El año 2001 habia sido proclamado "Año mariano para toda la Orden Carmelita". Se celebraba el 750 aniversario de la entrega del escapulario a San Simón Stock.
En su “continua atención y afecto a la Orden del Carmen” el Papa Juan Pablo II les dirigió el 25 de marzo de 2001 una preciosa carta donde expresaba la importancia de la devoción a la Virgen mediante el uso del Santo Escapulario. Decía allí que el escapulario “se convierte en signo de «alianza» y de comunión recíproca entre María y los fieles: de hecho, traduce de manera concreta la entrega que Jesús, desde la cruz, hizo a Juan, y en él a todos nosotros, de su Madre, y la entrega del apóstol predilecto y de nosotros a Ella, constituida como nuestra Madre espiritual”
“De esta espiritualidad mariana, que plasma interiormente las personas y les configura a Cristo, primogénito entre muchos hermanos, son un espléndido ejemplo los testimonios de santidad y de sabiduría de tantos Santos y Santas del Carmelo, todos ellos crecidos a la sombra y bajo la tutela de la Madre”
y agregaba “También yo llevo sobre mi corazón, desde hace tanto tiempo, el Escapulario del Carmen! Por el amor que nutro hacia la celeste Madre común, cuya protección experimento continuamente, auguro que este año mariano ayude a todos los religiosos y las religiosas del Carmelo y a los piadosos fieles que la veneran filialmente, para crecer en su amor e irradiar en el mundo la presencia de esta Mujer del silencio y de la oración, invocada como Madre de la misericordia, Madre de la esperanza y de la gracia”
El 12 de septiembre de 2001 los miembros del Carmelo se reunieron en la Plaza San Pedro para manifestar juntos el gozo y agradecimiento a María por el don del Escapulario y al Santo Padre por su reciente Carta sobre la devoción a Ntra. Sra. del Carmen. Al final de la audiencia Juan Pablo II coronó la imagen de la Virgen del Carmen de la iglesia carmelita de la Traspontina (Roma) e impartió su bendición a todos los presentes (mensaje – de viva voz).
Guardo una particular devoción al Escapulario desde hace muchos años, fortalecido por aquellas palabras de Juan Pablo II cuando confesaba que él mismo llevaba este “signo de veneración y de particular fidelidad a la Virgen”, amistad sellada a fuego con la experiencia vivida en Traspontina en abril del 2005.
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