“Los laicos pueden realizar su vocación en el mundo y alcanzar la santidad no solamente comprometiéndose activamente a favor de los pobres y los necesitados, sino también animando con espíritu cristiano la sociedad mediante el cumplimiento de sus deberes profesionales y con el testimonio de una vida familiar ejemplar. No pienso solo en los que ocupan puestos de primer plano en la vida de la sociedad, sino en todos los que saben transformar en oración su vida cotidiana, poniendo a Cristo en el centro de su actividad. Él será quien atraiga a todos a sí, saciando su hambre y sed de justicia (Mt 5, 6).
¿No es esta la lección que se desprende del final de la parábola del buen samaritano (Lc 10, 34-35)? Después de los primeros cuidados de asistencia al herido, el buen samaritano se dirige al posadero. ¿Qué hubiera podido hacer sin él? De hecho, el posadero, permaneciendo en el anonimato, realizó la mayor parte del trabajo. Todos pueden actuar como él cumpliendo sus propias tareas con espíritu de servicio. Toda ocupación ofrece la oportunidad, más o menos directa, de ayudar a quien lo necesita. Naturalmente, esto es más palpable en el trabajo de un médico, un maestro, un empresario, siempre que se trate de personas que no cierran los ojos a las necesidades de los demás. Pero también un empleado, un obrero o un agricultor pueden encontrar muchos modos de servir al prójimo, aun en medio de dificultades personales, a veces incluso graves. El cumplimiento fiel de los propios deberes profesionales es practicar ya el amor por las personas y la sociedad.
El obispo está llamado no solamente a promover él mismo iniciativas sociales cristianas de este género, sino también a permitir que en su Iglesia nazcan y se desarrollen obras creadas por otras personas. Debe solo vigilar para que todo se cumpla en la caridad y en la fidelidad a Cristo, que inició y completa nuestra fe (Hb12, 2). Hay que buscar a las personas, pero hay que permitir también a todo el que muestre buena voluntad que encuentre su puesto en la casa común, que es la Iglesia.”
(de Juan Pablo II ¡Levantaos! ¡Vamos! Cuarta Parte “La paternidad del Obispo” Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 2004)
¿No es esta la lección que se desprende del final de la parábola del buen samaritano (Lc 10, 34-35)? Después de los primeros cuidados de asistencia al herido, el buen samaritano se dirige al posadero. ¿Qué hubiera podido hacer sin él? De hecho, el posadero, permaneciendo en el anonimato, realizó la mayor parte del trabajo. Todos pueden actuar como él cumpliendo sus propias tareas con espíritu de servicio. Toda ocupación ofrece la oportunidad, más o menos directa, de ayudar a quien lo necesita. Naturalmente, esto es más palpable en el trabajo de un médico, un maestro, un empresario, siempre que se trate de personas que no cierran los ojos a las necesidades de los demás. Pero también un empleado, un obrero o un agricultor pueden encontrar muchos modos de servir al prójimo, aun en medio de dificultades personales, a veces incluso graves. El cumplimiento fiel de los propios deberes profesionales es practicar ya el amor por las personas y la sociedad.
El obispo está llamado no solamente a promover él mismo iniciativas sociales cristianas de este género, sino también a permitir que en su Iglesia nazcan y se desarrollen obras creadas por otras personas. Debe solo vigilar para que todo se cumpla en la caridad y en la fidelidad a Cristo, que inició y completa nuestra fe (Hb12, 2). Hay que buscar a las personas, pero hay que permitir también a todo el que muestre buena voluntad que encuentre su puesto en la casa común, que es la Iglesia.”
(de Juan Pablo II ¡Levantaos! ¡Vamos! Cuarta Parte “La paternidad del Obispo” Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 2004)
4 comentarios:
Dios mío, qué bien entiendo esto:)
Que no me olvido de tí donde me tengo que acordar:)
Un bs
Luisa
Tampoco yo me olvido de ti, solo que ultimamente "hablo" menos:)
Querida amiga: ayer, después de mi comentario aquí, pasé por MIC y me encontré con tus comentarios.¡Nos habíamos cruzado! Me hizo gracia y además ilusión.
Un beso y no te preocupes que de lo de "hablar" menos, tb voy aprendiendo:), que la vida no da para tanto.
LUisa
Un abrazo y gracias por comprender.
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