En el Ángelus del 2 de septiembre de 1979 dirigiendo su atención a la Reina de la Paz, el Siervo de Dios Juan Pablo II recordaba el inicio de la II guerra mundial. Habían transcurrido entonces 40 años.:
“ En efecto, el día primero de septiembre nos recuerda cada año el estallido de la segunda guerra mundial. Aunque parezca una fecha bastante lejana, -decìa - sin embargo no se borran de la mente de los hombres, que han vivido la guerra, las huellas de los acontecimientos que la configuraron. Yo mismo soy hijo de la nación que, desde el primer día de la segunda guerra mundial, sufrió las atrocidades más graves. Es sabido que esa guerra envolvió a la mayoría de los países europeos y a muchos países fuera de Europa, dando comienzo a una reacción en cadena, que se desarrolló gradualmente, implicando continuamente a nuevos beligerantes en batallas terribles.
La guerra ha dejado heridas profundas en la vida de los hombres de las familias, de las naciones y países. Ha costado la vida a decenas y decenas de millones de seres humanos. De una batalla de soldados se convirtió en una guerra total, sin excluir a nadie, ni a los hombres dedicados al trabajo cotidiano, ni siquiera a los enfermos y a los niños. La singular crueldad del "sistema total" unió los horrores de la guerra a los de los campos de concentración, que han dejado una señal terrible en la historia de nuestro siglo.
De aquí nace este grito nuestro de hoy por la paz. La oración a la Reina de la Paz se convierte en eco de todos aquellos sufrimientos con los que la segunda guerra mundial pesó sobre la conciencia del hombre de nuestra época. Se convierte también como en un grito lejano de los hombres: de aquellos a quienes les quitaron la vida, y también de quienes todavía llevan en el cuerpo y en el alma el estigma que dejó la guerra”
La guerra ha dejado heridas profundas en la vida de los hombres de las familias, de las naciones y países. Ha costado la vida a decenas y decenas de millones de seres humanos. De una batalla de soldados se convirtió en una guerra total, sin excluir a nadie, ni a los hombres dedicados al trabajo cotidiano, ni siquiera a los enfermos y a los niños. La singular crueldad del "sistema total" unió los horrores de la guerra a los de los campos de concentración, que han dejado una señal terrible en la historia de nuestro siglo.
De aquí nace este grito nuestro de hoy por la paz. La oración a la Reina de la Paz se convierte en eco de todos aquellos sufrimientos con los que la segunda guerra mundial pesó sobre la conciencia del hombre de nuestra época. Se convierte también como en un grito lejano de los hombres: de aquellos a quienes les quitaron la vida, y también de quienes todavía llevan en el cuerpo y en el alma el estigma que dejó la guerra”
Recordaba además el Santo Padre la invitación que le hiciera el entonces Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas, Kurt Waldheim para visitar la Organización y confirmaba su visita para el 2 de octubre de ese año con el fin de - siguiendo las palabras de Cristo ―de Aquel que ha dicho a sus discípulos: "La paz os dejo, mi paz os doy" (Jn 14, 27)―, servir con todas las fuerzas a la gran causa de la paz y de la cooperación entre las naciones”
causas que no se cansaría de apoyar, defender y enarbolar en cualquier circunstancia y en cualquier ámbito.
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