Reflexiones sobre el misterio del bien y del mal – re
publicación con algunos ajustes, si bien siempre incompletos, sobre un tema
insondable.
En el primer capítulo de su libro Memoria e Identidad titulado
(Mysterium
Iniquitatis – la coexistencia del bien y del mal - Juan Pablo II reflexiona sobre la coexistencia del bien y
del mal y allí, entre otros, comenta:
«El mal es siempre la ausencia de un bien
que un determinado ser debería tener, es una carencia. Pero nunca es ausencia
absoluta del bien. Cómo nazca y se desarrolle el mal en el terreno sano del
bien, es un misterio. También es una incógnita esa parte de bien que el mal no
ha conseguido destruir y que se difunde a pesar del mal, creciendo incluso en
el mismo suelo. (...) La historia de la humanidad es una «trama» de
la coexistencia entre el bien y el mal. Esto significa que si el mal existe al
lado del bien, el bien, no obstante, persiste al lado del mal y, por decirlo
así, crece en el mismo terreno, que es la naturaleza humana. En efecto, ésta no
quedó destruida, no se volvió totalmente mala a pesar del pecado original. Ha
conservado una capacidad para el bien, como lo demuestran las vicisitudes que
se han producido en los diversos períodos de la historia».
En su
Mensaje del 1 de enero de 2004 para la XXXVII Jornada Mundial de la Paz Juan Pablo II recordaba su primer Mensaje para aquellas Jornadas al inicio de enero
de 1979, que se centraba en el lema: « Para lograr la paz, educar
a la paz ». - Mensaje que cada día cobra mayor actualidad y,
hoy como ayer, exige ese compromiso siempre actual. Con
aquel Mensaje de Año Nuevo se continuaba el plan trazado por Pablo VI ,
quien había querido que el 1 de enero de
cada año se celebre una Jornada Mundial de oración por la Paz. Recordaba Juan
Pablo II las palabras del mencionado
Pontífice en su primer Mensaje para el Año Nuevo de 1968:
«Sería nuestro deseo que después, cada año, esta celebración se repitiese como
presagio y como promesa, al principio del calendario que mide y describe el
camino de la vida en el tiempo, de que sea la Paz con su justo y benéfico
equilibrio la que domine el desarrollo de la historia futura».(1)
[…] El análisis de
la “ciencia de la paz” que analizara el Papa Pablo VI en los once Mensajes dirigidos al mundo “trazando progresivamente las coordenadas del camino
a recorrer, para alcanzar el ideal de la
paz, conserva
aún hoy una gran actualidad. Incluso frente al drama de las guerras que, al
comienzo del Tercer Milenio, todavía ensangrientan las regiones del mundo,
sobre todo en Oriente Medio, estos escritos, en algunos de sus pasajes, tienen
el valor de avisos proféticos.
Juan
Pablo II no solo recordaba a Pablo VI sino que en ese su primer mensaje por la
paz, hacia un breve repaso de la historia, analizaba, reflexionaba y trazaba un plan para la “contribución especifica de los
cristianos” “entre los pueblos, en su propio país, en su ambiente, en sí mismo”
El Papa
no se refirió a ningún enfrentamiento o conflicto especifico pero dejo bien en
claro que : “ Las oposiciones
ideológicas deben confrontarse en un clima de diálogo y de libre discusión. Los
intereses legítimos de grupos determinados deben tener también en cuenta los
intereses legítimos de los otros grupos afectados y las exigencias del bien
común superior. El recurso a las armas no debería ser considerado como el
instrumento adecuado para solucionar los conflictos. Los derechos humanos
imprescriptibles deben ser salvaguardados en toda circunstancia. No está
permitido matar para imponer una solución.”
[…]
Uno de aquellos momentos fue sin duda el drama que experimentó la humanidad durante la segunda guerra mundial: una espiral de violencia, destrucción y muerte, como nunca se había conocido hasta entonces, durísimos momentos que el Papa polaco había vivido y sufrido en carne propia en su patria, que estaban entonces lejos aún de solucionarse y a los cuales el Papa se refirió incontables veces durante su pontificado, en sus mensajes y en sus libros.
A
esos hechos y en conceptos fuertísimos que no olvidaremos se referiría
el Santo Padre Benedicto XVI en su visita
al camposanto – lugar de concentración de Auschwitz, durante su
viaje apostólico a Polonia en el 2006 cuando reflexionaba y se preguntaba:
“ En un lugar como este se queda uno sin palabras; en el fondo sólo se puede guardar un silencio de estupor, un silencio que es un grito interior dirigido a Dios: ¿Por qué, Señor, callaste? ¿Por qué toleraste todo esto?” […] “¿Dónde estaba Dios en esos días? ¿Por qué permaneció callado? ¿Cómo pudo tolerar este exceso de destrucción, este triunfo del mal?” Allí mismo rendía homenaje y elevaba una súplica “en silencio nos inclinamos profundamente en nuestro interior ante las innumerables personas que aquí sufrieron y murieron. Sin embargo este silencio se transforma en petición de perdón y reconciliación, hecha en voz alta, un grito al Dios vivo para que no vuelva a permitir jamás algo semejante.” No obstante aclaraba que “Nosotros no podemos escrutar el secreto de Dios. Sólo vemos fragmentos y nos equivocamos si queremos hacernos jueces de Dios y de la historia” Palabras del Santo Padre Benedicto XVI que adopto y enlazo con las reflexiones de Juan Pablo II en su discurso a la XXXIV Asamblea Generla de las Naciones Unidas el 2 de octubre de 1979 refiriéndose a “uno de tantos lugares similares diseminados por el continente europeo” espacios ocultos que siguen descubriéndose, donde seres creados por Dios a su imagen y semejanza fueron asesinados, mutilados, masacrados, enterrados vivos, por sus mismos hermanos durante y después de la 2da guerra mundial en un inexplicable eclipse humano que cubrió rostros, encegueció corazones y envolvió esta bendita tierra en tinieblas, transformándola en un “lugar de chacales” porque el hombre había vuelto a ceder a la sugerencia del tentador: "Contemptus Dei", rechazando y despreciando a Dios, odiando todo aquello que tiene que ver con Dios o procede de Dios, “infectando” la naturaleza humana.
En
el tercer año de preparación para el gran jubileo del año 2000, en la Catequesis
del 18 de agosto de 1999, Juan Pablo II profundizando expresaba : Por desgracia, los
seres humanos pueden llegar a ser protagonistas de maldad, es decir,
«generación malvada y adúltera» (Mt 12, 39).
“La «malignidad» humana, constituida por el poder demoníaco o suscitada
por su influencia, se presenta también en nuestros días de forma atrayente,
seduciendo las mentes y los corazones para hacer perder el sentido mismo del
mal y del pecado. Se trata del «misterio de
iniquidad», del que habla san Pablo (cf. 2 Ts 2, 7). Del mal y del
“gran tema de la conversión, que incluye la liberación del mal (cf. Tertio
millennio adveniente, 50).”
El Papa nos recordaba que “La vuelta sincera a Dios y la liberación del mal son dos aspectos de un único camino” “A cada generación – decía - la Iglesia vuelve a presentarle, como el apóstol Pedro en su conversación con Cornelio, la imagen liberadora de Jesús de Nazaret, que «pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo porque Dios estaba con el» (Hch 10, 38) y aunque en Jesús tuvo lugar la derrota del maligno, cada uno de nosotros debe aceptar libremente esta victoria, hasta que el mal sea eliminado completamente. Por tanto, la lucha contra el mal requiere esfuerzo y vigilancia continua”.
“La Iglesia, experta maestra de humanidad y de santidad, nos indica
instrumentos antiguos y siempre nuevos para el combate diario contra las
sugestiones del mal: son la oración, los sacramentos, la penitencia, la escucha
atenta de la palabra de Dios, la vigilancia y el ayuno. Angelus
12 de febrero 2002”
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