El Siervo de Dios Juan Pablo II concluía su Audiencia del 12 de enero de 2005 con esta emotiva suplica-oración atribuida a “Simeòn, Catholicós de Seleucia-Ctesifonte, en Persia que él dirigìa a Cristo antes de morir mártir, juntamente con muchos compañeros, el 17 de abril del año 341, durante la persecución del rey Sapor II”
"Señor, dame esta corona: tú sabes cuánto la he deseado, porque te he amado con toda mi alma y con toda mi vida. Seré feliz al verte y tú me darás el descanso. (...) Quiero perseverar heroicamente en mi vocación, cumplir con fortaleza la misión que me ha sido encomendada y ser un ejemplo para todo el pueblo de Oriente. (...) Recibiré la vida donde ya no habrá penas, ni preocupaciones ni angustias, ni perseguidores ni perseguidos, ni opresores ni oprimidos, ni tiranos ni víctimas; allá ya no sufriré amenazas de reyes, ni terrores de prefectos; nadie me llevará a los tribunales ni me infundirá temor; nadie me arrastrará ni me asustará. Las heridas de mis pies cicatrizarán gracias a ti, oh camino de todos los peregrinos; el cansancio de mis miembros hallarán descanso en ti, Cristo, crisma de nuestra unción. En ti, cáliz de nuestra salvación, desaparecerá la tristeza de mi corazón; en ti, nuestra consolación y nuestra alegría, se enjugarán las lágrimas de mis ojos" (A. Hamman, Preghiere dei primi cristiani, Milán 1955, pp. 80-81).
"Señor, dame esta corona: tú sabes cuánto la he deseado, porque te he amado con toda mi alma y con toda mi vida. Seré feliz al verte y tú me darás el descanso. (...) Quiero perseverar heroicamente en mi vocación, cumplir con fortaleza la misión que me ha sido encomendada y ser un ejemplo para todo el pueblo de Oriente. (...) Recibiré la vida donde ya no habrá penas, ni preocupaciones ni angustias, ni perseguidores ni perseguidos, ni opresores ni oprimidos, ni tiranos ni víctimas; allá ya no sufriré amenazas de reyes, ni terrores de prefectos; nadie me llevará a los tribunales ni me infundirá temor; nadie me arrastrará ni me asustará. Las heridas de mis pies cicatrizarán gracias a ti, oh camino de todos los peregrinos; el cansancio de mis miembros hallarán descanso en ti, Cristo, crisma de nuestra unción. En ti, cáliz de nuestra salvación, desaparecerá la tristeza de mi corazón; en ti, nuestra consolación y nuestra alegría, se enjugarán las lágrimas de mis ojos" (A. Hamman, Preghiere dei primi cristiani, Milán 1955, pp. 80-81).
Despues de esta Audiencia seguiría la Audiencia del 19 de enero introduciendo la Semana de oración por la unidad de los cristianos que había comenzado el día anterior
y la Audiencia del 26 de enero de 2005 acerca del salmo 114 “Acción de gracias” "Amo al Señor, porque escucha mi voz suplicante; porque inclina su oído hacia mí el día que lo invoco" (vv. 1-2). su ultima Audiencia General, pues la siguiente del 23 de febrero fue una breve exhortación sobre el sentido del itinerario cuaresmal y lo hizo en conexión televisiva desde su biblioteca privada.
Y finalmente la Audiencia especial en la Plaza San Pedro del 30 de marzo de 2005, durante la cual se leyeron saludos del Santo Padre y luego se rezo un padrenuestro concluyendo el encuentro con la bendición apostólica. Fue su despedida.
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