“La fe en el Señor crucificado y resucitado realiza milagros. Curaba a enfermos. Devolvía la alegría de vivir a los que sufrían. Cambiaba el corazón de la gente. Despertaba en ellos la esperanza.
Esta escena sorprendente dura todavía hoy.
Dura desde hace dos mil años.
Se repite en todos los rincones de la tierra donde ha llegado la Buena Noticia de Jesús de Nazaret.
Se repite en todas las generaciones.
Se repite también ante nuestros ojos.
Cada uno de nosotros ha podido experimentar las cosas grandes que el Señor ha realizado en su vida. Hoy nosotros mismos, provenientes de tantas partes del mundo, nos reunimos para la oración común en un santuario cristiano […] Hoy nuestra misión y nuestro testimonio asumen una forma particular, la del Congreso Internacional por la Paz “Hombres y Religiones”. Consideramos la participación en este Congreso como nuestra voz cristiana, como nuestro paso de buen “mensajero, heraldo de paz” al mundo inquieto del que habla el profeta Nahúm (Na 2,1).
Participemos en este acontecimiento excepcional. Desde Cracovia, desde la ciudad de Juan Pablo II, incansable peregrino y mensajero de paz, se eleva en estos días una voz coral y una oración dirigida al Todopoderoso, por el don de la paz para nuestra tierra inquieta. Se eleva de gente de buena voluntad, de religiones, tradiciones espirituales y culturas distintas. Revive en nosotros el espíritu de Asís, que habla a la imaginación y a las conciencias no sólo de los discípulos del Maestro de Nazaret.
Recordémoslo: el país en el que nos encontramos ha experimentado la “tribulación” de la que habla san Juan en su Apocalipsis (Ap, 1,9). En estos días recordamos el aniversario trágico del estallido de la Segunda Guerra Mundial. Un símbolo perturbador de aquellos años oscuros es el campo de concentración de Asuchwitz-Birkenau, adonde iremos como peregrinos, repitiendo en el espíritu las palabras: “Dios Santo, Santo y potente, Santo e inmortal, ten piedad de nosotros”.
El país en el que nos encontramos ha conocido también la humillación por parte de la ideología comunista, que durante décadas ha intentado dominar las conciencias de la gente, pisoteando su dignidad, privándoles de la libertad, prometiendo construir el paraíso en la tierra. Un paraíso sin Dios. Esta ideología ha dejado tras de sí masacres espirituales y materiales. Ahora pacientemente reconstruimos la casa destruida de los valores humanos y cristianos, tal como hacen otros pueblos de Europa Central y Oriental.
Lo hacemos en el espíritu de las palabras de Pablo de Tarso:
“No te dejes vencer por el mal antes bien, vence al mal con el bien” (Rm 21, 12)”
(de la Homilía del Cardenal Stanislaw Dziwisz en la Liturgia Eucarística del Domingo 6 de setiembre presidida en el Santuario de la Divina Misericordia con ocasión del Encuentro Internacional por la Paz, Lagiewniki, 6.09.09
(de la Homilía del Cardenal Stanislaw Dziwisz en la Liturgia Eucarística del Domingo 6 de setiembre presidida en el Santuario de la Divina Misericordia con ocasión del Encuentro Internacional por la Paz, Lagiewniki, 6.09.09
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