Me
tomaba un respiro (recuerdo que esto es republicacion) para reflexionar y ante
todo admitia que a medida que me iba adentrando en estas catequesis cada vez me
maravillaba mas de la profundidad de
pensamiento, de la didáctica de sus “clases magistrales” de vida cristiana.
Cada vez me estaba costando mása más citar algunas palabras, oraciones,
párrafos, y no me atrevia a resumir. Por otro lado iba tomando conciencia plena
de lo poco que sabemos, reflexionamos, profundizamos y cuan poco hablamos sobre
un tema tan enraizado en nuestras vidas: el pecado como ofensa contra Dios y
desobediencia, desde la rebelión de los Ángeles, del “primer” pecado hasta
nuestros pecados actuales, de nuestro abuso de la libertad al transgredir “la
ley natural” “inscrita en nuestros corazones”; del pecado, esa palabra que ha
perdido vigencia, que molesta, no esta de moda, no es mediática, no es global y
la queremos enterrar, ocultar, para no quitarle el sueño a nadie, para no
frustrar a nadie, para dejarlo vivir en este mundo que “no es capaz de salvarlo
del mal” en este mundo que con “sus riquezas y sus carencias, necesita ser
salvado, ser redimido”
Cuantas veces nos preguntamos con las palabras del capitulo 10 de Cruzando el umbral de la Esperanza “Dios
es amor, porque tanto mal?” (guerras, campos de concentración, el holocausto y
tantos otros males individuales y colectivos, universales, personales y
cotidianos) y no sabemos respondernos o responder a quien plantea la pregunta,
por no habernos acercado más a la riqueza del magisterio de la Iglesia.
Ante el gran misterio del mal, del pecado, recuerdo que unas palabras de Juan
Pablo II en el capitulo XX de Cruzando el
Umbral de la esperanza, donde hablaba sobre el comunismo, me
quedaron grabadas a fuego. A la pregunta de Vittorio Messori::
¿Se puede hablar
de silencio de Dios?
Y si así fuera,
¿cómo interpretar ese silencio?
Y
Juan Pablo II respondía:
Sí, en cierto sentido Dios calla, porque
ya lo ha revelado todo. Habló «en los tiempos antiguos» por medio de los
profetas y, «últimamente», por medio del Hijo (cfr. Hebreos 1,1-2): en Él ha
dicho todo cuanto tenía que decir.
Y nosotros
cuantas veces personificando aquello de «viendo
no ven y oyendo no oyen (Mateo 13,13)
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