Terminando el mes dedicado al Rosario es oportuno recordar algunas palabras de Juan Pablo II sobre el Rosario cuando el último domingo de octubre de 1978, primer mes de su pontificado, le dedicó el momento del Angelus al Rosario.
“El Rosario es mi oración predilecta – decía - . ¡Plegaria maravillosa! Maravillosa en su sencillez y en su profundidad. En esta plegaria repetimos muchas veces las palabras que la Virgen María oyó del Arcángel y de su prima Isabel. Palabras a las que se asocia la Iglesia entera.
Se puede decir que el Rosario es en cierto modo un comentario oración sobre el capítulo final de la constitución Lumen gentium del Vaticano II, capítulo que trata de la presencia admirable de la Madre de Dios en el misterio de Cristo y de la Iglesia. En efecto, con el trasfondo de las Avemarías pasan ante los ojos del alma los episodios principales de la vida de Jesucristo. El Rosario en su conjunto consta de misterios gozosos, dolorosos y gloriosos, (*) y nos ponen en comunión vital con Jesucristo a través ―se puede decir― del Corazón de su Madre. Al mismo tiempo nuestro corazón puede incluir en estas decenas del Rosario todos los hechos que entraman la vida del individuo, la familia, la nación, la Iglesia y la humanidad. Experiencias personales o del prójimo, sobre todo de las personas más cercanas o que llevan más en el corazón. De este modo la sencilla plegaria del Rosario sintoniza con el ritmo de la vida humana.”
Y exhortaba a todos a recitar “esta plegaria tan sencilla y tan rica fervorosamente”
“El Rosario es mi oración predilecta – decía - . ¡Plegaria maravillosa! Maravillosa en su sencillez y en su profundidad. En esta plegaria repetimos muchas veces las palabras que la Virgen María oyó del Arcángel y de su prima Isabel. Palabras a las que se asocia la Iglesia entera.
Se puede decir que el Rosario es en cierto modo un comentario oración sobre el capítulo final de la constitución Lumen gentium del Vaticano II, capítulo que trata de la presencia admirable de la Madre de Dios en el misterio de Cristo y de la Iglesia. En efecto, con el trasfondo de las Avemarías pasan ante los ojos del alma los episodios principales de la vida de Jesucristo. El Rosario en su conjunto consta de misterios gozosos, dolorosos y gloriosos, (*) y nos ponen en comunión vital con Jesucristo a través ―se puede decir― del Corazón de su Madre. Al mismo tiempo nuestro corazón puede incluir en estas decenas del Rosario todos los hechos que entraman la vida del individuo, la familia, la nación, la Iglesia y la humanidad. Experiencias personales o del prójimo, sobre todo de las personas más cercanas o que llevan más en el corazón. De este modo la sencilla plegaria del Rosario sintoniza con el ritmo de la vida humana.”
Y exhortaba a todos a recitar “esta plegaria tan sencilla y tan rica fervorosamente”
(*) Mediante la carta apostólica Rosarium Virginis Mariae
el Papa Juan Pablo II “Deseando indicar a la comunidad
cristiana cinco momentos significativos –misterios «luminosos»” de la vida de
Cristo instituía estos misterios: “1. su
Bautismo en el Jordán; 2. su autorrevelación en las bodas de Caná; 3. su
anuncio del Reino de Dios invitando a la conversión; 4. su Transfiguración; 5.
institución de la Eucaristía, expresión sacramental del misterio pascual.”
Invito visitar mis entradas anteriores:
El rosario vía de contemplación
Rosarium Virginia Mariae
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