Nuestra Señora se apareció resplandeciente a los tres pastorcitos de Fátima (Lucía, Francisco y Jacinta) por primera vez el 13 de mayo de 1917.
Era
una “señora vestida de blanco, más brillante que el sol, irradiando luz más
clara e intensa que una copa de cristal llena de agua cristalina, atravesada
por rayos del sol más ardiente”.
Su
rostro, indescriptiblemente bello, no era ni alegre ni triste, sino seria, con
un aire de suave alerta. Las manos juntas, como rezando, apoyadas sobre el
pecho, y orientadas hacia arriba. De su mano derecha pendía un rosario.
Los
vestidos parecían hechos solamente de luz. La túnica y el manto eran blancos
con bordes dorados, que cubría la cabeza de la Virgen María y le
bajaba a los pies.
Lucía
jamás logró describir perfectamente los trazos de esa fisionomía tan brillante.
Con voz maternal y suave, Nuestra Señora tranquilizó a los tres niños,
diciendo:
“No
tengan miedo. Yo no les haré mal. He venido para pedir que vengan aquí seis
meses seguidos, siempre el día 13, a esta misma hora. Después les diré quién
soy y qué quiero. A continuación, volveré aquí una séptima vez”.
Al
pronunciar estas palabras, Nuestra Señora abrió las manos, y de ellas salió una
intensa luz. Los pastorcitos sintieron un impulso que los hizo caer de rodillas
y rezaron en silencio la oración que el ángel les había enseñado:
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, te adoro profundamente y te ofrezco el
preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Jesucristo, presente en todos
los sagrarios de la tierra, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e
indiferencias con que Él mismo es ofendido. Y por los méritos infinitos de su
santísimo Corazón y del Corazón Inmaculado de María, te pido la conversión de
los pobres pecadores”.
Pasados
unos instantes, Nuestra Señora añadió:
“Recen
el Rosario todos los días, para que alcancen la paz para el mundo y el fin de
la guerra”.
13
de octubre: El milagro del sol
En
la aparición del día 13 de septiembre, Nuestra Señora anunció a los tres
pastorcitos de Fátima: “En octubre haré el milagro, para que todos crean”.
El
13 de octubre de 1917, unas 70.000 personas, incluyendo periodistas, fueron
testigos del milagro que había sido anunciado por los tres niños a quien
Nuestra Señora se había aparecido.
Al
mediodía, tras una fuerte lluvia que paró de repente, las nubes se abrieron
frente a los ojos de todos y el sol apareció en el cielo como un disco luminoso
opaco, que giraba en espiral y emitía luces coloridas. El fenómeno duró
alrededor de 10 minutos y está en la lista oficial de milagros reconocidos por
el Vaticano.
Los
escépticos intentan atribuir el evento al fenómeno atmosférico del parhelio,
pero sin presentar pruebas y sin explicar cómo fue que los niños lo
“previeron”.
El
“Milagro del Sol”, como fue conocido ese impresionante evento sobrenatural
testimoniado por 70.000 personas, transformó lo que era una mera “revelación
privada” en un auténtico llamamiento de Cristo a su Iglesia.
No
sólo el contenido del mensaje de Fátima se refería a la Iglesia del mundo
entero sino que su propia evidencia se dio públicamente, de manera
extraordinaria: el día 13 de octubre de 1917, “el sol bailó” frente a más de
70.000 hombres y mujeres, pobres y ricos, sabios e ignorantes, creyentes y no
creyentes.
Conforme
el testimonio de José María de Almeida Garrett, eminente profesor de ciencias
de Coimbra, lo que sucedió ese día fue que el sol “giró sobre sí mismo en una
loca voltereta (…) Hubo también cambios de color en la atmósfera (…) El sol, al
girar locamente, parecía de repente que se soltaba del firmamento y, rojo como
la sangre, avanzaba amenazadoramente sobre la tierra como si fuera a
aplastarnos con su peso enorme y abrasador (…) Tengo que declarar que nunca, ni
antes ni después del 13 de octubre, observé semejante fenómeno solar o
atmosférico”.
El
significado
Para
el pueblo más sencillo, el milagro se resume en pocas palabras. Simplemente,
“el sol bailó”. Más que describir
físicamente el fenómeno, lo que interesaba a la mayoría de las personas era lo
que no se podía ver, pero que quedaba patente por aquella portentosa obra que ellos
tenían frente a sus ojos: Nuestra Señora verdaderamente se apareció a tres
humildes pastorcitos en Fátima.
A
Lucía, Jacinta y Francisco, de hecho, fue dada una amplia visión de la
realidad: la Virgen María, “al abrir sus manos, las reflejó en el sol”. Y
mientras se elevaba, seguía el reflejo de su propia luz proyectándose en el sol
(…). Una vez desaparecida, Nuestra Señora, en la inmensa distancia del
firmamento, vimos, al lado del sol, a san José con el Niño y a Nuestra
Señora vestida de blanco, con un manto azul”, declararon.
En
la última aparición de la Virgen de Fátima, por lo tanto, brilla frente a los
videntes la imagen de la Sagrada Familia de Nazaret.
[…]
El
Milagro del Sol no sólo confirmó las apariciones de María en Fátima: también
tiene como objetivo realizar un milagro mucho mayor y más extraordinario que
cualquier otro: la salvación de las almas, la conversión de los pecadores;
“para que todos crean” en Jesús y, al creer, tengan vida eterna.
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