“En las catequesis de este ciclo tenemos continuamente ante los ojos la verdad sobre el pecado original, y al mismo tiempo tratamos de mirar la realidad del pecado en la dimensión global de la historia del hombre”
Juan Pablo II
Refiriéndose al "peccatum originale" el Papa
cita los escritos del Concilio Vaticano II “Constituido por
Dios en estado de santidad, el hombre, tentado por el maligno, abusó de su libertad desde
los comienzos de la historia, erigiéndose contra
Dios y pretendiendo conseguir su fin al
margen de Dios" (Gaudium et spes,13).“Se trata del pecado de
los primeros padres. Pero a él se une una condición de pecado que alcanza a
toda la humanidad y que se llama pecado
original que la Sagrada Escritura. La Biblia, describe como
una auténtica "invasión" del
pecado, que inunda el mundo, como consecuencia del pecado de Adán,
contagiando con una especie de infección universal a la humanidad entera. Desde ese momento, toda la historia de la humanidad
sentirá el peso de este estado. El primer ser humano (hombre y
mujer) recibió, en efecto, de Dios la gracia santificante no sólo para sí mismo, sino, en cuanto cabeza
de la humanidad, para todos sus
descendientes. Así, pues, con el pecado que lo estableció en una
situación de conflicto con Dios, perdió la gracia (cayó en desgracia), incluso
en la perspectiva de la herencia para sus descendientes. En esta privación de
la gracia, añadida a la naturaleza, se sitúa la esencia del pecado original
como herencia de los primeros padres, según la enseñanza de la Iglesia, basada
en la Revelación.
Acerca de la “Revelación divina sobre el tema de la universalidad y del carácter hereditario del pecado” Juan Pablo II nos recuerda que “esta verdad la propone constantemente el Magisterio de la Iglesia y nos refiere a los documentos del Vaaticano II, “especialmente a la Constitución Gaudium et spes, sin olvidar la Exhortación post-sinodal Reconciliatio et paenitentia (1984).
Continua hablando del pecado original en la Audiencia siguiente esta vez citando el Decreto Tridentino “El pecado de Adán ha pasado a todos sus descendientes es decir, a todos los hombres en cuanto provenientes de los primeros padres y sus herederos en la naturaleza humana, ya privada de la amistad con Dios. Por ello transmitió a todo el género humano no sólo la muerte corporal y otras penas (consecuencias del pecado), sino también el pecado mismo como muerte del alma ("peccatum, quod mors est animae").y “Este pecado de Adán que es uno solo por su origen y transmitido por propagación y no por imitación, está en cada uno como propio" (DS 1513)”
“Así, pues – continúa - el pecado original se transmite por generación natural.
Esta convicción de la Iglesia se indica también en la práctica del bautismo de los recién nacidos, a la cual se remite
el Decreto conciliar. Los recién nacidos, incapaces de cometer un pecado
personal, reciben sin embargo, de acuerdo con la Tradición secular de la
Iglesia, el bautismo poco después del nacimiento en remisión de los pecados. El
Decreto dice: "Se bautizan verdaderamente para la remisión de los pecados,
a fin de que se purifiquen en la regeneración del pecado contraído en la
generación" (DS 1514).
En la Audiencia del 8 de octubre de 1986 propone echar un vistazo a la Profesión de fe Credo del Pueblo de Dios del Papa Pablo VI pronunciada en 1968, al concluir el "Año de la fe" donde con respecto al pecado original declara “Creemos que en Adán todos pecaron, lo cual quiere decir que la falta original cometida por él hizo caer la naturaleza humana, común a todos los hombres, en un estado en que se experimenta las consecuencias de esta falta y que no es aquel en el que se hallaba la naturaleza al principio de nuestros primeros padres, creados en santidad y justicia y en el que el hombre no conocía ni el mal ni la muerte” “situación en la que ha llegado a encontrase la naturaleza después del pecado, y especialmente por la inclinación del hombre más hacia el mal que hacia el bien”. Y agrega que “El miedo a la muerte” esta unido según la Revelación al pecado original .El pecado mismo es sinónimo de la muerte espiritual, porque por el pecado el hombre ha perdido la gracia santificante, fuente de la vida sobrenatural. Signo y consecuencia del pecado original es la muerte del cuerpo, tal como desde entonces la experimentan todos los hombres. El hombre ha sido creado por Dios para la inmortalidad: la muerte que aparece como un trágico salto en el vacío, constituye la consecuencia del pecado, casi por una lógica suya inmanente, pero sobre todo por castigo de Dios. Esta es la enseñanza de la Revelación y esta es la fe de la Iglesia: sin el pecado, el final de la prueba terrena no habría sido tan dramático.”
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