Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

lunes, 14 de octubre de 2024

Mysterium iniquitatis (1 de 13) Introducción

 


Reflexiones sobre el misterio del bien y del mal – re publicación con algunos ajustes, si bien siempre incompletos, sobre un tema insondable.

En el primer capítulo de su libro Memoria e Identidad  titulado (Mysterium Iniquitatis – la coexistencia del bien y del mal  - Juan Pablo II reflexiona sobre la coexistencia del bien y del mal y allí, entre otros,  comenta:

«El mal es siempre la ausencia de un bien que un determinado ser debería tener, es una carencia. Pero nunca es ausencia absoluta del bien. Cómo nazca y se desarrolle el mal en el terreno sano del bien, es un misterio. También es una incógnita esa parte de bien que el mal no ha conseguido destruir y que se difunde a pesar del mal, creciendo incluso en el mismo suelo. (...) La historia de la humanidad es una «trama» de la coexistencia entre el bien y el mal. Esto significa que si el mal existe al lado del bien, el bien, no obstante, persiste al lado del mal y, por decirlo así, crece en el mismo terreno, que es la naturaleza humana. En efecto, ésta no quedó destruida, no se volvió totalmente mala a pesar del pecado original. Ha conservado una capacidad para el bien, como lo demuestran las vicisitudes que se han producido en los diversos períodos de la historia». 

En su Mensaje del 1 de enero de 2004  para la XXXVII Jornada Mundial de la Paz Juan Pablo II recordaba su primer Mensaje para aquellas Jornadas   al inicio de enero de 1979, que se centraba en el lema: «  Para lograr la paz, educar a la paz  ». -  Mensaje que cada día cobra mayor actualidad y,  hoy como ayer,  exige ese compromiso siempre actual. Con aquel Mensaje de Año Nuevo se continuaba el plan trazado por Pablo VI ,  quien había querido que el 1 de enero de cada año se celebre una Jornada Mundial de oración por la Paz. Recordaba Juan Pablo II  las palabras del mencionado Pontífice en su primer Mensaje para el Año Nuevo de 1968: «Sería nuestro deseo que después, cada año, esta celebración se repitiese como presagio y como promesa, al principio del calendario que mide y describe el camino de la vida en el tiempo, de que sea la Paz con su justo y benéfico equilibrio la que domine el desarrollo de la historia futura».(1)

[…] El análisis de la “ciencia de la paz” que analizara el Papa Pablo VI  en los once  Mensajes dirigidos al mundo “trazando progresivamente las coordenadas del camino a recorrer,  para alcanzar el ideal de la paz,  conserva aún hoy una gran actualidad. Incluso frente al drama de las guerras que, al comienzo del Tercer Milenio, todavía ensangrientan las regiones del mundo, sobre todo en Oriente Medio, estos escritos, en algunos de sus pasajes, tienen el valor de avisos proféticos.

Juan Pablo II no solo recordaba a Pablo VI sino que en ese su primer mensaje por la paz, hacia un breve repaso de la historia,  analizaba, reflexionaba y trazaba un plan  para la “contribución especifica de los cristianos” “entre los pueblos, en su propio país, en su ambiente, en sí mismo”

El Papa no se refirió a ningún enfrentamiento o conflicto especifico pero dejo bien en claro que :  “ Las oposiciones ideológicas deben confrontarse en un clima de diálogo y de libre discusión. Los intereses legítimos de grupos determinados deben tener también en cuenta los intereses legítimos de los otros grupos afectados y las exigencias del bien común superior. El recurso a las armas no debería ser considerado como el instrumento adecuado para solucionar los conflictos. Los derechos humanos imprescriptibles deben ser salvaguardados en toda circunstancia. No está permitido matar para imponer una solución.”

[…]

Uno de aquellos momentos fue sin duda el drama que experimentó la humanidad durante la segunda guerra mundial: una espiral de violencia, destrucción y muerte, como nunca se había conocido hasta entonces, durísimos momentos que el Papa polaco había vivido y sufrido en carne propia en su patria, que estaban entonces lejos aún de solucionarse y a los cuales el Papa se refirió  incontables veces durante su pontificado, en sus mensajes y en sus libros.

A esos hechos  y en  conceptos fuertísimos que no olvidaremos se referiría el Santo Padre Benedicto XVI en su visita al camposanto – lugar de concentración de Auschwitz, durante su viaje apostólico a Polonia en el 2006 cuando reflexionaba y se preguntaba:

“ En un lugar como este se queda uno sin palabras; en el fondo sólo se puede guardar un silencio de estupor, un silencio que es un grito interior dirigido a Dios: ¿Por qué, Señor, callaste? ¿Por qué toleraste todo esto?” […]  “¿Dónde estaba Dios en esos días? ¿Por qué permaneció callado? ¿Cómo pudo tolerar este exceso de destrucción, este triunfo del mal?”  Allí mismo rendía homenaje y elevaba una súplica “en silencio nos inclinamos profundamente en nuestro interior ante las innumerables personas que aquí sufrieron y murieron. Sin embargo este silencio se transforma en petición de perdón y reconciliación, hecha en voz alta, un grito al Dios vivo para que no vuelva a permitir jamás algo semejante.” No obstante aclaraba que “Nosotros no podemos escrutar el secreto de Dios. Sólo vemos fragmentos y nos equivocamos si queremos hacernos jueces de Dios y de la historia”  Palabras del Santo Padre Benedicto XVI que adopto y enlazo con las reflexiones de Juan Pablo II  en su discurso a la XXXIV Asamblea Generla de las Naciones Unidas el 2 de octubre de 1979  refiriéndose a “uno de tantos lugares similares diseminados por el continente europeo” espacios ocultos que siguen descubriéndose, donde seres creados por Dios a su imagen y semejanza fueron asesinados, mutilados, masacrados, enterrados vivos, por sus mismos hermanos durante y después de la 2da guerra mundial en un inexplicable eclipse humano que cubrió rostros, encegueció corazones y envolvió esta bendita tierra en tinieblas, transformándola en un “lugar de chacales” porque el hombre había vuelto a ceder a la sugerencia del tentador: "Contemptus Dei", rechazando y despreciando a Dios, odiando todo aquello que tiene que ver con Dios o procede de Dios, “infectando” la naturaleza humana.

En el tercer año de preparación para el gran jubileo del año 2000, en la Catequesis del 18 de agosto de 1999, Juan Pablo II  profundizando expresaba : Por desgracia, los seres humanos pueden llegar a ser protagonistas de maldad, es decir, «generación malvada y adúltera» (Mt 12, 39).  “La «malignidad» humana, constituida por el poder demoníaco o suscitada por su influencia, se presenta también en nuestros días de forma atrayente, seduciendo las mentes y los corazones para hacer perder el sentido mismo del mal y del pecado. Se trata del «misterio de iniquidad», del que habla san Pablo (cf. 2 Ts 2, 7). Del mal y del “gran tema de la conversión, que incluye la liberación del mal (cf. Tertio millennio adveniente, 50).”

El Papa nos recordaba que “La vuelta sincera a Dios y la liberación del mal son dos aspectos de un único camino”  “A cada generación – decía - la Iglesia vuelve a presentarle, como el apóstol Pedro en su conversación con Cornelio, la imagen liberadora de Jesús de Nazaret, que «pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo porque Dios estaba con el» (Hch 10, 38) y aunque en Jesús tuvo lugar la derrota del maligno, cada uno de nosotros debe aceptar libremente esta victoria, hasta que el mal sea eliminado completamente. Por tanto, la lucha contra el mal requiere esfuerzo y vigilancia continua”.

“La Iglesia, experta maestra de humanidad y de santidad, nos indica instrumentos antiguos y siempre nuevos para el combate diario contra las sugestiones del mal: son la oración, los sacramentos, la penitencia, la escucha atenta de la palabra de Dios, la vigilancia y el ayuno. Angelus 12 de febrero 2002”



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