Misterio de iniquidad. Un misterio.
No obstante, en sus reflexiones personales, su «biografía interior» Memoria
e Identidad, el Papa Juan Pablo II aborda el complejo tema del mal y nos
invita a bucear en este misterio, a reflexionar sobre la coexistencia del bien
y del mal y de los limites impuestos al mal. El siglo XX nos dice el Papa fue
“en cierto sentido , el «teatro» en el que han entrado en escena determinados
procesos históricos e ideológicos que han llevado hacia la gran «erupción» del mal
– pero agrega inmediatamente – que “ también ha sido espectador de su
declive…El mal es siempre la ausencia de un bien –que un determinado ser
debería tener, es una carencia, pero nunca es ausencia absoluta del bien. Cómo
nazca y se desarrolle el mal en el terreno sano del bien, es un misterio. También
es una incógnita esa parte de bien que el mal no ha conseguido destruir y que
se difunde a pesar del mal, creciendo incluso en el mismo suelo” afirmación
que enlazo con el testimonio del Papa Juan Pablo II en la Conmemoración ecuménica de los testigos de de del Siglo
XX:
“Yo mismo – decía entonces - fui testigo en los años de mi juventud, de tanto dolor y tantas pruebas. Mi
sacerdocio desde sus orígenes “ha estado inscrito en el gran sacrificio de
tanto hombres y mujeres de mi generación” (Don y Misterio p.47). La experiencia
de la Segunda Guerra Mundial y de los años siguientes me ha movido a considerar
con gran atención el ejemplo luminoso de cuantos, desde inicio del siglo XX
hasta el fin, experimentaron la persecución, la violencia y la muerte, a causa
de su fe y de su conducta inspirada en la verdad de Cristo”
Y en su Mensaje con ocasión del 60 aniversario de la liberación
de los prisioneros de Auschwitz, “uno de
los lugares más dolorosos y más llenos de desprecio al hombre y a sus derechos”
fundamentales, Juan Pablo II
reflexionaba : “en medio de ese indescriptible cúmulo de mal, hubo también
expresiones heroicas de adhesión al bien. Ciertamente, numerosas personas
aceptaron con libertad de espíritu someterse al sufrimiento y demostraron amor
no sólo a sus compañeros prisioneros, sino también a sus verdugos. Muchos lo
hicieron por amor a Dios y al hombre; otros, en nombre de los valores
espirituales más elevados. Gracias a su actitud se ha hecho patente una verdad
que a menudo aparece en la Biblia: aunque el hombre es capaz de hacer el mal, a
veces un mal enorme, el mal no tendrá la última palabra. Incluso en el abismo
del sufrimiento puede triunfar el amor”
Este papa polaco, que vivenció las dramáticas experiencias de dos
totalitarismos en su propia patria y que fuera testigo de tantos episodios
trágicos de la historia de Europa y del mundo entero nos presenta la sencilla
parábola evangélica del trigo y la cizaña (cf. Mt 13, 24-30) como “clave para
comprender toda la historia del hombre. En las diversas épocas y en distintos
sentidos – nos dice en sus reflexiones - el «trigo» crece junto a la
«cizaña» y la «cizaña» junto al «trigo». Inclaudicable reflexiona que “La
historia de la humanidad es una «trama» de la coexistencia entre el bien y el
mal, del mal que “existe al lado del bien, el bien, no obstante, persiste al
lado del mal y, por decirlo así, crece en el mismo terreno, que es la
naturaleza humana. En efecto, ésta no quedó destruida, no
se volvió totalmente mala a pesar del pecado original. Ha conservado una
capacidad para el bien, como lo demuestran las vicisitudes que se han producido
en los diversos períodos de la historia”
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