Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

miércoles, 26 de diciembre de 2007

Puerta Santa


Después del Ángelus del 26 de diciembre de 2000 Juan Pablo II comentó

También esta mañana, al asomarme a la ventana, he visto y veo en esta plaza a la multitud de gente que, aprovechando los últimos días del jubileo, espera pacientemente entrar en la basílica por la Puerta santa.
Es un espectáculo que me conmueve y evoca en mi mente el recuerdo del pueblo de Dios en camino hacia la tierra prometida. Cristo es la verdadera Puerta que nos introduce a nosotros, su pueblo, en la "tierra prometida" del Cielo

Esa misma Puerta santa, sería testigo inefable, 5 años más tarde, de incontables experiencias indescriptibles - cuando las palabras y los testimonios no obstante todo su valor no alcanzan para expresar la verdadera vivencia - de una inmensa multitud acongojada, pero jubilosa por poder estar allí, conmovida, que durante los primeros dias de abril 2005 avanzaba frente a ella lentamente entre cantos y oraciones alternados por recogidos silencios, ansiosa de ver por última vez el rostro de su amado Papa, lanzarle un beso y abrazarlo a distancia para un postrer saludo - quizás sólo durante escasos segundos después de 12 horas o más de espera - a ese papa venido de lejos, que habia marcado a fuego la historia de la Iglesia y del mundo y se quedaría para siempre en nuestros corazones.

En el Año dedicado a la Eucaristía, aquel Papa que el 1ro de abril a las 6 de la mañana aun concelebraba la Santa Misa, y las 7.15 seguia con gran recogimiento la meditación de las 14 estaciones del Via Crucis, haciéndose la señal de la cruz en cada estación, se despedía para volver a la casa del Padre el 2 de abril a las 21.37 .

El Te Deum en acción de gracias por la persona de un hombre íntegro y el pontificado de un gran pastor, que entonaban los que estaban presentes a su alrededor, abrazaba en misteriosa unión a la multitud reunida allá abajo en la Plaza San Pedro y a todos aquellos que a lo largo y ancho del mundo los acompañaban con su oración y su mudo silencio.

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