Después del Ángelus del 26 de diciembre de 2000 Juan Pablo II comentó
En el Año dedicado a la Eucaristía, aquel Papa que el 1ro de abril a las 6 de la mañana aun concelebraba la Santa Misa, y las 7.15 seguia con gran recogimiento la meditación de las 14 estaciones del Via Crucis, haciéndose la señal de la cruz en cada estación, se despedía para volver a la casa del Padre el 2 de abril a las 21.37 .
“También esta mañana, al asomarme a la ventana, he visto y veo en esta plaza a la multitud de gente que, aprovechando los últimos días del jubileo, espera pacientemente entrar en la basílica por la Puerta santa.
Es un espectáculo que me conmueve y evoca en mi mente el recuerdo del pueblo de Dios en camino hacia la tierra prometida. Cristo es la verdadera Puerta que nos introduce a nosotros, su pueblo, en la "tierra prometida" del Cielo”
Es un espectáculo que me conmueve y evoca en mi mente el recuerdo del pueblo de Dios en camino hacia la tierra prometida. Cristo es la verdadera Puerta que nos introduce a nosotros, su pueblo, en la "tierra prometida" del Cielo”
Esa misma Puerta santa, sería testigo inefable, 5 años más tarde, de incontables experiencias indescriptibles - cuando las palabras y los testimonios no obstante todo su valor no alcanzan para expresar la verdadera vivencia - de una inmensa multitud acongojada, pero jubilosa por poder estar allí, conmovida, que durante los primeros dias de abril 2005 avanzaba frente a ella lentamente entre cantos y oraciones alternados por recogidos silencios, ansiosa de ver por última vez el rostro de su amado Papa, lanzarle un beso y abrazarlo a distancia para un postrer saludo - quizás sólo durante escasos segundos después de 12 horas o más de espera - a ese papa venido de lejos, que habia marcado a fuego la historia de la Iglesia y del mundo y se quedaría para siempre en nuestros corazones.
En el Año dedicado a la Eucaristía, aquel Papa que el 1ro de abril a las 6 de la mañana aun concelebraba la Santa Misa, y las 7.15 seguia con gran recogimiento la meditación de las 14 estaciones del Via Crucis, haciéndose la señal de la cruz en cada estación, se despedía para volver a la casa del Padre el 2 de abril a las 21.37 .
El Te Deum en acción de gracias por la persona de un hombre íntegro y el pontificado de un gran pastor, que entonaban los que estaban presentes a su alrededor, abrazaba en misteriosa unión a la multitud reunida allá abajo en la Plaza San Pedro y a todos aquellos que a lo largo y ancho del mundo los acompañaban con su oración y su mudo silencio.
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