La primera apunta
a la mirada del poeta. Escribe en el Canto: Tenéis que deteneros a
mirar hacia lo profundo, hasta que no se sepáis separar el alma del fondo. Allí
ningún verdor podrá llenar la mirada. No importa que los ojos del poeta se
esfuercen por tornarse más agudos: veo menos. Cuánto más esfuerzo mi
vista. El esfuerzo se inclna siempre hacia un umbral que solo se alcanza por
medio de una mirada abierta, maravillada intensa, capaz de tocar el fondo e
involucrar el alma incondicionalmente: nada podrá saciarla completamente. En la
mirada de estupor que se convierte en el sentido total de eternidad.
El sentido de la contemplaiòn está en dejarse sumergir en el misterio que
se contempla. Wojtyła sostiene que el mayor sufrimietno le viene al hombre de su
falta de «visión» (como leemos en Pensamiento – Extraño espacio, de 1952)
porque es incapaz de ver aquello que más importa y por eso debe luchar a fin de
abrirse camino entre signos, quizás a tientas, en la oscuridad. No comprende
así el sentido del todo, de si mismo, del mundo, de la vida.
Un segundo tema
se refiere a la obra del hombre en la historia y en la vida, considerada en
toda su complejidad. El poema La cantera de piedra compuesto en 1957
nos ofrece un ejemplo. Wojtyła conocía bien el trabajo pesado. Para evitar ser
deportado, entre 1939 y 1944 trabajó como operario primero en las canteras, y
después en la industria química Solvay, cerca de Cracovia. La experiencia marco
al joven Wojtyła, que más tarde revivirá en estos versos aquel trabajo como una
dura realidad, pero también como rica metáfora en contrapunto entre la grandeza
del trabajo y la dignidad humana. Escucha bien, escucha eléctrica
corriente / de río penetrante que corta hasta las piedras, / y entenderás
conmigo que toda la grandeza / del trabajo bien hecho es grandeza del
hombre. La relación entre el hombre y la materia es sublime y arriesgada:
ese hombre llevóse la estructura del mundo. Hasta la materia, las piedras lo
saben porque conocen la violencia que por ráfagas yende su sencillez
eterna. Todas las fuerzas, aún las más indomables, pueden llegar a ser energía
abrasadora para la profunda realización del hombre.
Un tercer tema
fundamental nos habla de la relación con Cristo. En marzo de 1958, cuatro meses
antes de ser nombrado arzobispo de Cracovia, había publicado el poema Perfiles
del Cirineo. La obra está centrada en la figura de Simón el Cirineo, visto como
una poderosa imagen del hombre contemporáneo. En realidad, él describe 14
perfiles de “cireneos” contemporáneos: el melancólico, el esquizoide, los
ciegos, el actor, la muchacha decepcionada en su amor, los niños, dos
operarios, un intelectual, un emotivo, un volitivo… Wojtyła crea una
fenomenología poética del hombre contemporáneo en pequeños pero densísimos
cuadros. Cada perfil es el de un cireneo que cara a sus espaldas su propio yugo
y escribe, su perfil se dibuja siempre al lado del otro Hombre. Más
tarde, en 1978, en La redencòn busca tu forma para entrar en la inquietud de
cada hombre, que fuè publicado bajo seudónimo cuando el poeta ya había sido
elegido Pontífice, la figura de la Verónica toma el lugar del Cireneo: Y
ahora espero el consuelo de tus manos / llenas de humildes empresas, / espero
tus manos, que tiernamente / sostienen el sencillo velo. Aquí el rostro de
Cristo se transforma en el rostro de cada hombre de quien la Verónica es
hermana: su velo atrae hacia si toda la inquietud del mundo. El hombre es forma
inquieta que ninguna mirada es capaz de escudriñar a fondo, pero el rostro de
Cristo, grabado en el velo de la Verónica, traspasa a aquel que lo contempla,
dando paz a su inquietud.
El cuarto tema
está asociado a la dimensión cósmica de la relación entre Dios, el hombre y el
mundo entero. El mundo está repleto de energías ocultas, con audacia yo las
estoy nombrando. De obispo, mientras administraba la confirmación, se siente
ser un despensero. Toco fuerzas con que debe alimentarse el hombre.
También el rostro de los fieles que reciben el sacramento, cuánta gente
absorta, parecen ser potenciales de energía. En los rostros, marcados por el
juego de las arrugas, sobre todo en los ojos un campo eléctrico vibra /
También aquí la electricidad es un hecho – y es a la vez, un símbolo. Es
verdadero símbolo del pensamiento, del espíritu, de las fuerzas que existen en
el hombre y sobre el cual actúa la presión de lo invisible, aprisionada
atmósfera.
Antonio
Spadaro, S.I. “Roca al rojo vivo” La poesía de Karol Wojtyla, publicado en
Totus Tuus Nr 9 septiembre 2007
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