno” a la fe de
Maria (nr 214), a la luz de la expresión característica del Concilio la
peregrinación de la fe, ampliamente comentada por él en la Redemptoris
Mater (nr 25-27) , y en la que hace referencia también a san Juan de
la Cruz, otro gran maestro suyo (su tesis de doctorado en teología en Roma, en
1948, tuvo precisamente como objeto la fe en san Juan de la
Cruz). Asi, en la presente Carta (nr 7) Juan Pablo II cita la
palabra más fuertes de su Encíclica: «La Cruz es el momento culminante de la fe
de Maria, como escribí en la Enciclica Redemptoris Mater: “Por
medio de esta fe Maria está unida perfectamente a Cristo en su desposamiento
[…]. Es esta tal vez la más profunda kénosis de la fe en la
historia de la humanidad” (nr 18) . El título del último punto de su Carta (nr
8) es un reclamo del Papa a la Lumen Gentium, allí donde
trata de Maria como “signo de esperanza cierta y de consuelo para
el Pueblo peregrinante de Dios” (LG nr 68) ofreciendo la
correcta interpretación de los textos del Tratado sobre los
“santos de los últimos tiempos” (nr 49-50), citando un hermoso texto en el que
el santo aplica a Maria el gran símbolo de la esperanza, el ancora (nr 175, en
referencia a Heb 6,19), y usando una expresión que recuerda la doctrina de
Teresa de Lisieux: “Junto a la Virgen Maria, con el mismo Corazón de Madre, la
Iglesia reza, espera e intercede por la salvación de todos los hombres.” Como
la joven carmelita, declarada por él Doctora de la Iglesia, Juan Pablo II ha
sido un excepcional testigo de la esperanza, incluso hasta “esperar por todos”.
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